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Y ahora, ¿qué?

“¿Acaso no se han hecho siempre las revoluciones de esta manera: armando al completo los bajo fondos sociales con pistolas y granadas de mano?” – Antonio Scurati

Los procesos que encabezan Nicolás Maduro y Cristina Fernández tienen génesis diferentes. Hugo Chávez se hizo con el poder mediante sucesivos golpes de Estado, mientras que Néstor Kirchner lo hizo con la legalidad que dan las urnas en procesos legítimos; y el actual tirano venezolano sostiene su sangrienta dictadura con el apoyo castrense cuando nuestra Vicepresidente lo hace con todo el peronismo detrás suyo, aunque esto constituya una foto ya descolorida y ajada.

Pasó en Venezuela: empobrecimiento masivo de la población, oleada inédita de emigración, destrucción de la economía, hiperinflación, fuga de inversiones, control de Internet y de las redes sociales, subsidios a mansalva, brutal caída en la producción de hidrocarburos, usurpación o cooptación de partidos políticos de oposición, anulación del Poder Legislativo, prisión y tortura de disidentes, liberación y armado de delincuentes, impunidad para la generalizada corrupción, violencia desatada por colectivos paramilitares, centralidad del narcotráfico, saqueo de las reservas de oro, creciente aislamiento internacional y alianza con Cuba e Irán, apoyo a los movimientos guerrilleros continentales, colonización de la Justicia y del Ministerio Fiscal, falsificación de los resultados electorales, confiscación de la propiedad privada, persecución y clausura de la prensa opositora, control social masivo y, ahora, el genocidio sanitario. ¿Le suena?

Si no, recuerde que aquí se llegó a asesinar a un fiscal que había denunciado a la actual Vicepresidente, que el Gobierno enfrenta a pobres contra ricos, liberó 5.000 asesinos y violadores, intentó estatizar Vicentin, intervino la industria de las telecomunicaciones, avanza sobre la propiedad privada con impuestos confiscatorios, privilegia a sindicalistas corruptos y barrabravas sobre empresarios innovadores y, para no extenderme, controla a la población imponiéndole el confinamiento más prolongado del mundo, a pesar de su ya innegable y costosísimo fracaso.

Eduardo Duhalde nos alertó acerca de la inminencia de un golpe de Estado. Algunos despistados creyeron que se refería a las fuerzas armadas; sin embargo, el ex Presidente aludía a la propia Cristina Fernández. El kirchnerismo ha roto esta semana todos los canales de diálogo precisamente para hacerse con el control de la Justicia, con el único propósito de obtener la absolución para los innumerables delitos de saqueo que su jefa ha cometido. Y para lograrlo, sin pruritos de ningún tipo, la viuda se está llevando puestas a la República y a la democracia.

El martes, ese golpe comenzó en el H° Aguantadero, que vivió una triste noche de la mano del Presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, el aceitoso, cuando desconoció la presencia en el recinto de los diputados de la oposición y aceptó a los oficialistas que comparecían por pantalla, para tratar la colonización de la Justicia federal, el nuevo impuesto a la “riqueza” y la ley de presupuesto. El último recurso de la oposición será negarse a dar quórum para impedir el tratamiento del proyecto de reforma judicial; si el oficialismo lograra iniciar la discusión en Diputados y aún si aceptara modificaciones, volverían al Senado, donde le bastaría con una mayoría simple para obtener su sanción definitiva sin cambio alguno.

Mientras tanto, la Corte Suprema continúa durmiendo su siesta y evita decidir acerca de la inconstitucionalidad del cambio en la integración del Consejo de la Magistratura, que tiene a estudio hace cuatro años. Tampoco ha fallado en el recurso per saltum que interpusieron contra su ilegal desplazamiento los magistrados que, por haber confirmado los procesamientos de la Vicepresidente, concitan sus odios más profundos y que fueron corridos por el Senado ayer mismo. El superior Tribunal parece no percibir que se encuentra ante un monumental conflicto de poderes generado por esta infecto-dictadura que hoy nos gobierna y que, si no es frenada a tiempo, terminará con lo poco que queda del andamiaje jurídico y, con él, con todas las libertades ciudadanas.

El país, ya inviable, ha caído en la total anomia, tal como puede comprobarse en la masiva ocupación de tierras, siempre violentas y siempre impunes. Jorge Ossona explica que esas tomas responden a los intereses políticos del kirchnerismo, que en ellos fabricará nuevos votos, sobre todo en la 3ª sección electoral de la Provincia de Buenos Aires, el semillero de pobres desde el cual se eligen los presidentes, al cual inundará de billetes en 2021. Eso si es que, invocando la emergencia sanitaria, no intentará postergarlas; porque el Gobierno deberá hacer populismo sin dinero, y la inseguridad, la desocupación y la inflación carcomiendo ingresos, salarios y jubilaciones no auguran un fácil triunfo en ellas.

Hasta aquí hemos llegado y debemos preguntarnos con qué armas resistiremos a este proyecto que pretende imponernos el socialismo del siglo XXI, o sea, sobrevivir como ya lo hacen Cuba, Nicaragua y Venezuela, países todos que han sido arrasados por esta siniestra ideología.

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