Vicios políticos ocultos
De política, muchos hablan mal. Pero seguramente, ninguna opinión elaborada al amparo de la arbitrariedad, calza con la razón científica que sostiene su concepto. Aunque también, de política se ha escrito mucho. Desde Platón, a de C. En la actualidad, se ha redundado en análisis del concepto de “política”. Y sus implicaciones.
Para efectos de esta disertación, es pertinente partir de algún concepto serio de política. Además, que permita hurgar en sus resquicios. Así será posible descubrir dónde y cómo se esconden los vicios que han desfigurado la comprensión de “política”.
El concepto elaborado por Hannah Arendt en su libro “Qué es la política” (Edit. Paidos, México, 2012) ayudaría en términos de lo que busca revisarse.
Política según Hannah Arendt
Arendt, comienza refiriendo la “pluralidad”. La concibe como el ámbito que compromete al ser humano en aras de satisfacer sus intereses y necesidades. Así, justifica el sentido gregario en el hombre. Por tanto valida las acciones que conducen a la convivencia, la concordancia y coexistencia del ser humano.
En la explicación de Arendt, hay razones que justifican el sentido de la política al reconocerla como sustento de la pluralidad. Aunque su concepto no refiere las debilidades que comporta el hombre desde el individualismo que padece. Más, cuando busca saciar ambiciones y codicias. O conducirse por sus egoísmos o envidias.
Ese contexto sí lo exploró Adam Smith, uno de los mayores exponentes de la economía clásica. Fue así como logró formalizar el concepto de la “mano invisible”. Dio cuenta de los problemas que padece el ser humano al momento de compensar las carencias que restringen o condicionan la calidad de vida que naturalmente desea para sí.
Ciertamente, el hombre se realiza en la política. Arendt insiste que “(…) siempre y cuando se beneficie de los mismos derechos que le son garantizados a los individuos más diversos y diferentes (…)”. Esa disposición aceptada social y jurídicamente, asienta que “(…) la pluralidad de los hombres es creación de una condición que ellos mismos reconocen”.
El meollo del problema
El problema surge cuando se obvia la convivencia. O sea, “vivir en armonía con los demás”. Justo, ahí el concepto de política, pierde la capacidad de conectar intereses y necesidades que, según Arendt, ocurre “(…) en el espacio intermedio a través del cual se desarrollan relaciones mutuas (…)”. Es decir, en el espacio intermedio propio de la política. Donde adquiere razón la pluralidad humana. O sea, el terreno donde radica la diferencia entre seres humanos. No sólo en su biología. También, en proyectos e ideas. En instinto, gusto, actitud, aptitud y pensamiento.
Lo mismo sucede cuando en el ejercicio de la política, el hombre actua según su modo de vida particular. Porque cada quien, se arroga -legítimamente- el derecho de hacerlo. Y eso es expresión de libertad.
Naturaleza del problema
El problema se suscita cuando cada hombre se apega a lo que la individualidad propia o su humanidad le ordena. En los intersticios que hay en los espacios estructurados por la naturaleza humana, se hallan hendiduras capaces de encubrir perversiones que atentan contra la convivencia, la coexistencia y la concordancia. Más aún, sabiendo que la concordancia al abrirle el paso a los derechos que aplican o incluyen a otros, se cae por su propio peso.
Sin embargo, se tiene que a lo interno de esos espacios de los cuales nace la política, según Arendt, se esconden pérfidos vicios: la mala fe y la mala voluntad, entre otros. A pesar del ordenamiento moral y ético existente. Dichas perversiones, derivan del ejercicio de la política.
Al cierre
La política no siempre sabe defender o reivindicar los valores que exaltan su esencia epistemológica. Podría hablarse de dos caras de la política ateniéndose a la fecundidad de hechos que propicia la dinámica política. Esto permite asentir que la vida es política. O que la política es la vida misma. Los seres humanos tienen cabida en los espacios estructurados por la política.
Esta afirmación cobra sentido, atendiendo el concepto de igualdad relativa que acompaña la vida del hombre. Aunque la diversidad en la que tiene cabida la individualidad como razón de diferenciación personal, acepta que la política envuelve al hombre en todas sus manifestaciones. Indistintamente de la intención que precede lo que decide. Sea para construir. O para destruir. Aunque al destruir, arrasa con los principios y valores en los cuales se depara la pluralidad humana.
Podría hablarse de dos caras de la política. Una, según la cual “todo lo que no es totalmente correcto, está mal”. Así lo advirtió Edward Kennedy. La otra, ilustrada por la “picardía”. Y que según la RAE, significa “astucia, viveza, disimulo y engaño”.
Quizás, la interpretación de política del inglés John Morley, es bastante acertada. Dice que “es el campo en el que toda decisión se da entre dos desaciertos”. Ante lo explicado, no podría negarse la existencia de vicios políticos ocultos.