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Tras calificar de comunista, EE. UU. estudió la aprobación de visa a Betancourt

En plena efervescencia de la Guerra Fría, documentos secretos de julio y octubre de 1954 revelaron la controversia en torno a Rómulo Betancourt, líder democrático venezolano. La acusación de comunista y las maniobras diplomáticas para regular su entrada a Estados Unidos marcaron un hito en la política hemisférica, poniendo a prueba las relaciones entre Venezuela, EE. UU. y Costa Rica

El 21 de julio de 1954, un documento clasificado emitido por el Departamento de Justicia de Estados Unidos calificó a Rómulo Betancourt de comunista o simpatizante del comunismo. En sus páginas, el fiscal General, Herbert Brownell, advirtió sobre la intención del líder venezolano de visitar el país norteamericano para reencontrarse con su hija, que estudiaba en San Juan, Puerto Rico y posiblemente visitar algunos amigos en territorio norteamericano. Tal documento describía:

Según el documento número 749: “El Sr. Betancourt fue Presidente de la Junta que gobernó Venezuela de 1945 a 1948, y desde entonces ha sido Secretario General del partido político Acción Democrática. Tras el derrocamiento del gobierno de Acción Democrática por un golpe militar en noviembre de 1948, el Sr. Betancourt fue exiliado y su partido fue ilegalizado.”

Más adelante, el curioso memorando remarca: “El Departamento de Justicia de los Estados Unidos ha determinado que el Sr. Betancourt es un comunista o un simpatizante del comunismo.”

Curiosamente, el mismo documento matiza que la orientación política del líder podía describirse como nacionalista, izquierdista y, en numerosas ocasiones, abiertamente anticomunista, lo que evidencia la complejidad del escenario político de la época.

Encrucijada de la Guerra Fría

La década de 1950 fue testigo de una transformación profunda en Venezuela. El país vivía momentos de golpes militares, exilios y el endurecimiento de regímenes que trataban de sofocar las aspiraciones democráticas.

En este contexto, Rómulo Betancourt se perfilaba como el artífice de una nueva era, la esperanza de un cambio que prometía la consolidación de la democracia en medio del autoritarismo. Sin embargo, su pasado –incluyendo su breve vinculación a principios de la década de 1930 con el Partido Comunista de Costa Rica, del cual se retiró posteriormente– fue utilizado por algunos sectores para cuestionar su integridad política.

En el ámbito internacional, la Guerra Fría polarizaba las relaciones. Estados Unidos, firme en su postura anticomunista, vigilaba con especial recelo cualquier indicio que pudiera interpretarse como simpatía hacia el comunismo en América Latina.

La acusación contra Betancourt encajaba en una estrategia mayor para consolidar la influencia estadounidense en el hemisferio, garantizando la estabilidad de los gobiernos aliados frente a la expansión ideológica comunista.

La estrategia para la visa

El documento top secret no se limita a recapitular la trayectoria política de Betancourt, sino que además expone las tensiones que su presencia en Costa Rica había generado en las relaciones interamericanas. Se manifestaba la inquietud de que su estrecha amistad con el presidente costarricense pudiera desencadenar hostilidades que comprometieran la estabilidad regional.

Para contrarrestar este riesgo, se planteó que permitir la entrada temporal de Betancourt a Estados Unidos –acompañado de su esposa y tras visitar a su hija– podría ser beneficioso para mejorar las relaciones interamericanas.

La solicitud se presentó bajo la Sección 212(d)(3)(A) de la Ley de Inmigración y Nacionalidad, invocando la necesidad urgente de una excepción que le permitiera ingresar al país, a pesar de las investigaciones inconclusas sobre su pasado comunista.

El documento enfatizaba: “El señor Betancourt ha ofrecido por propia voluntad salir de Costa Rica… y tiene la intención de establecer su residencia en un país sudamericano. Se considera que esta medida propuesta es muy beneficiosa para mejorar las relaciones interamericanas y, por lo tanto, en el interés público de los Estados Unidos.”

Gracias a esta valoración estratégica, el procurador General Brownell intervino y se concedió una exención temporal de 90 días, permitiendo que el 26 de julio de 1954, Betancourt ingresara a Miami, marcando un episodio emblemático en la historia diplomática de la época.

Durante su estancia en Estados Unidos, Betancourt buscó apoyo internacional contra las dictaduras en América Latina, especialmente la de Marcos Pérez Jiménez en Venezuela.

Consideraron deportarlo

A pocos meses de aquel documento inicial, el 28 de octubre de 1954, otro memorándum revelador emergió de la Oficina de Asuntos Sudamericanos, en Washington D.C. Fue redactado por Bainbridge C. Davis y dirigido al Subsecretario de Estado Adjunto para Asuntos Interamericanos, Robert F. Woodward, este documento, el número 752, expone las alternativas ante el inminente vencimiento del permiso de permanencia de Betancourt en Estados Unidos, que expiraba el 24 de octubre.

El memorándum, señalado como Confidencial, enfatiza con claridad las opciones disponibles:

“El resumen adjunto del estatus de la visa de Betancourt explica el contexto de las desagradables alternativas a las que nos enfrentamos. Aparentemente, creía que estábamos dispuestos, sin ninguna otra acción por su parte, a extender su permiso de permanencia hasta que hubiéramos procesado su solicitud de desertor comunista.”

Sin embargo, el memorándum aclara que Betancourt solo podría quedarse si el Servicio de Inmigración extendía su permanencia previa solicitud, con la aprobación del Departamento de Estado, y que no podía obtener el estatus de desertor sin acudir a un Consulado de EE. UU.

Betancourt había solicitado una visa como desertor comunista en julio de 1954. Ante este escenario, el memorando esbozaba dos alternativas:

1. No tomar ninguna medida: Si Betancourt no se retiraba voluntariamente, el Servicio de Inmigración iniciaría un proceso de deportación, lo que podría generar un fuerte resentimiento y apelar al Departamento de Estado.

2. Informarle su situación: A través de un comunicado, se le indicaría que había malinterpretado los procedimientos, que su estancia legal había expirado y que debía abandonar el país para evitar la deportación, con el fin de evitar un clima de hostilidad tanto en Estados Unidos como en el extranjero.

La decisión final, determinada por el señor Holland, fue no extender la estancia de del expresidente Betancourt ni concederle una visa de desertor comunista en esa ocasión, dejando en claro la postura firme y calculada de la administración de Dwight D. Eisenhower ante las complejidades de la situación.

Legado de un episodio revelador

El caso de Rómulo Betancourt se inscribe en una de las páginas más complejas de la historia diplomática de América Latina. La polémica visa de 1954 y el posterior memorándum de octubre son piezas esenciales para comprender cómo se gestionaron, en la práctica, las tensiones entre ideales democráticos y la necesidad de contener la expansión del comunismo en el hemisferio.

El episodio del 21 de julio y 28 de octubre de 1954, plasmado en documentos clasificados, constituye una ventana a una era de intensas tensiones y estrategias complejas.

La polémica visa de Rómulo Betancourt, enmarcada en la política de la Guerra Fría, no solo revela los mecanismos de control ideológico de la época, sino que también muestra la habilidad para maniobrar en un contexto donde la estabilidad interamericana dependía de decisiones tan controvertidas como necesarias. Rómulo Betancourt, falleció en Nueva York el 28 de septiembre de 1981. Sus restos mortales fueron repatriados a Venezuela el 1 de octubre de 1981, y recibidos con grandes honores en el Aeropuerto de Maiquetía para luego trasladarlos a la sede del Congreso Nacional en donde se le rindió un sentido homenaje.

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