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Seguimos bajo el régimen panóptico

Leo “Comunidad”, título de un libro de Zygmunt Bauman. Es un muy interesante y rico ensayo sobre esa realidad humana de profundas raíces en el pasado que, a despecho de haber sido segadas para y por el desarrollo, siempre reverdecen sea con utópicas o con esperanzadoras proyecciones.

Un párrafo me distrae de la lectura para devolverme a esta Venezuela que nos hace insomnes:  “El modelo panóptico de poder ata a los subordinados al lugar en el que pueden ser vigilados e instantáneamente castigados por cualquier quebrantamiento de la rutina. Pero también ata a sus vigilantes al lugar desde el que tienen que llevar a cabo su vigilancia y preciso castigo…Pasó algún tiempo antes de que ambas partes aprendieran la verdad a través de muchos errores y ensayos. Pero una vez aprendida, la incomodidad y el elevado y creciente coste del poder panóptico (y, más en general, de la dominación a-través-de-la-vinculación) se hicieron evidentes”.   

Aclaremos que “panóptico”, según el diccionario de la RAE, viene del griego pan (παν) que significa todo y de óptikos (όπτϊϫός), y es aquella situación por la cual algo cerrado en su interior pueda verse desde un punto situado fuera, es decir, en su exterior.

Pienso, entonces, que “el proyecto” que nos amenaza pretende someternos panópticamente. Todos los totalitarismos son, en cierta o mucha forma, panópticos, tal como lo son las cárceles, donde los prisioneros están permanentemente bajo la mirada vigilante de sus guardianes, quienes toman cuidadosa nota de cualquier acto o gesto que se aparte de una rigurosa rutina impuesta.

Continúo mi lectura pero, a poco tiempo…. otra vez Venezuela. Prosigue el autor:  “Un matrimonio en el que ambas partes saben que estarán atadas la una a la otra durante un largo futuro y que ninguna de ellas es libre de deshacer es, necesariamente, un lugar de conflicto perpetuo. Las probabilidades de que ambas partes opinen de igual forma sobre todos los asuntos que en un futuro impredecible puedan surgir, son tan escasas como la probabilidad de que una de ellas ceda en todos los asuntos a la voluntad de la otra sin intentar nunca mejorar su posición. Por tanto habrá numerosas confrontaciones, batallas declaradas e incursiones guerrilleras. Sin embargo, las acciones bélicas sólo llevarán al desgaste definitivo de una o ambas partes en casos extremos: la conciencia de que tal desgaste puede producirse y la preferencia por evitarlo será, con toda probabilidad, suficiente para cortar la cadena ‘cismogénica’ (que genera separación, cisma) justo antes de que ocurra lo irreparable (‘como estamos obligados a permanecer juntos, ocurra lo que ocurra, hagamos soportable nuestra convivencia”) [subrayado mío]. Por tanto, al lado de la guerra intestina habrá largos períodos de tregua y, entre ellas, rondas de regateo y negociación. Y se producirán reiterados intentos de lograr un compromiso sobre la base de un conjunto compartido de normas aceptables por todos”.

Nuestro autor está hablando de otra cosa pero ¿cómo evitar que párrafos como éste lo precipiten a uno en la reflexión sobre la crisis que nos satura y agota?

¿Cuál será el fondo de lo que ocurre en la verdadero profundidad de las relaciones oposición-gobierno, es decir, Mesa Democrática y voceros autorizados o no del chavismo?  ¿Se está diseñando una suerte de “modus vivendi”?  ¿Están las partes atadas durante un futuro que es relativamente largo?  ¿Qué es lo que puede haberlas atado? ¿Temor?  ¿A qué? ¿A un enemigo común?  ¿Cuál?  ¿El pueblo que parece manifestar su rechazo hacia ambas?  ¿Los militares?  ¿Cuáles?  ¿Revisión de hechos pasados que puedan amenazarlas por igual con sanciones? ¿Intervenciones de la OEA o de la comunidad internacional? ¿Pactos bajo la mesa por parte de algunos actores con voz cantante? ¿Intereses crematísticos comunes? ¿Cuán largo puede ser “un largo futuro” relativo mayor que el ya experimentado? ¿Hasta el 2012 y luego veremos? ¿Quién o quiénes son los actores interesados?

Ocurren cosas sorprendentes, por decir lo menos.  ¿Quién podría haber esperado el pasado 20 de agosto de 2004,  con el Referéndum Revocatorio Presidencial, cuando el país se sintió defraudado, pues no se produjo alguna reacción contundente por parte de la entonces dirección formal de la oposición?  ¿Nada?  ¡Nada!  ¿Cómo fue posible, entonces, que no se organizaran de inmediato protestas masivas contra los abusos de un CNE contra millones de venezolanos en las diversas situaciones que de manera semejante hemos vivido?  ¡Nada! ¡Nada!

Y no solo eso: Abundan ilegales prisiones de tantos venezolanos injustamente detenidos y ¡nada!  Con el horrendo atropello que padeció la gente del petróleo ¡nada!  Con la absolución para los “pistoleros de Llaguno, también  ¡nada! Con la entrega de los recursos económicos del país a otros regímenes forajidos, ¡nada! Con las absurdas confiscaciones, que a cada momento ocurren, mal llamadas expropiaciones ¡nada!

Ha habido, durante este ya largo proceso  “numerosas confrontaciones, batallas declaradas e incursiones”. También, podemos constatar la existencia de “períodos de tregua y, entre ellas, rondas de regateo y negociación”.  Podemos igualmente preguntarnos: ¿habrá, entonces  “un compromiso sobre la base de un conjunto compartido de normas aceptables por todos”? ¿Se hará con exclusión del soberano y de los supremos intereses de Venezuela que éste encarna?  ¡El país puede desbordar la dirigencia auto-designada!

¿Cuál va a ser, entonces, el límite de la TOLERANCIA que bien podría calificarse de indolencia o de irresponsable complicidad?

Es menester actuar decididamente. Tengo la convicción de que se está jugando con fuego y arriesgando no ya la propiedad, ni la libertad, sino la vida de muchos venezolanos, sin que importe su ubicación política, su manera de pensar. Todos estamos obligados a trabajar para que esto no termine en una tragedia.

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