Volver al ’55
La marcha convocada por los fiscales federales con el objetivo manifiesto de homenajear al colega muerto e ignorado por el Poder Ejecutivo, no puede menos que traer a la memoria la multitudinaria celebración de la fiesta de Corpus Christi que se llevó a cabo, pese a la resistencia del gobierno de entonces, el 11 de junio de 1955; más allá de ser una festividad católica, concurrieron masivamente a la misma profesantes de todos los credos y, en forma personal, las figuras más importantes de la oposición de la época. Se transformó así en el principio del fin de la década en la cual imperó el primer Perón que, apenas tres meses después, fue desalojado del poder.
Los Kirchner, que tanto hicieron por llevar al país a los peores momentos de su pasado, se enfrentan así a una «conspiración destituyente» propia, en pro de la cual doña Cristina ha hecho ingentes esfuerzos. Su discurso del miércoles pasado, enumerando logros empresarios que centró en la futura fabricación de acondicionadores de cabellos que daría trabajo a ciento veinte operarios, se transformó en la patética demostración de la certeza de un fin de ciclo, ya inevitable, al menos en términos republicanos y legales y, sobre todo, en un fuerte incentivo a la concurrencia a la marcha cívica.
Como en todas las grandes conmociones desatadas por las tragedias producidas por la desaforada corrupción de su gobierno, la Presidente huyó rauda hacia su bunker patagónico, dejando a sus ridículos comandantes la imposible tarea de reflotar el «relato»; la carencia de argumentos seguramente los obligó a atribuir a «apropiadores de niños», «narcos» y «antisemitas» la paternidad de la convocatoria.
Sucede que la tormenta perfecta judicial que se ha desatado sobre la cabeza de Cristina está provocando estragos en su ya castigada psiquis, y el acoso cercano sobre su círculo más íntimo por corrupción y lavado de dinero, y sobre su raro entorno por delitos que, como lo sucedido con los qom en Chaco, sin duda serán calificados como de lesa humanidad, traerá aparejados graves conflictos, de los cuales la muerte de Nisman sólo habrá sido un prólogo.
Los acuerdos secretos con Rusia y China, y el ya olvidado memorandum firmado con Irán tampoco resultarán gratuitos, ya que el mundo occidental, al cual pertenecemos por tradición, por cultura y por geografía, no estará dispuesto a tolerarlos en silencio, ya que constituyen graves riesgos para la complicadísima trama geopolítica del presente, de la cual la Argentina es un insignificante jugador.
Hoy, cuando la política se ha negado a seguir el sabio consejo de Jorge Asís y acercar el horizonte electoral, el destino de nuestro país se juega en números y en la calle; si conseguimos que millones de compatriotas marchen el miércoles, si logramos que plazas y avenidas de todo el país se pueblen de indignados, tal vez -sólo tal vez- podamos evitar el trágico y sangriento final que presagio para este negro período de nuestra historia.
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