Y pensar que llegó a ser una institución seria…
Esta semana fue fecunda en eso de desenmascarar sinvergüenzuras por los medios sociales. Y no solo las colosales a las que ya nos tiene acostumbrado el régimen en esos casi veintidós años de robar y robar, de comprar y “comprar”. Aparecen todos los días otras que, si bien no implican las inmensas cantidades sisadas por los altos jerarcas, no por eso son menos graves. Porque demuestran cuán corrompida está la estructura funcionarial. Clama al Cielo el video en el cual se muestra a un agricultor que —furioso porque no quiere someterse al matraqueo de unos uniformados— prefiere perder la mercancía y arrojar al suelo, desde su camioncito, cerca de la alcabala, las verduras y hortalizas que pensaba llevar a la ciudad para ganarse un dinero (y, de paso, aliviarnos la escasez de comida a quienes sobrevivimos en las ciudades). Uno se pasma cuando ve otro video, el que muestra a dos uniformados cayéndose a golpes, delante de todo el mundo, en una gasolinera, para dirimir quién es el que va a cobrar la matraca a los que están en la cola para surtir combustible.
Pero más se desconcierta uno cuando se entera de otra pelea de uniformados —esta no con golpes ni en público, pero sí más grave—, por el reparto de algunos comandos “jugosos”. La trastada queda al descubierto cuando el propio MinPoPoDef se desdice oficialmente al autoderogarse a él mismo (valga el pleonasmo) en una resolución por la cual se designaba comandantes de unidades que tienen que ver con el resguardo aduanero, el control de fronteras y de la seguridad portuaria. Vale decir, los sitios en los cuales campean los traficantes de droga, los contrabandistas y los guerrilleros colombianos a quienes tanta deferencia prodiga el mofletudo usurpador. Dicen por ahí, presuntamente, que algunos comandantes se negaron a ser relevados, no porque deseaban seguir sirviendo en esos puestos por el “bien de la patria” (que fue lo que juraron defender el día de sus graduaciones), sino porque en connivencia con algunos jefes, dentellada mediante, “compraron” esos cargos para que el superior y el subalterno se lucren indebidamente. ¡Y ahora los iban a relevar del puesto sin haber “recuperado la Inversión”! Les reclamaron a sus jefes y cómplices, y estos les metieron presión a “la superioridad”; la cual acepto (vaya usted a saber por qué). Y los dejaron es sus cargos (más bien canonjías)…
Capítulo aparte merece lo que narró recientemente una destacada periodista y apreciada amiga, Carolina Jaimes Branger, en su artículo Morirse en estos días. La ordalía que debió superar un paisano para poder enterrar a su mamá parecería increíble para alguien que no sepa cómo se bate el cobre en esta tierra que alguna vez fue de gracia. El callo moral y mental de los guardias que dificultaron su traslado al lugar donde debía ir a sepultarla es inmenso. No se compadecen de nada, ni del dolor de un recién huérfano que debe ir a cumplir con un deber. Pero al llegar al pueblo, tratar de conseguir gasolina para que el coche fúnebre pudiera moverse, tampoco fue una perita en dulce. Al final, la consiguió ¡a cinco dólares el litro! ¿Dónde? En el comando de la Guardia, ¿dónde más? Hubo más obstáculos: al ir a sacar la partida de defunción, el funcionario que las expedía no estaba, por lo que le pidió a la secretaria que lo llamara. Continúo transcribiendo, porque la narrativa de Carolina es insuperable: “La señorita se ofendió y le dijo que lo iba a denunciar porque le había ‘faltado el respeto’. Llamó a un policía que lo amenazó con detenerlo ¡y lo detuvo! (…) Unos días después mi amigo se enteró de que era una bien montada estafa y que él no había sido ni la primera, ni la única víctima. (…) tuvo que reunir $150 para llevárselos y que pudieran soltarlo. Al soltarlo apareció el funcionario desaparecido y emitió la partida de defunción. Entre él, la secretaria y el policía, habían ganado $50 cada uno en apenas dos horas y sin trabajar. Cuando uno piensa que los médicos residentes ganan $5 al mes, lo que provoca es llorar”…
O sea, que la perdición de la moral funcionarial no es privativa de los uniformados. Los de civil también se “redondean”. Pero el título que escogí hoy me exige que me restrinja al estamento armado. Ese que alguna vez fue una institución respetada y hasta admirada. Nos costó mucho, después de la huida de Pérez Jiménez, poner a las Fuerzas Armadas en lugar preminente de la aceptación ciudadana. Lo hicimos a punta de mucha rectitud en los procedimientos y en el comportamiento cívico, de muchos esfuerzos académicos de pre y posgrado, de muchos sacrificios personales y familiares, y de hasta el derramamiento de sangre. Que no se nos olvide que en los años sesenta y posteriores, los que hoy desmandan en el país como cipayos de sus amos cubanos tenían como hobby —además de robar bancos— matar soldados y policías …
Eso es lo que debieran tener muy presentes el tal Padrino y el tal Reverol, en vez de estar haciéndose los locos con lo que perpetran los jefes de bandas criminales, como el Coqui —a quien acaban de premiar entregándole una sede policial en la Cota 905 para que planifique más cómodamente sus próximas fechorías. O en que se atienda decentemente a quienes solicitan servicios sanitarios en los hospitales militares —porque la ley de la materia garantiza la salud integral— y no que sean ruleteados, como recientemente le tocó a un querido compañero de armas que dedicó mucho de su vida a la docencia en institutos de tercer y cuarto nivel. Bochado del hospital militar, del de la Guardia, de un CDI (como sería la angustia que hasta allí fueron a dar), llegó a morirse en un hospital público después de 48 horas de ruleteo y demostraciones de incapacidad.
De eso es de lo que debieran ocuparse. Pero parece que están muy ocupados contando plata. ¿De la que les hicieron llegar los comandantes que se negaron a que los dejaran sin sus “beneficios”? Vaya usted a saberlo…