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Ante la hora cercana

Al acercársenos el 3D y el normal agitarse de dudas y temores, debemos
los venezolanos todos -y no sólo quienes, demócratas, aspiramos a
superar la amenazante situación levantada, paso a paso, por el régimen
que se ha hecho de todo el poder en el país- asumir, en primer
lugar, una conducta serena que nos permita recorrer todas las
condiciones que favorecen nuestras intenciones y todos los obstáculos
que conforman esa amenaza.

La primera y gran condición positiva es la del logro de la unidad
alcanzada por el pueblo opositor. Unidad construida en torno a quien
ha demostrado ser un gran candidato: Manuel Rosales.

Las características personales de Rosales le han facilitado llegar
rápidamente al corazón y a la conciencia de la gran mayoría de los
venezolanos. El Candidato es un político llano. No aspira a ser líder
mundial. No se cree portento de la sabiduría y no expone con baratas
citas esa creencia. Es un ser sencillo, directo en su lenguaje y de
fáciles respuestas que desconciertan a sus oponentes, pero sin
ofenderlos. Es un hombre de paz, que no habla de fusiles, ni de
batallones o pelotones. Que no insulta ni amenaza; que ofrece
reconciliación a los venezolanos en vez de odios y muerte. Su mente es
equilibrada, como lo es la expresión de sus sentimientos y de su valor
y coraje… en fin, es un ser humano normal, con digna esposa una y
bella familia.

Otra segunda condición es la de que Rosales tiene un equipo sólido.

Quizás Teodoro, quien es político que conoce su asunto, se dio cuenta
de esta importante circunstancia. Se trata de un equipo serio, que no
está inventando soluciones mágicas o inexistentes para los problemas
que debe afrontar, entre ellos -el más importante en la presente
etapa electoral- el de los múltiples, tramposos y tortuosos
vericuetos electorales que, sin cesar y constante, va inventando este
gobierno. He podido observar, de manera personal y por los medios de
comunicación, que ese equipo -y por supuesto el Candidato- tienen
plena conciencia de las dificultades propias el terreno en el que
están actuando.

Esto, en poco tiempo, lo ha constatado el país todo y ello explica el
desborde del apoyo que ha brindado a Rosales en tan poco tiempo de
campaña. No tengo en la memoria caso anterior parecido. Las campañas
electorales del pasado democrático alcanzaron momentos de grandes
movilizaciones ciudadanas y en varias de ella fue notable el apoyo
multitudinario en favor de ciertos candidatos que luego fueron
electos, pero jamás eso se produjo en apenas dos meses como en este
caso de Manuel Rosales. Claro está, con la sola excepción de la
elección de Rómulo Betancourt en 1958, tampoco la democracia
venezolana vivió, como hoy, el riesgo de perderse.

El impresionante y contundente apoyo que el país ha dado a Rosales es
garantía segura de éxito electoral. Desechen los números de encuestas
que, en ese sentido, puedan preocuparles. Pienso que si los
responsables de las mismas se tomaran el tiempo de analizarlas
debidamente, sería mucho menor la confusión que generarían. Creo sea
deber de sus realizadores el no limitarse a la presentación de números
fríos, sino el de realizar análisis en profundidad sobre lo que
muestran las preguntas que muchas veces acompañan a tales números. Es
como si un ingeniero, para el ejemplo de suelos, hace unas
perforaciones para determinar la capacidad de resistencia en un
terreno determinado. Las pruebas directas sobre las áreas de apoyo de
las fundaciones de un edificio pueden arrojar resultados aparentemente
satisfactorios respecto a la resistencia del suelo en dichos lugares.

Pero el ingeniero no podría omitir en su informe al cliente que
existiera un estrato de arcilla expansiva bajo la profundidad
alcanzada por sus exploraciones y que cursos de agua subterránea
pudieran modificar las condiciones de estabilidad general del suelo.

Igualmente, se podría pensar en un ejemplo similar en el caso de un
médico, de un economista o de otro tipo de profesional.

¿Y qué dicen las encuestas en sus preguntas «complementarias» que no
son las meras declaraciones de intenciones de votos cuantificadas?
¡Cuál es la respuesta a preguntas como la de si los encuestados desean
para Venezuela el modelo cubano? ¡Más del 90% responde negativamente!
Lo mismo cuando se pregunta sobre el tema de una educación
ideologizante; o de la aceptación del comunismo como sistema
político, económico y social para nuestra Patria; o de la asunción por
parte del Estado de la formación privativa de nuestros hijos; o sobre
el control o incumbencia sobre nuestras maneras de practicar nuestras
fe religiosas; o sobre el apoyo o rechazo a la propiedad privada; o
sobre la inseguridad que vivimos o sobre la pobreza que padece la
inmensa mayoría de nuestros compatriotas.

¿Es posible, acaso, aceptar, que con las respuestas absolutamente
negativas a esas preguntas, el candidato oficial, «el tipo», pueda
tener 40%, 50% o más como porcentajes favor del candidato comunista,
rojo rojito a confesión suya? ¡No señor! No es posible. Y no digo que
mientan los encuestadores, pero si que entiendo que su deber
profesional les impone explicar, como debido, esas preguntas y sus
significados en el contexto electoral de lo que se avecina para el 3
de diciembre.

Lo anterior no quiere decir que haya yo abandonado lo que he sostenido
desde 1997: que éste es un proyecto para instalar definitivamente en
nuestro país libertario un sistema totalitario de gobierno de signo
comunista estaliniano con todas las características propias de dichos
regímenes, comunes al fascismo y a todo modelo totalitario; que este
es un horrendo propósito para, con el apoyo económico y la posición
geopolítica de Venezuela, desatar, en la humanidad toda, una guerra
bihemisférica, que enfrente al Sur pobre y subdesarrollado (en vías de
ulterior subdesarrollo) a un Norte cada vez más desarrollado y
avanzado en todas las manifestaciones de la cultura y del saber y, en
particular, en las ramas de la ciencia y la tecnología, al mismo
tiempo que enfrenta un Oriente que se siente cultural y religiosamente
menospreciado por un Occidente altivo e insensible a sus necesidades
humanas y espirituales.

Tampoco quiere decir esto, que crea ahora que la vía electoral es un
camino libre de obstáculos, de trampas que ya hemos experimentado y de
graves amenazas contra las vidas de todos nosotros, quienes
combatiremos hasta el fin contra este alocado «proyecto». No. Pero si
siento que en Manuel Rosales hemos ¡al fin! encontrado ese ARIETE, que
puede derrumbar la puerta de la fortaleza en la que se atrinchera el
régimen, siempre que cuente con todo nuestro apoyo, nuestro
irrestricto apoyo, en la calle o dónde sea, para librar a Venezuela
del horror que la amenaza.

¿Nos atreveremos? ¡Tengo la convicción de que si lo haremos!

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