La peor página de nuestra Historia Republicana
Como en los años 70 me enteré que Douglas Bravo, después de derrotada la invasión castrista en Venezuela, había propuesto cambiar la lucha armada de las derrotadas guerrillas por la progresiva penetración de las FFAA, para así derrocar al gobierno democrático que estuviese de turno una vez alcanzado un suficiente grupo de militares comunizados en dichas fuerzas, lo que se intentó con los 4 golpes fracasados a lo largo de la década de los años 80, entendí que ese oficial, apellidado Chávez, sería uno de los infiltrados dentro de nuestras FFAA.
Después, poco a poco, en diferentes comentarios de amigos y, más tarde, de manera especial mediante los libros escritos por el fallecido Alberto Garrido, pude entender más las características e ideas de quien llegara a ser candidato vencedor en las elecciones de 1998 y alcanzar la Presidencia. Como embajador en Italia, hube de recibirle la tarde del 15 de enero de 1999 en Roma, en visita que hiciera Chávez como Presidente electo. Encontré personalmente a una persona de características muy venezolanas: un dialogante de clara simpatía y singular inteligencia, astuto en su conversar, ágil en su responder pero que cuando en el hablar se le decía algo que no compartía no podía disimular la dureza de su carácter. Unas lecturas que realicé mucho después de ese encuentro, me revelaron que se trataba de una persona, por una parte bastante sufrida y por la otra muy sensible ante los males padecidos por sus semejantes. En un libro escrito por Juan Carlos Zapata titulado “Plomo más Plomo es Guerra”[1] el autor escribe refiriéndose a Chávez: “Chávez se encuentra en la zona un cementerio de guerrilleros. Eso lo hace reflexionar. Un año después, 1976, persigue por la región del Nula una patrulla de guerrilleros. Otra vez reflexiona y lo cuenta a Blanco Muñoz: <<Guerra de guerras, ejército, pueblo miserable, niño muerto. Entonces uno que viene de abajo…, la reflexión es mayor>>”. Luego, el mismo autor anota: “la observación del modelo político venezolano. Ahí comienza el choque contra el <<establecimiento militar>>. El mito Chávez empieza a estar en los labios de los amigos más cercanos. Es el subteniente que come con los subalternos. Que se opone al castigo físico de los soldados. Que observa la corrupción en los altos mandos y ve la miseria en la tropa.”[2]
Su original astucia, conduce a Chávez a que, al iniciar su gobierno, oculte los planes que ha venido forjando para ejercer su mandato. Un grupo de importantes políticos e intelectuales es llamado para asesorarle durante ese comienzo. Pero su natural violencia e incontrolable ego pronto no le impiden que comiencen a manifestarse rasgos de las metas que constituyen su llamado “proyecto.”: Convoca, casi de inmediato, al establecimiento de una Asamblea Constituyente no prevista en la vigente entonces Constitución de 1961. La Corte Suprema de Justicia se opone, pero es amenazada por el Presidente y la ilegal convocatoria se produce, con escrito de su propia mano. La Asamblea se convoca sin que se le fije quorum y, a la votación concurre poco más del 30% de los venezolanos. El gobierno vence con reducida mayoría, pero una treta inspirada en las loterías le da mayoría de un 90% al gobierno. Progresivamente, el verdadero Chávez muestra clara y públicamente la realidad de su proyecto.
Un infortunado tumor canceroso comienza a afectar al Presidente desde al año 2011. Escoge para su recuperación a la medicina de Cuba, pero fallece, según informaciones más confiables que las del gobierno, entre el 30 o 31 de diciembre de 2012. Mientras tanto, apoyada por el TSJ, la Asamblea Nacional decide aprobar que Nicolás Maduro asuma de manera provisional la Presidencia. Luego, el designado ad interim, inconstitucionalmente presenta su candidatura presidencial y vence, sospechosamente, en las elecciones de abril 2013. El CNE le hace presidente sin permitir que la oposición revise los cuadernos de votación. Una vez más se reproduce el fraude iniciado burdamente en la elección inconstitucional de la Constituyente y perfeccionado paulatinamente desde el referendo revocatorio presidencial del 2004.
Si bien el Presidente Chávez supo, con mucha inteligencia, retroceder cuando las circunstancias políticas lo ameritaban, el señor Maduro parece no haber aprendido, de su “maestro”, cómo debe oportunamente retroceder cuando es necesario. Su inexperiencia y la ausencia que parece sufrir de asesores inteligentes y confiables, lo está conduciendo por un camino minado de dificultades que jamás hubiese recorrido el difunto Presidente Chávez. Ello lo ha llevado –como a todos los venezolanos partidarios o no del gobierno— a una situación sumamente conflictiva como la que estamos viviendo todos los venezolanos en estas horas que, sin dudas, se presentan como las más aciagas de nuestra historia republicana.
El barco se hunde, señor Maduro. Su hundimiento ha causado ya la muerte de numerosos compatriotas partidarios y no partidarios del gobierno. ¿Qué quiere Usted? ¿Una guerra intestina que acabe con este país de tan noble población? ¿Qué camino le queda a Usted? ¿Será verdad que no es Ud. venezolano? Vea bien que no tiene posibilidad alguna de superar lo que está ocurriendo: piense en los beneficios de su renuncia.
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