Reflexiones al alimón: JAQUE MATE
Visto el actual escenario político, en términos del Juego Ciencia, el «jaque mate» aún no se ha consumado. Algunos consideran que «el mate» ya está decretado y hecho, no porque el otro (las negras) sea más inteligente o juegue mejor (todo lo contrario), sino porque cambia descaradamente las piezas y las coloca como le da la gana ante la tolerancia de quien lleva las blancas… hasta que éste le dé una patada a la mesa y acabe con el juego…
El problema fundamental estriba en que el equipo opositor a este régimen aún no se ha puesto de acuerdo en lo siguiente: 1) ¿Cómo lograr convencer al público de lo amañado que está el juego? 2) ¿Cómo aglutinar la atomización de posiciones de la sociedad civil para realizar el potencial pleno y real de cada pieza en el tablero del juego democrático? 3) ¿A qué árbitro(s) acudir -si ello aún tiene sentido- para restituir el orden justo en el tablero (restituir el Estado de Derecho)? 4) ¿Cuándo y cómo será la mejor forma o procedimiento para patear el tablero y acabar con el juego, una vez agotadas todas las instancias?
Comencemos por profundizar sobre la primera interrogante: ¿Cómo lograr convencer al público de lo amañado que está el juego?
Una parte de los espectadores, los que mejor conocen de las reglas del juego, (todos son -o deberían ser- los verdaderos actores, aunque los más, como «masa», no se percaten), si percibe la trampa de «las negras», mientras que la mayoría intuye que hay gato encerrado pero tiene miedo de hacer algo y, lo que es peor, se siente sola e inerme. Hay también una parte de la audiencia que jamás se dará cuenta del engaño, simplemente porque carece de información y no ha podido acceder a la posesión de adecuados elementos de juicio. La mayor parte de tal audiencia ha sido distraída con el «Pan y Circo» propios de este tipo de régimen, mientras que otro porcentaje simplemente está apático y deliberadamente ausente de lo que acontece. Se hace entonces imperante el identificar debidamente a estos grupos para formularles mensajes específicos que los lleven a involucrarse en la toma de posiciones cívicas en defensa de su libertad y de la democracia. La gran masa poblacional está sometida al continuo embate del candidato-presidente, quien abusa ilegalmente del poder y en su condición Jefe del Estado y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, utiliza para su provecho y proyecto los símbolos patrios y hasta irrespeta la espada del Padre de la Patria, para arengar públicamente, en campaña electoral, a militares y civiles, tergiversando la historia con su patuque mental, manipulando con falsedad los hechos recientes y sembrando irresponsablemente el odio y el conflicto social.
Como resultado, sufrimos la creación de un auténtico pánico económico que se traduce en fuga de capitales y de cerebros, en desinversión y desempleo, con la irremediable consecuencia de generar mayor miseria para todo el colectivo nacional. El engaño se potencia cuando el candidato-presidente, en medio de una extraordinaria bonanza petrolera, culpa a una supuesta «oligarquía» de todos los males de la nación. Lo preocupante es que con el paso atropellante de este régimen chavista y con estricta aplicación de su funesto diseño, la audiencia cada vez va contar menos y terminará por no contar absolutamente nada.
La importancia que le resta a la población es relativa a la forma como se exprese en estas elecciones y a la justa y transparente cuantificación de dicha expresión. Después de lo ocurrido en la última prueba en diciembre; con los intentos descarados de fraude para el 28M; ante las recientes negativas del CNE para realizar la auditoría en caliente y con la mutua complacencia entre INDRA y el Ejecutivo Nacional ante tanto abuso, no podemos sino sentirnos escépticos sobre la posibilidad de que sea aceptado, por la parte oficial, un resultado que no convenga al juego de las negras.
En efecto, por razones de fondo que, más allá de los meros intereses y ambiciones individuales del candidato-presidente y su minoritario grupo gobernante, se relacionan con todo un proyecto geopolítico de dimensiones continentales con el cual aquéllos se encuentran comprometidos, es difícil que puedan decir «perdimos y nos vamos».
Por otra parte, la gran masa es muy poco lo que puede hacer, sea a favor como en contra, aparte de la precaria y muy limitada posibilidad de expresarse con el voto. Y, lo que es peor, en esta crítica coyuntura, el propio sistema electoral está confabulando contra dicha expresión: se triplicó el número de electores por mesa; se complicó sobremanera la forma de elegir; no se dan las garantías de transparencia y de contabilización justa de dicha expresión; todo lo cual contribuirá aumentar la abstención y a que aparezca una indebida proporción de votos nulos producto de los vicios del proceso y de errores mecánico-ópticos de las máquinas lectoras, para no considerar la posibilidad técnica, que siempre existe en ausencia de ética política y de controles suficientes, de pre-programar las máquinas para que arrojen resultados pre-establecidos. Este es el escenario para la comisión de fraude.
Primera conclusión: Si no se actúa de otra manera ¿cuáles reacciones masivas se pueden esperar frente a tal atropello? Muy pocas. Se continuarán inventando -como en el pasado reciente- innumerables mitos sobre la participación del deformado concepto de «soberano», basados en el activismo político parcializado y demagógico de unos pocos, lo que será reflejado en descarada manipulación y engaño a la verdadera voluntad de la mayoría. Queda, como única salida, la posibilidad de una presencia activa y organizada de la sociedad civil.
2) ¿Cómo aglutinar la atomización de posiciones de la sociedad civil para realizar el potencial pleno y real de cada pieza en el tablero del juego democrático?
Ello es posible si se sincronizan las acciones parciales de sus diversos sectores, conforme a un denominador común, o visión mínima concertada del país deseado, con el objeto de perfilar una estrategia efectiva para derrotar a las oscuras fuerzas del totalitarismo que, con grave inminencia, nos amenazan. Esa Visión de País, expresada en términos simples y breves para que permitan una fácil identificación con la misma, puede plantearse de la siguiente manera:
«Un país próspero, donde los miembros de la población se dediquen a actividades productivas que redunden en riqueza real para la nación y se traduzca en auténticas posibilidades de su desarrollo como personas, conforme a la vocación de cada cual, y en sustento digno para todas ellas y sus familias, de acuerdo con el valor de su producción y esfuerzo personal o comunitario; donde la actividad del gobierno se limite, conforme a un sano y bien entendido principio de subsidiaridad, a señalar y apuntalar las grandes directrices de la economía interviniendo sólo en estricta prioridad del Bien Común General; a mantener el orden y la seguridad física y jurídica de los habitantes; a garantizar la salud y a fomentar una educación para ser aplicada de manera práctica en la vida, de manera que redunde en ciudadanos ética y humanamente preparados, y económicamente productivos; donde la sociedad civil, organizada en torno a objetivos comunes, sea el verdadero motor del país, sustento de su riqueza y eje de su actividad; donde los desacuerdos y desafueros sean resueltos mediante un sistema de aplicación de justicia rápido, económico, imparcial, objetivo y por todos conocido; donde la creación de riqueza real en el país tienda a resolver, mediante mecanismos de justicia social, la tragedia de la pobreza y los grandes problemas sociales existentes; donde los ciudadanos comprendan el valor de trabajar unidos para alcanzar mayores niveles de bienestar material y espiritual.»
Los conceptos básicos subyacentes en esta Visión de País son:
a) La Sociedad Política (que en este contexto quiere decir la República, no la Nación que se entiende como Comunidad) es dirigida por los responsables (gobierno) del Estado (que es una parte especializada de la Sociedad Política), dentro de los canales y controles de un Estado de Derecho, hacia la realización concreta del Bien Común General entendido como fin de la Sociedad Política (cuyo alcance resume la Visión de País).
b) La persona humana es el primer valor que contempla la noción de Bien Común General: la posibilidad de realización de cada persona es una aspiración irrenunciable, que debe irse concretando efectivamente en el tiempo. Todas las personas humanas son iguales en su esencia y distintas en su existencia; por ello, la verdad de la igualdad democrática es el ser una igualdad de proporción, valga decir, cada cual debe gozar de igualdad de oportunidades para realizar, en el seno de la Sociedad Política (República), su singular vocación de persona.
c) La democracia es el sistema mediante el cual esto puede lograrse, entendido que en su base está el respeto a la dignidad de la persona (de cada persona real) y que la igualdad es aquélla de proporción y no la individual de los abstractos ciudadanos «iguales en el vacío» de la democracia clásica. La democracia, más que un sistema político, es una actitud según la cual cada uno de los miembros de la Sociedad Política se siente involucrado en la realización de la Obra Común, de cuya construcción tiene su cuota de responsabilidad y de cuyos frutos tiene su cuota de beneficios.
d) La noción de libertad parte del hecho de que toda persona es libre, en el sentido de libertad interior o libre albedrío. Es un dato esencial constitutivo de la persona que no se discute, pues es evidente. Pero la libertad externa, o libertad de independencia, se logra o conquista en el seno de la Sociedad mediante el esfuerzo común. La libertad interior de cada cual se pone al servicio del logro de un mayor «quantum» de libertad externa o de independencia para sí y para todos los miembros de la Sociedad.
e) La Justicia, como orden que realiza la igualdad entre el dar y el recibir en sus expresiones conmutativa, distributiva y general, incluye la forma social a fin de restablecer la equidad entre los socialmente fuertes y los socialmente débiles derrumbada por los acontecimientos históricos vividos por la Sociedad moderna, en general, y por la Sociedad venezolana, en particular.
La Sociedad democrática descansa en la afirmación de la familia como núcleo generador de la misma Sociedad; en el valor del trabajo como generador de riqueza material, intelectual, ética y estética; en la propiedad como expresión legítima del trabajo y base material para la afirmación de la persona y en la prioridad del más ser sobre el más tener, como objetivo operante del Bien Común General.
3) ¿A qué árbitro(s) acudir -si ello aún tiene sentido- para restituir el orden justo en el tablero (restituir el Estado de Derecho)?
Ante esta interrogante nos replanteamos: ¿Es que hay en realidad, en la Venezuela de hoy, árbitros imparciales a quienes acudir? En una sociedad moderna y realmente democrática, «el soberano» es el árbitro legítimo. En Venezuela, ¿está nuestro «soberano» en capacidad de ejercer su función democrática natural? Por supuesto que no. Mientras «el soberano» sea MASA y no PUEBLO, no es más que relleno: jamás ha intervenido -ni intervendrá- como verdadero protagonista, ni en Venezuela ni en ninguna parte.
El gran dilema es que «el pueblo» ha demostrado, una y otra vez, poco discernimiento en la escogencia de los hombres más idóneos para conducir los destinos de la nación venezolana y esto es válido tanto para los muy ignorantes como para los muy ilustrados. Eso será siempre así, mientras la indispensable tarea educativa, que anteriormente indicábamos, no haya dado sus frutos con alcances significativos. Entonces, es imprescindible establecer -cuando haya desaparecido lo que necesariamente tiene que desaparecer- mecanismos constitucionales de calificación que, con reconocida solvencia e imparcialidad, puedan impedir que quienes no llenen ciertos requisitos de conocimientos y experiencias, accedan, como paracaidistas o aventureros, a posiciones claves en la conducción del Estado. Tal calificación (no necesariamente títulos académicos) implica haber obtenido la experiencia, los márgenes de equilibrio psicológico, la información sobre la realidad inherente al cargo (Presidente, Parlamentario, juez de la Corte, Fiscal, Contralor, Gobernador, etc.), la realidad del país y sobre los grandes problemas del mundo. En las últimas elecciones presidenciales del 98, las Academias (podría ser una de esas instancias) hicieron conocer su «calificación» respecto a los candidatos que entonces se presentaron y, quienes se informaron debidamente, recordarán que la bella rubia y el hombre de la verruga fueron absolutamente descalificados con la más baja apreciación y, sin embargo… Ello es muestra patética de una de las imperfecciones de la democracia como sistema político, que es menester subsanar.
4) ¿Cuándo y cómo será la mejor forma o procedimiento para patear el tablero y acabar con el juego, una vez agotadas todas las instancias?
¿Se habrán agotado ya todas las instancias y es que aún tampoco nos damos cuenta de ello? Sin lugar a dudas, aún no se han agotado, pero muchos todavía no se dan cuenta de que estamos en el filo de ese límite. Sin la presencia de mecanismos idóneos de transparencia y confiabilidad de los escrutinios, los resultados electorales serán cuestionados por los perdedores al considerarse trampeados por sus opositores. De tal forma, no habrá victoria alguna que transpire legitimidad. Bajo tales condiciones sería difícil evitar el caos. Para quienes defendemos la institucionalidad y el Estado de Derecho, no hay otra salida que el terminar de articular un Frente Cívico Institucional entre todas las fuerzas vivas democráticas que nos quedan (partidos de la oposición, CTV, Fedecámaras, Conindustria, Consecomercio, gremios, diversas ONG, FIM, etc.), bajo un denominador común que les cohesione y fortalezca para contrarrestar el abuso y el atropello del actual régimen. Esta nueva fuerza cohesionada tendrá que exigir al gobierno juego limpio, a través del cumplimiento de una lista de exigencias, y le dará un lapso perentorio para que actúe consecuentemente. Ante la posibilidad de que el gobierno haga caso omiso de tales exigencias, o actúe en forma contraria a lo exigido, este Frente Cívico convocará a un paro nacional, por un tiempo a determinar, para mostrarle al gobierno de que el asunto va en serio. Si aún así no hay una respuesta favorable, quedarán mas que evidenciadas y expuestas las intenciones totalitarias y perversas de este régimen y, sólo entonces, justificadas las condiciones para proceder a patear la mesa e ir a la DESOBEDIENCIA CIVIL generalizada, que será el «Jaque Mate» que dará victoria al equipo que lucha por una verdadera democracia.
Se dará entonces, con este planteamiento, a una nueva partida, al inicio de otro nuevo ciclo. Lo que hoy no podemos temer es a la incertidumbre inherente a este inevitable desenlace, sino a la certidumbre de la tiranía totalitaria ya en marcha.
Finalmente: ¿Cuándo será el momento de «patear la mesa»? Según lo determine la situación, como anteriormente señalábamos: 1) Si se pretende realizar elecciones sin suficientes controles que garanticen la transparencia y la confiabilidad de los escrutinios para que reflejen fielmente la voluntad popular; 2) Si se pretende realizar solamente la elección presidencial; 3) Si las elecciones son amañadas y se determinan fraudes determinantes de sus resultados; 4) Si el resultado legítimo de las elecciones es desconocido; 5) Si deliberadamente se altera el orden público y se compromete la paz ciudadana con el fin de provocar un caos y argumentar, gracias a la confusión, la justificación de la necesidad de prorrogar ilegal e ilegítimamente (una vez más) la continuación de la actual situación de-facto. De ocurrir cualquiera de estas circunstancias, quedarán justificadas las acciones anteriormente señaladas que conduzcan y culminen en la DESOBEDIENCIA CIVIL, conforme lo establece la Constitución Bolivariana.