Yo escribía en TalCual
Ya se sabe, más no lo suficiente, que el periódico TalCual en su edición impresa diaria dejará de salir a la calle a partir del 27 de febrero sobre todo por el capricho, la venganza, de un funcionario del gobierno.
TalCual fue desde sus inicios una de las moradas dignas, de las pocas que quedan en Venezuela, para los que creyendo en la fuerza de las ideas apostamos por la emoción de las palabras y la libertad de expresión como pilares fundacionales del respeto a los derechos humanos y la democracia.
Con este objetivo se convirtió en un medio opositor para decir en público, a riesgo pero sin miedo, lo que cada vez más se diluye en cuchicheo y censura; un instrumento para educar el carácter civil y social que sin él permanecería inconcluso; ideas que en su ausencia habrían quedado huérfanas de réplica, debate y construcción de opinión pública, que en eso se basa en gran medida el papel de la inteligencia como madre propiciadora de diálogo más allá de nuestras diferencias. Y todo esto en un país que se revuelca en el infortunio de verse acorralado, sobre todo en lo que a su capacidad creadora se refiere, por los que se aferran al poder y no oyen. Y la palabra es una de esas perseguidas.
País decía, al que se ha intentado brutalizar con todos los recursos del odio, ya que el error, la prepotencia o la corrupción por sí solas no permitirían comprender en su totalidad la magnitud de este fracaso que no es producto tan solo de equivocaciones, por más continuadas, obstinadas y soberbias que sean, sino más bien desprecio.
Es odio como política de Estado, es vejación que sin llegar al brutal exterminio, se ha inventado una forma de ruina progresiva del otro, de su ciudadanía, por vías legales y para-legales y cobardemente aceptadas por tantísimos miembros de la comunidad internacional, para quienes valores y principios democráticos sin pedir más allá, son hazmerreir de burócratas y de jefes de estado y de gobierno que apuestan más bien por el pragmatismo sinvergüenza o la política de los tres monitos (ni oigo ni miro ni hablo) frente a lo que ocurre en sus propias narices y que hoy contamina a todos por doquier.
Porque las cosas no andan bien en el mundo. Por donde usted lo mire hay eventos concretos que apuntan hacia la destrucción y la barbarie mientras los líderes del mundo vagan a la deriva sin que quede la menor duda de que la maldad y el atropello siguen su curso a una velocidad inalcanzable.
En este mare mágnum TalCual deja un ejemplo, un rastro, una escuela de voluntad y tesón, arte de pelear contra las cuerdas, sin recursos materiales pero con principios y ahíncos, acompañado por gente que uno ni conocía ni aún conoce, pero sabía que compartía, comparte, ese dolor y orgullo ancestral de ser venezolanos.
A mí que me cuesta tanto despedirme de lo amado, a quién no, me niego a que sea luto lo que siento, es ánimo más bien, es rabia, todo junto, es ilusión del nieto que vendrá y anda en camino, porque a la patria la miro barrigona.
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