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El fundamental valor de la verdad y de los principios

Ante la dictadura del relativismo que se va imponiendo en el mundo, se evidencia que el tener una fe clara y saber defenderla, es la única alternativa en el tiempo presente. Esto quedó demostrado ayer, en el Hemiciclo del Palacio Legislativo, en el que se reune la Asambela Nacional cuando, en ese recinto, resonó la voz clara, firme y valerosa del Cardenal Arzobispo de Caracas, Monseñor Jorge Urosa Sabino. Para muchos, entre los venezolanos fieles de la Iglesia Católica o no, la “invitación” recibida por el Cardenal Urosa estaba cargada de amenazantes nubarrones. Los previos y repetidos insultos proferidos por el Jefe del Estado y los repetidos dentro y fuera del Hemiciclo por quienes la sal popular ha llamado “focas”, nada bueno y sano anunciaban. Tal vez, en la mente del mismo Cardenal pasó aquella expresión de Jesús a sus discipulos que el Evangelista Marcos recoge en su Evangelio (13,9-11): “Ocúpense de ustedes mismos. Los entregarán a los tribunales, los apalearán en las sinagogas, y por mi causa comparecerán ante magistrados y reyes para dar testimonio ante él”. Y, con su fe profunda, seguramente se abandonó al Espíritu recordando lo posterior del versículo que contiene el consejo de Jesús: “Cuando los conduzcan para entregarlos, no se preocupen por lo que tengan que decir; lo que Dios les inspire en aquel momento es lo que dirán, porque no serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu Santo”. La Iglesia no puede hacer callar el espíritu de la verdad, como lo señalara el Papa Benedicto XVI. En efecto, sólo la verdad hace que creamos en Cristo muerto y resucitado. En este mundo de hoy, en el que reina el relativismo, es evidente que se ha producido la absolutización de la libertad, cuya principal consecuencia ha sido el independizarla de la verdad tan afectada por la reinante tendencia relativista. Este problema, de muy grave significado ético y existencial, condujo al Papa Juan Pablo II a escribir, en 1993, la Carta Encíclica “Veritatis splendor”, en la que el tema antes referido constituyó argumento capital. La doctrina de Santo Tomás de Aquino enseña que existe fundamental dependencia de la libertad respecto a la verdad, según la cual aquélla está ordenada a ésta, aparte de seguir las básicas orientaciones de la ley natural, la naturaleza humana y el objeto del acto moral. Recordemos que la ley natural es participación, mediante la razón, del ser humano en la ley eterna que rige toda la Creación, y que se traduce, en lo que León XIII llamó (Encíclica Libertas praestantissimun) “la propia razón humana que ordena hacer el bien e intima no pecar”, pues, en el sentido de la “Veritatis splendor” de J.P.II., “porque la razón que la promulga es propia de la naturaleza humana” y, por tanto, no existe en los seres irracionales. Estas consideraciones son pertinentes con relación a la reunión de ayer en el Capitolio (por cierto apellidado Federal). Primero, porque el Cardenal dijo simplemente la verdad porque se lo impone su convicción y su Fe. Y segundo porque, seguramente, buena proporción de los parlamentarios asistentes ignoran estas cosas, y no se les haya ocurrido que el Cardenal dijo lo que dijo, pero que eso era mentira. No escribo lo último con ánimo descalificatorio alguno, sino, simplemente, porque sabemos que, fieles al pensamiento comunista, dicen sólo lo que conviene a los intereses del partido o de la “revolución” que, normalmente, están totalmente divorciados de la verdad.

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