Golpe comunista de estado I
Dice Emilio Figueredo, con mucho acierto, en reciente editorial de la
revista Venezuela Analítica ( on line): » A veces es necesario leer la
historia para poder discernir el futuro, aunque está claro que ella no
se repite en forma idéntica. Sin embargo, pareciera que las tendencias
para asegurar una mayor concentración de poder personal si tienen un
patrón básico claro y reconocible .» Es de notar que ese patrón
básico obedece a leyes que la ciencia política formula a partir de
comportamientos humanos en el cuerpo social, de la misma manera como
la psicología deduce comportamientos de los individuos-persona según
prototipos y la ética puede establecer reglas morales de
comportamiento social o personal.
(%=Image(5678455,»LRCN»)%) Como ejemplo al gusto de los auténticos golpistas, el 18 de Brumario,fecha del Calendario republicano francés, que correspondía al 9 de
noviembre del calendario gregoriano. Ese día del 1799, octavo año de
la República, Napoleón Bonaparte dio un golpe de Estado apoyado en el
ejército y en sectores populares deslumbrados por sus éxitos
militares. Con la excusa de una falsa conspiración jacobina, reunió al
Consejo de Ancianos en Saint Cloud, burgo vecino a París, contando con
la complicidad de sus adquiridos aliados Sièyes y Roger Ducos. Apoyado
en el ejército, Bonaparte secuestró a la Asamblea y la obligó a
nombrar tres Cónsules provisionales, grupo que encabezaría él mismo y
completaban sus cómplices Sièyes y Ducos, con la condición de que el
desempeño del Consulado se haría en orden alfabético, lo que le
aseguró que sólo él lo ejercería. Como paso inmediato impuso una
reforma constitucional supuestamente para «terminar con la corrupción
y reestructurar el Estado». Desde entonces, el 18 de Brumario se
convirtió en una suerte de prototipo de los golpes de Estado.
Ese golpe de estado de Napoleón le llevó, el 2 de diciembre de 1804, a
ser Emperador de Francia . Durante mucho tiempo, se ha relacionado la
fecha 18 de Brumario con el concepto de golpe de estado. Así, en 1851,
Karl Marx publicó su obra «El 18 de Brumario de Luis Bonaparte» [1].
(%=Image(1801282,»LRCN»)%)Marx inició esta obra recordando una expresión de Hegel quien » dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la
historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces «. «Pero
–prosigue Marx- se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la
otra como farsa». . . » ¡Y a la misma caricatura en las circunstancias
que acompañan a la segunda edición del Dieciocho Brumario! «.
«Los hombres hacen su propia historia » -y continúa Marx,
determinista-, «pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo
circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas
circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les
han sido legadas por el pasado. La tradición de todas las generaciones
muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando
éstos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar
las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis
revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su exilio
los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas
de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este
lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia
universal » . . . «y la revolución de 1848 no supo hacer nada mejor
que parodiar aquí al 1789 y allá la tradición revolucionaria de 1793 a
1795. Es como el principiante que ha aprendido un idioma nuevo: lo
traduce siempre a su idioma nativo, pero sólo se asimila el espíritu
del nuevo idioma y sólo es capaz de expresarse libremente en él cuando
se mueve dentro de él sin reminiscencias y olvida en él su lenguaje
natal «. . . «y la respuesta fue el 2 de diciembre de 1851. No sólo
obtuvieron la caricatura del viejo Napoleón, sino al propio viejo
Napoleón en caricatura, tal como necesariamente tiene que aparecer a
mediados del siglo XIX .». . . «Las revoluciones burguesas, como la
del siglo XVIII, avanzan arrolladoramente de éxito en éxito, sus
efectos dramáticos se atropellan, los hombres y las cosas parecen
iluminados por fuegos de artificio, el éxtasis es el espíritu de cada
día; pero estas revoluciones son de corta vida, llegan en seguida a su
apogeo y una larga depresión se apodera de la sociedad, antes de haber
aprendido a asimilarse serenamente los resultados de su período
impetuoso y agresivo «.
Es esta la poco marxista visión de Karl Marx sobre las revoluciones
burgueses de su tiempo. Otra distinta presenta para las revoluciones
que él denomina «proletarias»: «. . . se critican constantemente a
sí mismas, se interrumpen continuamente en su propia marcha, vuelven
sobre lo que parecía terminado, para comenzarlo de nuevo, se burlan
concienzuda y cruelmente de las indecisiones, de los lados flojos y de
la mezquindad de sus primeros intentos, parece que sólo derriban a su
adversario para que éste saque de la tierra nuevas fuerzas y vuelva a
levantarse más gigantesco frente a ellas, retroceden constantemente
aterradas ante la vaga enormidad de sus propios fines, hasta que se
crea una situación que no permite volverse atrás y las circunstancias
mismas gritan: Hic Rhodus, hic salta ! (¡ Aquí está la rosa, baila
aquí ! ) .»
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DE LA REVOLUCIÓN «BOLIVARIANA».
1) Ciertamente, vivimos una revolución en Venezuela que algunos
ilusos tratan de profundizar, pero revolución burguesa, pues la gran
mayoría de sus actores apenas son una reducida fracción de esos
venezolanos que siempre han aspirado acceder en plenitud a tal
calificación social (por lo demás, en propiedad histórica,
absolutamente inexistente en un territorio y en un Continente que
nunca abrigó el fenómeno burgués tal y como se produjo en casi nueve
siglos de la historia de Europa) ¿Se trata de pequeños burgueses?
Tal sector, al cobijo de la demagógica prédica de masas – que no de
pueblo- de su mesiánico caudillo y al amparo de la total impunidad,
garantizada de hecho para todo acto de corrupción (peculado, etc.)
realizado por los responsables del Estado, ha asaltado el erario de la
República y dado a luz una nueva clase de los mismos contornos y
características que señalara Milovan Djilos en su famoso libro «La
Nueva Clase».
2) Revolución de corta vida, como lo apuntaba Marx en su citado
libro «El 18 de Brumario», pues «una larga depresión se apodera de la
sociedad», cuyas víctimas fundamentales no son la inexistente
«oligarquía» criolla que dice perseguir, y ni siquiera la pseudo
burguesía nacional, sino ese proletariado que dicen defender y que,
como nunca antes, habrá de vivir desencanto, frustración y rabia ante
el engaño gigantesco con el que se le ha venido utilizando para
justificar toda clase de fechorías.
· Pero lo apuntado en los anteriores numerales no significa
que ésto no sea una revolución: lo es en su forma y en su fondo.
Será «pequeño burguesa», pero aspira cambiar aceleradamente todas las
estructuras, relaciones e instituciones de la realidad nacional y eso
es revolución;
· Lo de «corta vida» tampoco significa, necesariamente, que
ésto vaya a durar poco o muy poco. Por lo pronto ya el «proceso» va
por ocho años, aunque mantenido en equilibrio inestable. Lo que en
todo caso significa es que no es sustentable pues, con las excepciones
de siempre:
1º) carece de suficientes talentos en su seno aunque haya cerca de una
decena de personas capaces de crear y de poner en marcha – como lo
está- el desarrollo del «proceso», pero sin que eso baste para la
inmensa tarea que ello significa;
2º) el resto de la dirigencia «revolucionaria» adolece de una inmensa
incapacidad intelectual y mental, así como de una falta de compromiso
real con la revolución emprendida, de la cual apenas pretenden el
disfrute hedonístico de las riquezas mal habidas así como las
prerrogativas del abuso del poder.
LA LEY HABILITANTE 2007
Los meses de diciembre de 2006 y enero de 2007 marcarán fechas muy
oscuras en los anales de la historia patria. Los desbocados
discursos de la persona que – gracias a sus incontrolable narcisimo
y total carencia de ética, así como a la benevolente aceptación de
desconocidos resultados electorales por parte de una dirigencia
opositora más que negligente – todavía ejerce la presidencia de la
República, presagian horas muy inciertas en el devenir de esta Nación
digna de mejor destino.
La revolución -por supuesto, en boca de su creador y vocero único-
de nuevo apela al insustancial concepto de «poder soberano
originario», el mismo invocado, por vez primera entre nosotros, en la
ocasión de la inconstitucional convocatoria, mediante referendo
consultivo, de la espúrea Asamblea Nacional Constituyente que se
instaló en 1999.
Con la habilidad y ligereza que le caracteriza en eso de encadenar
frases mal asimiladas, interpretar significados opuestos y torcer
verbos, el primer malabarista del país se dio al trabajo de engarzar
en el mismo tren, que arrastra la locomotora de «lêtat cest moi», la
tesis de la soberanía para fundamentar el absolutismo de Jean Bodin,
el radicalismo revolucionario de la Montaña Jacobina, la máxima de la
separación de los poderes del constitucionalismo de Montesquieu y
luego Locke y la Voluntad General de Jean Jacques Rousseau. ¡Admirable
obra jurídica y filosófica de carpintería subrealista! ¿Candidatura
al Premio Nobel en Ciencia Política? ¡Todo para justificar el pito de
la locomotora! ¡Cest moi, cest moi!
Napoleón I, nació en París y terminó como el emperador Napoleón III (
1852 – 1870).