Y aún peor si no se hace nada
Hace un mes podía uno pensar que el difícil momento por el que atravesaba el gobierno del presidente Peña Nieto implicaba decisiones trascendentales, pero ofrecía una gran oportunidad. Algunos pensábamos que existía el riesgo de desaprovechar esa oportunidad —como había sucedido antes con el gobierno de Salinas o el de Fox— pero ésta ofrecía grandes posibilidades de cambio. Hoy las oportunidades se han esfumado. En su lugar, una crisis política mayúscula, como no recuerdo desde principios de 94 o 95, donde lo apremiante no es aprovechar una oportunidad para efectuar grandes realizaciones, sino simplemente salir del hoyo.
Antes de comentar los nuevos sucesos, van algunos datos procedentes de una encuesta de GEA-ISA levantada a finales de noviembre. Primero: 93% de las personas encuestadas en vivienda dicen haber sabido de las desapariciones de los 43 estudiantes. Es una cifra insólita, alcanzada por muy pocos acontecimientos en la historia reciente del país. Segundo dato: 81% dice haber oído de la casa blanca de la familia del Presidente. De nuevo, una cifra casi increíble, sobre todo en vista de los esfuerzos de los medios masivos de comunicación de disimular el tema inicialmente. Tercero: el terrible desencanto de la sociedad mexicana. A la pregunta «¿cree usted que la desaparición de los estudiantes es un evento aislado o que refleja la situación de inseguridad existente en el país?», 65% consideró que era un reflejo de la situación del país y 24% un evento aislado. No tienen necesariamente razón, pero este es el sentimiento de la gente y es el hecho con el que tiene que lidiar el gobierno para superar este trance. Y por último, 35% de los mexicanos piensa que Enrique Peña Nieto debe renunciar; si se trata del voto duro de AMLO, ¿cómo es que ha recuperado la fuerza de 2006? Si no es el voto duro de AMLO, ¿por qué tantos mexicanos no pejistas quieren la renuncia? Aún hay más: entre quienes desaprueban la labor del Presidente, 58% piensa que debe renunciar. En otras palabras, el gobierno ha perdido la confianza de una mayoría de la sociedad mexicana.
Ante esto, se han escuchado todo tipo de propuestas, unas más inteligentes que otras, otras más demagógicas que unas. Recogiendo algunas de ellas en pláticas tanto en México como en el extranjero, entrego tres. Primero, recurriendo al término francés parlamentario de vieja data, un remaniment ministeriel, es decir un cambio de gabinete, no cambios en el gabinete. Se trata de pedir la renuncia al gobierno entero y nombrar a un nuevo equipo. Como en todos los pasos de esta naturaleza, un buen número de los salientes serían ratificados o trasladados a otros cargos. Pero se manda la señal a la opinión pública de la conciencia que tiene el Presidente de la gravedad de la crisis. No se premia a los que en teoría lo hacen bien, ni se castiga a los que en teoría lo hacen mal. Se admite que la situación es crítica y que requiere de medidas efectistas. Segunda propuesta, que circula de una manera o de otra: reconocer sin mea culpas que se cometieron errores. Errores en estos dos años; errores en los últimos dos sexenios; y errores en los 70 años anteriores. Y que todos esos errores han desembocado en el desastre actual. Luego hay que explicar por qué se cometieron esos errores, según el hombre mejor informado de México, a saber el Presidente. Por último, se explica qué se propone para rectificar el rumbo. Todo esto solo funciona si se es explícito. De lo contrario, el gesto se suma a otros discursos fallidos. Tercera propuesta: convocar en enero, antes o después del viaje a Washington, una verdadera conferencia de prensa presidencial, con medios nacionales y extranjeros, que puedan preguntar lo que quieran sobre las casas de hoy más las que se acumulen, el tren chino, el nuevo aeropuerto, el mando único, el precio del petróleo, el crecimiento económico, etcétera. Peña Nieto no ha celebrado una sola conferencia de prensa.
Hay muchas otras ideas, algunas más inteligentes que éstas, y otras más absurdas. Ninguna de ellas por sí sola resuelve la crisis ni todas juntas con seguridad van a prosperar. Lo seguro a estas alturas es que el escándalo va a seguir, el deterioro se va a agudizar, nuevas revelaciones aparecerán en unos medios u otros y algo se tiene que hacer. Temo lo peor: que no se haga nada.