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Y cuando escampe… ¿qué hacer?

Cuando el grupo de los tristemente célebres notables desató los demonios de la antipolítica, el Presidente Carlos Andrés Pérez (CAP) solía decir “llueve y escampa” a pesar de ser la víctima propiciatoria del revanchismo, el odio y el desprecio a los modos civilizados del debate político, ensombreciendo el horizonte venezolano con nubarrones presagiosos de la tempestad y descarga de la lluvia ácida que aún no cesa y corroe el país hasta sus entrañas. CAP no podrá ver la implosión del régimen, pero escampará, remitirá la tempestad y el sol iluminará de nuevo el camino hacia la democracia liberal con libertad, crecimiento económico y redención social.

Ahora bien, la oposición unificada tiene que estar preparada bien para coaligarse con otros factores de poder o para desde la calle aportar el indispensable soporte civil, hacerse insustituible en la toma de decisiones y tareas reclamadas por lo imperioso del cambio de modelo político, económico y social impuestos por la dictadura neocomunista, sembrada por la dupla castro-chavista, regentada por Nicolás Maduro en conchabanza con la fauna militar que lo sustenta.

La oposición está obligada a no echar por la borda la unidad que ha venido construyéndose a pesar del terreno movedizo sobre el cual se asienta, de desavenencias circunstanciales y de las contraposiciones ideológicas; dejando de lado justificadas aspiraciones personales, algunas producto de la auto-sobrevaloración y sin peso electoral cuantificable. Por sobre previsibles tropiezos, la unidad opositora está en la obligación de desglosar la proposición programática y exponerla en la forma didáctica, lo más sencilla posible en cada centro poblado (parroquia, urbanización, bolsones de población marginada, asentamientos rurales, sindicatos, asociaciones y colegios de profesionales) recogiendo los pareceres de quienes viven el día a día de las calamidades que los rodean, conjugando las opiniones de la colectividad con las formulas técnico-científica del programa. Es tiempo de salir de lo general, de apartarse del micrófono y las cámaras para adentrarse en lo particular de cada asentamiento humano, de las familias que lo habitan. De la sumatoria de esos “problemitas” resulta el drama nacional.

Sin lugar a dudas, el venezolano de todos los estratos sociales sabe, desde hace mucho tiempo, que está gobernado por una dictadura militar-comunista. Así lo demuestra su permanente y sostenida lucha por la reconquista de la democracia y sus valores. La primera cuando enfrentó la llamada “Revolución del Siglo XXI” y derrotó sus pretensiones de implantar el modelo comunista en la educación. ¡CON MIS HIJOS NO TE METAS! fue la consigna voceada por la inmensa mayoría de padres y educadores. Chávez y sus huestes recogieron velas. Luego de la precursora se han dado incontables manifestaciones del coraje y determinación democrática tales como las que culminaron con la incomparable marejada humana del 11-04-2002 y la chapucera actuación de militares y civiles, frustrando la salida democrática de la crisis; así como la derrota infringida a Chávez y su reforma constitucional, la corajuda confrontación del 2014 y el triunfo electoral de la MUD el 2015.

La crisis total (política, económica, social con quiebra de la moral y la ética) que agobia la Nación liquidará ésta dictadura, como la que concluyó el 23-01-1998. En consecuencia es bueno señalar que en estas circunstancias el quiebre de la estructura que la sustenta y la consecuencial caída se dará en un momento no determinado. Por consiguiente es menester mantener la organización civil afinada, a punto para no reeditar históricos errores.

Porque de lo que se debe tener plena convicción es que la dictadura castro-chavista, regentada por Nicolás Maduro y la fauna militar enquistada en el Alto Mando Militar, será echada del gobierno. No sé si con votos, por efectos de una explosión social que obligue a la Fuerza Armada a un pronunciamiento o por un clásico golpe militar. En todo caso el quiebre se dará. ¿Cuántos más han de morir por la libertad? Imposible saberlo. Pero la democracia es un parto con sangre que siempre ha valido la pena derramar.

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