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Veamos, al fin, la realidad

Un buen amigo me acaba de enviar el artículo del ABC de Madrid que adjunto en el anexo de este email con la nota de mi respuesta.

No pocos venezolanos y también extranjeros que son personas normales; que han constituido familias organizadas y bien estructuradas; que con mayor o menor holgura ha vivido y aún viven del trabajo honestamente cumplido a lo largo de vidas felizmente realizadas, con esas alzas y bajas normales en la existencia; que, rodeados de los suyos, han alimentado sueños de paz y estabilidad hechos realidad con esfuerzos y tenacidad; ellos se preguntan ¿por qué debemos renunciar a todo esto? ¿por qué, de la noche a la mañana en los tiempos de la patria propia o adquirida, han de sentirse extraños, enemigos de no saben quien; perseguidos sin causa personal o familiar que lo justifique; víctimas de atropellos, despojos e injusticias que no merecen; pensando, después de tanto vivir, en buscar nuevos destinos donde asentarse como apátridas y todo ello porque un puñado minúsculo de delincuentes audaces pudo, rapaz y sin escrúpulos, escalar el poder en una tierra que es la de todos pero que nadie ha sabido defender en cada oportunidad cuando era imperartivo hacerlo?

Me he eximido de comentar el discurso de la segunda usurpación que, hace una semana, pronunciara el principal culpable de todos los males del país, porque todo lo anteriormente pensado y dicho quedó concretado en su infame contenido. Llegamos al punto que preveíamos, no por adivinos o videntes, sino, simplemente, por haber visto, por haber conocido muchos antecedentes, por haber recibido muchas informaciones.

No deja, sin embargo de ser curioso –para decir lo menos- que en otras latitudes la gente va aclarando su pensamiento y capta con lucidez lo que está pasando en Venezuela, mientras tantos aquí se preguntan si es verdad que el sol calienta desde la mañana o si será posible que la luna salga de noche.

Confieso mi cansancio de repetir que llegó el momento, pues sobran quienes piensan siempre que hay un «después» más apropiado; que hay que actuar ahora o nunca, porque muchos responden que no es necesario. Y, así, han pasado días, meses y años y hemos cedido ya casi todo el terreno.

Me pregunto ¿miedo? Si, miedo. No pudo ser menos el efecto de esos cien años, de combate y muerte, discurridos entre el inicio de la guerra de independencia y la llegada de Juan Vicente Gómez al poder, que haber depositado, día a día, en el inconsciente colectivo venezolano, una suerte de limo paralizante, amasado de pavor e inseguridad, capaz de aminorar ímpetus, apagar fuegos de coraje y enfriar ánimos de lucha.

Pero no basta. También la riqueza adventicia extraída del seno mismo de la tierra, sirvió para distraer aquella conciencia libertaria de la epopeya libertadora: superficialidad, frivolidad e inconsistencia anidaron en muchas almas, desalojando valores fundamentales, sentido del honor y orgullo de ser venezolano. De allí que, «doctores del disimulo, con un pié en todas las causas, prestos siempre a pactar con quienes garanticen mayores oportunidades a sus ansias de permanencia en el disfrute de los réditos, antes se han hecho sordos a todo patriotismo que pensar en la verdad y la justica» [1].

Ahora, emplazado ante la dura realidad, decepcionado de tanto engaño por parte de aquellos en quienes, inmerecidamente, depositó esperanzas y confianza, el pueblo venezolano, su dirigencia honesta, sectores de productores, dignos profesionales y técnicos que no se han arrastrado ante el despotismo, medios de comunicación y en especial sus gloriosos mujeres y hombres trabajadores, estudiantes y profesores universitarios, los maestros, alumnos y propietarios de planteles educacionales privados, todos aquellos venezolanos herederos de las gestas que cantó e idealizó Eduardo Blanco, en quienes vibre todavía esa fibra que hizo salvar montañas y recorrer llanuras a patriotas de ayer y siempre

asumamos el compromiso irreductible de, otra vez, liberar de cadenas esta patria ahora amenazada por la voluntad y locura de un nuevo déspota, revestido del rojo color de esa sangre que regó tierras de Europa, de la China varias veces milenaria, del Asia Menor y de la noble cuna de José Martí.

¿Qué queda por hacer ante la intervención ideologizante en todos los niveles de la educación de nuestros hijos y nietos? ¿Qué, ante el atropello contra RCTV, paso primero para terminar con todos los medios y enterrar definitivamente nuestra libertad de expresión? ¿Qué, ante el grosero e irrespetuoso despojo de las riquezas de la Nación, regaladas cual baratijas por todos los rincones de la tierra? ¿Qué? ¿Huir? ¿Mayami?

El Usurpador grita: ¡Socialismo o muerte!

Los venezolanos, con Briceño Iragorry clamamos:

«¡Vivir libre o vivir muerto! Porque es vida la muerte cuando se la encuentra en el camino del deber, mientras es muerte la vida cuando, para proseguir sobre la faz semi-histórica de los pueblos esclavizados, se ha renunciado al derecho a la integridad personal » [2] Diario ABC alerta sobre alianza Irán – Venezuela

¿QUÉ puede haber en común entre el presidente de un régimen extremista musulmán de Oriente con un líder indigenista revolucionario americano que dice que Jesucristo fue el primer socialista de la historia? El diario madrileño ABC se lo pregunta en su editorial de hoy.

Lo único que puede unir en estos momentos al venezolano Hugo Chávez, y sus seguidores en otros países de Iberoamérica, con el iraní Ahmadineyad y los suyos es la voluntad de atacar y debilitar la civilización occidental. Ya no lo pueden describir como una alianza «antiimperialista», como se estilaba en tiempos de la Guerra Fría, porque los únicos que tienen

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