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Jesús Aguilar está listo para el 2019

¿Qué hacía un bateador de 35 jonrones en una temporada de Grandes Ligas jugando en el béisbol invernal apenas unas semanas después? Jesús Aguilar tiene una respuesta rápida para quien tenga la duda: Alistándose para vivir una cosecha igual o mejor en el torneo de MLB que está por comenzar.

El toletero de los Cerveceros de Milwaukee regresó a Venezuela, después de ser figura de los lupulosos en los playoffs. Entre diciembre y enero fue a batear 121 veces con los Tigres de Aragua–incluyendo una línea de .259/.323/.556 en la postemporada, con dos cuadrangulares y un OPS de .878–y completó lo que espera haya sido su preparación para llegar en plena forma a los entrenamientos primaverales.

Pero el inicialista no solamente utilizó la LVBP como su gimnasio particular. Además, se dio el gusto de cumplir un sueño de la niñez al actuar como local en el estadio José Pérez Colmenares, el principal escenario deportivo de su ciudad natal.

Aguilar fue protagonista en 2018 del cambio de peloteros más sonado en este país tan amante de la pelota, donde un astro de los diamantes puede ser más querido y popular que las principales estrellas de la música o la televisión. Los Leones del Caracas, uno de los clubes con más seguidores en la tierra de Luis Aparicio, le enviaron a los Tigres de Aragua en una transacción que involucró a cinco peloteros, y el aragüeño le dio la bienvenida a ese canje, pues significó un reencuentro con viejos amigos y vecinos de la infancia.

«Después del cambio, quería jugar en mi casa, delante de mi familia», confesó el bateador derecho. «El recibimiento del público en Maracay fue bastante positivo. No me puedo quejar. Estoy contento por toda la gente que fue al estadio a verme, gente que no puede ir a Estados Unidos. Fue lo que me esperaba».

Aguilar nació en la capital aragüeña el 30 de junio de 1990. Es contemporáneo y coterráneo de José Altuve, el tres veces campeón bate de la Liga Americana que vio la luz en Puerto Cabello, pero se crio en la Ciudad Jardín. Circulan en las redes sociales algunas fotografías de ambos posando juntos, en aquellos tiempos en los que crecían en las pequeñas ligas locales.

Ya entonces era evidente la diferencia de estatura entre ambos. Aunque los dos asistieron al pasado Juego de Estrellas y brillaron en la Gran Carpa, el camarero ahora prefiere descansar durante el receso entre campañas.

«Esta pelota todos los años te trae algo nuevo», explicó Aguilar, al justificar que él siga jugando en Venezuela cada fin de calendario. «Seguro que sí, se aprenden nuevas cosas. Y me ayuda, mentalmente. Me hacen más fuerte el fanático y el público que viene a vernos, porque siempre te están exigiendo. Eso me ha ayudado a ser lo que soy hoy en día. Mientras pueda hacerlo, voy a seguir jugando aquí».

Sabe que es un riesgo. Todavía no es dueño de un contrato importante en las Mayores, pero pronto va a conseguirlo si repite desempeños como el de su consagración en Milwaukee. Al mismo tiempo, piensa que necesita jugar en el invierno boreal, para continuar con su desarrollo en el norte.

«Le debo mucho a este béisbol», aseveró. «Desde que llegué aquí, en 2011, he tenido la oportunidad de jugar con grandes peloteros que mentalmente me han hecho fuerte. Trato de cuidarme y hacer las cosas con profesionalismo, hacer lo mejor y al mismo tiempo prepararme para el Spring Training. Esta es mi preparación para llegar lo más listo posible».

Los Cerveceros lo saben. O al menos, él cree que es así. Porque no hablaron mucho mientras defendía a los bengalíes en su urbe natal, pero sí fue un tema que tocaron antes de empezar sus vacaciones: «Les expliqué que ese 2018 tan productivo comenzó aquí. Es mi preparación para los entrenamientos primaverales. Y gracias a Dios, lo entienden».

Sus Tigres quedaron eliminados a mediados de enero y su plan, de todos modos, era mantenerse activo hasta el día 20. Quería tener un mes de pausa, dedicarse a su preparación física antes de viajar para cumplir con algunos compromisos con los Cerveceros y sumarse luego al complejo de prácticas ubicado en Phoenix.

Aguilar tiene muy en claro que hay grandes expectativas con él, luego de protagonizar una justa clamorosa, en la que dejó una línea de .274/.352/.539 con 108 empujadas y .890 de OPS. Sin embargo, no se apremia por las exigencias que puedan tener los demás.

«El año pasado salí simplemente a jugar béisbol», recordó. «No me puse ningún tipo de números o límites, y es básicamente lo mismo que tengo planteado ahora. Lo hice en 2018 y me salió de manera tremenda. Tengo un poquito más de responsabilidad, porque en las Grandes Ligas ya saben quién soy y deberé tener un mayor enfoque, hacer más ajustes. Pero únicamente debo salir a hacer lo que sé hacer. Es lo único que puedo controlar».

Por eso pasó por Venezuela, una vez más: Para buscar el ritmo y la confianza que le permitan volver a brillar.

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