Yamani, devoto y sensato
El fallecimiento de Ahmed Zaki Yamani (1930-2021) es ocasión propicia para reflexionar sobre su impronta imperecedera en la industria mundial de los hidrocarburos. El abogado egresado de la Universidad del Cairo fue ministro de Petróleo y Recursos Naturales de Arabia Saudí entre 1962 y 1986. Con posgrados en las Facultades de Derecho de las Universidades de Harvard y Nueva York y doctorado en la Universidad de Exeter, Reino Unido, el teólogo nacido en la ciudad sagrada de La Meca, fue el consejero de mayor confianza del Príncipe Heredero y más tarde Rey Faisal bin Abdulaziz Al-Saud, desde 1958. En 1970, su país remplazó a Venezuela como primer exportador mundial de petróleo; posición que preserva hasta nuestros días.
Con reservas probadas de 267 millardos de barriles de petróleo crudo (las segundas mayores del planeta; pero las primeras de crudos livianos y medianos) y una producción de 9,8 millones de barriles diarios (MMBD, 2019), cualquier ministro de Petróleo del Reino Saudí puede ejercer una influencia decisiva en las decisiones de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), la institución que ostenta el 79,4% de las reservas probadas de La Tierra. Pero la ascendencia del devoto estudioso del islam fue mucho más allá durante su ejercicio como ministro, por su impecable formación académica, sus destrezas diplomáticas y habilidad negociadora, su aguda y cultivada inteligencia y su elegante caballerosidad y carisma personal.
Para los medios de comunicación y para la opinión pública de los países industrializados consumidores del hidrocarburo, el autor del libro El Derecho Islámico y otros asuntos contemporáneos(1968) fue el cerebro gris detrás del embargo petrolero árabe a Occidente durante la Guerra del Yom Kippur, el cual provocó una cuadruplicación de los precios del petróleo (hay que aclarar que no fue la OPEP la que decretó dicho embargo, sino la Organización de Países Árabes Exportadores de Petróleo – OAPEP).
Para quienes le conocimos de cerca en el seno de la OPEP en la década de los años 80, Yamani fue el hombre reflexivo y sensato, de trato cordial y hablar suave y pausado, que siempre advirtió acerca de los efectos perversos de los aumentos excesivos en los precios nominales y reales del petróleo, provocados, no por tendencias estructurales del mercado, sino por escaseces temporales de suministro generadas por conflictos geopolíticos como la precitada Guerra del Yom Kippur (1973-74), el derrocamiento del Sha de Irán (1978) y la guerra entre Irán e Iraq (1980-88). No hay duda de que las sempiternas crisis entre árabes e israelíes y la propia dinámica geopolítica dentro de los países islámicos del Medio Oriente, han afectado la operatividad y efectividad de la OPEP, la cual nunca ha podido formular una estrategia a largo plazo, a pesar de varios intentos fallidos.
Comoquiera que el mercado ocasional (spot) originaba espirales de alzas extraordinarias en las cotizaciones en tiempos de escasez forzada de suministros, especialmente durante los acontecimientos políticos de 1973-74 y 1979-81, era inevitable que en algún momento el consumo petrolero mundial comenzara a contraerse y la extracción de fuentes no pertenecientes a la OPEP se elevara considerablemente, como en efecto ocurrió entre 1974 y 1985. El jeque Yamani no dejó de advertirlo.
En 1982, la OPEP, por primera vez, se vio forzada a fijar cuotas de producción para defender los precios; pero las cotizaciones continuaron declinando por la reducción de la demanda y por el incumplimiento de las cuotas, así como por la sustitución del hidrocarburo por fuentes renovables de energía y las medidas conservacionistas aplicadas en las naciones consumidoras. Los exportadores radicales dentro de la OPEP clamaban por precios constantemente más altos, y Arabia Saudí y sus socios conservadores del Golfo Pérsico-Arábigo (Kuwait, Emiratos Árabes Unidos y Qatar) comenzaron a propiciar disminuciones programadas de los precios oficiales fijados por la OPEP, para mitigar la pérdida de mercado y apuntalar a la economía mundial, severamente afectada por las alzas desproporcionadas de los valores de exportación.
Cansada de ver su producción caer abruptamente (de 10,27 MMBD en 1980, a 3,6 MMBD en 1985, un 65% menos!), Arabia Saudí decidió, en setiembre de 1985, incrementar su extracción y firmar los acuerdos de “net-back,” que no fueron otra cosa que el abandono de la estructura de precios fijada por la OPEP, dejando que las cotizaciones de sus crudos flotaran con las declinantes tendencias del mercado. Seguidos por sus socios del Golfo, se decretó de facto una guerra de precios. Conforme a la teoría de los oligopolios, el ministro Yamani y sus colegas provocaron un colapso de los precios del crudo, los cuales en pocos meses bajaron de $28 a $8 por barril (crudo Árabe Liviano). Hubo crudos venezolanos como el Boscán que se cotizaron en $5/b. En estructuras oligopólicas, las cotizaciones detienen su caída en el costo marginal del productor más eficiente.
En diciembre de 1985, la Conferencia Ministerial de la OPEP decidió procurar una “participación justa en el mercado” y designó una Comisión Ministerial presidida por el ministro venezolano, Arturo Hernández Grisanti, quien fue nombrado presidente de la Organización. La Delegación de Venezuela, integrada por Alirio A. Parra, Félix Rossi-Guerrero, Mario A. Rodríguez, Carlos Eduardo Luciani y quien escribe esta crónica, presentó una propuesta técnica de recuperación del mercado. En 1985, la producción de hidrocarburos líquidos de la Organización se había desplomado de 29,76 MMBD en 1979, a sólo 15,7 MMBD em 1985 (un 47,2% menos!).
En mayo de 1986, una reunión informal de ministros en la residencia particular del jeque Yamani en Taif, Arabia Saudí, acogió una propuesta del ministro venezolano. Hernández Grisanti argumentó que la caída de las cotizaciones había producido el impacto deseado en el mercado y que era necesario detener la guerra de precios, restituir el equilibrio entre la oferta y la demanda y fijar un nuevo precio de referencia que permitiera la reactivación de la economía y de la demanda y el rescate de la participación perdida por la OPEP en el mercado. El presidente de la OPEP preguntó a sus colegas cuál sería ese precio de referencia óptimo. El ministro iraní Gholam Reza Aghazadeh propuso $24/b; el argelino Belcacem Nabi, $22/b; el nigeriano Tam David-West, $20/b; el indonesio Subroto, $19/b; y Yamani, $17/b. En aquel ambiente, el ministro saudí declaró: “we engineered the glut”: “nosotros concebimos la inundación del mercado.”
El campo quedó abonado para que en esa histórica reunión de Taif se designara una Comisión Técnica de Alto Nivel integrada por el venezolano y más tarde ministro, Alirio A. Parra, el secretario general encargado de la OPEP, Fadhil Al Chalabi, y el representante iraquí, Ramzi Salman, quienes, después de hacer una sólida evaluación económica, presentaron un informe a la Conferencia Ministerial de diciembre de 1986, recomendando un precio referencial formado por una cesta de siete crudos con un valor nominal de $18 por barril, el cual fue adoptado y la guerra de precios concluida para beneficio de consumidores y exportadores.
La Delegación de Venezuela jugó un rol relevante en la formulación de una nueva estrategia de recuperación del mercado, en la conclusión de la guerra de precios y en la fijación de un precio de referencia de $18 por barril. A partir de aquella decisión, el consumo petrolero mundial comenzó a reactivarse y la OPEP a recuperar su producción (aunque su participación en el mercado ha continuado mermando hasta la fecha).
La nueva escalada de precios del petróleo del período 2003-2014 (el valor nominal del crudo West Texas Intermediate subió a $147/b en junio de 2008) generó también, como en los años 70, un choque expansivo de la oferta y otro contractivo de la demanda en las naciones consumidoras avanzadas. La revolución tecnológica y las vastas reservas de petróleo y gas natural no convencionales terminaron por disipar la noción atávica de una supuesta escasez futura de petróleo crudo. La pandemia del COVID 19 ha acentuado la transición energética. Treinta y cinco años después de aquella importante determinación de la OPEP de buscar una “participación justa en el mercado,” la Organización sigue sin mejorar su espacio en el suministro mundial del petróleo y el hidrocarburo no ha cesado de disminuir su participación relativa en la matriz energética global.
En 2020 (aunque debido principalmente a la pandemia), la demanda petrolera mundial promedió 90,3 MMBD, 9,7 MMBD menos que en 2019. Los suministros no OPEP y los líquidos del gas natural de la OPEP sumaron 67,8 MMBD, dejando una demanda residual para el petróleo crudo de la Organización de 22,5 MMBD, 7,2 MMBD menos que en 1979. La participación de la OPEP alcanzó sólo un 24,9% de la demanda total. En 2019, antes de la pandemia, la producción de crudo de la Organización registró un nivel similar al de hace 41 años. Es quizás por ello que el estadista saudí pronunció su lapidaria frase: “La Edad de Piedra no terminó por falta de piedras, y la era del petróleo terminará mucho antes de que el mundo se quede sin petróleo.”
@lxgrisanti