Venezuela y su futuro: sin dinero no hay recuperación y mucho menos desarrollo
Resultan sumamente preocupantes las perspectivas de desarrollo ante las que se encuentra el país, y mucho más como efecto de las actuales condiciones de hostilidad y de constantes arbitrariedades impositivas que rigen los ya negativos señalamientos de la multivocería internacional.
Es una realidad que se da sin desestimar el peso de la importancia de las acusaciones a nivel mundial, muchas de las cuales complementan la evolución de las diferencias internas, al apuntalarse con el panorama existente y socialmente conflictivo, a la par de un abrumador rechazo a la actual gestión administrativa del gobierno venezolano.
Es imposible ocultar la enorme brecha existente a nivel ciudadano o del «pueblo», como mal adjetivan la calificación en Venezuela al sector social de bajos ingresos. Lamentablemente, es la extensión incontenible que ha transcurrido durante el último cuarto de siglo de luchas internas, como de perjudiciales intervenciones foráneas ajenas al progreso y al desarrollo del país, con influencias e intromisiones extranjeras que sólo han contribuido negativamente a depredar y a empobrecer a la Nación, en función de beneficios de otros países.
Y el hecho se ha traducido en una consecuencia que no es otra que el logro de la destrucción interna y externa de la industria petrolera venezolana. Es decir, de la otrora próspera, boyante y mayor fuente de ingresos de la Nación. Si bien la «obra destructiva» no terminó allí, porque igual suerte ocurrió con el deterioro de un 80% de los sectores complementarios de la economía del país, como fueron: la industrial, la agropecuaria y del comercio y los servicios, hasta concluir en el rostro de lo presente, es decir, el multi estancamiento económico de la Nación venezolana.
Adicionalmente, y como especie de aro de cierre destructivo, para agravar y hacer más compleja la situación económica de la Nación, desde las entrañas del amado país se incurrió en el cultivo de una modalidad económica influida desde una «Reforma Constitucional». Sí, de la que pasa a ser un hecho «bueno para todo», al establecer «mayor poder para el pueblo y, por ende, más responsabilidad y compromiso de nación por parte de cada uno de sus habitantes», aunque luego pasa a ser un festival de nuevos ricos y de dimensiones impredecibles
Sólo que tan rimbombante recurso de «cambio», cede en su devenir en la que habría de ser el llamado «nuevo modelo monetario», mientras que «El Bolívar», otrora calificado años atrás la más valiosa y estable moneda a nivel mundial, termina siendo lo que es hoy: un hecho totalmente descalificado e inapreciado, luego de haber sufrido la devaluación más elevada del mundo durante los pasados 25 años, partiendo desde la época de la segunda guerra mundial (1939-1945) hasta el presente.
A la par de lo rimbombante, además, se creyó en poderse resolver equivocadamente el problema, imprimiéndose nuevos billetes de bolívares, quitándole ceros, en su afán de disminuir la equivalencia en cantidad de bolívares en relación al Dólar. Y, como si fuera poco, creándose dinero inapto, sin respaldo monetario real, y dándole nacimiento a una inflación desbocada. Y, sin que ello pase a ser olvido, además, reafirmando la verdad que consagra la vigencia inflacionaria: y es que ella está considerada como uno de los peores males históricos que jamás haya afectado a los pueblos.
Luego de esta sucinta descripción de la actual situación económica del país, sólo se puede concluir en que hoy Venezuela se encuentra en muy mala situación económica y social, producto de un prolongado período administrativo de dispersión, inseguridad e ineficiencia. Y, como consecuencia social, de factor provocador de un rechazo mayor al de un 80% de la población.
Es evidente que el país no cuenta con recursos económicos y que tampoco los podrá obtener, si antes no ofrece seguridad jurídica a nivel interno, como externo, para obtener posibles financiamientos o inversiones extranjeras. La Nación dispone de cuantiosas reservas y recursos naturales, además de apetecibles, muy especialmente para las naciones y grandes empresas del mundo Occidental. Sólo que no vendrán, mientras que el país no disponga de las garantías necesarias, como de la confianza suficiente, para el riesgo, y de la paz, que siempre va a ser difícil de alcanzar, a partir únicamente del uso de discursos agresivos, cuando lo que se necesita son verdaderos compromisos confiables en el país.
Desde «Formato del Futuro», la voluntad de los esfuerzos que se construyen internamente , son aquellos que se aplican aportando propuestas dirigidas a los cambios del y en el país, y en el de no cansancio, cuando se trata de hacer un llamado a todos los venezolanos a ENTENDER y ACEPTAR que la meta única es y debe ser la de SALVAR AL PAIS. Y que la vía que se debe transitar como camino racional para alcanzar dicho propósito, debe ser la electoral, libre, transparente y supervisada con todas las garantías de la verdadera pulcritud.
Hay que llegar a acuerdos previos. Evidentemente, el país, mayoritariamente, quiere un cambio de gobierno, de dirección y de metas. La realidad histórica de los cambios, una vez más, precisa que los acuerdos previos no pueden ser un TODO O NADA. Hay que dar como un hecho que se necesitan hacer las concesiones ENTRE ambas partes, es decir, entre el Gobierno y las expresiones opositoras, sobre todo de aquellas que sean factibles.
LA VERDADERA IMPORTANCIA radica en permitirle al Soberano que sea y se sienta dueño de su destino, y que su base-soporte no puede ser otro distinto a aquel que precisa que todo debe producirse dentro de lo contemplado en la vigente CONSTITUCIÓN DE LA REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA.