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Venezuela y Cuba, gobiernos y oposición

Cuando una fuerza política accede al poder, y lo más difícil, logra conservarlo, es porque a pesar de las diferencias que puedan existir a su interior, hay factores que hacen posible que las partes en potencial disputa sean capaces de superar sus desavenencias y mantener la cohesión para que el proyecto común siga prosperando.

Por el contrario, las facciones que forman una oposición a un gobierno, enfrentan serios problemas con los elementos que pueden favorecer la unión.

Establecer alianzas viables en la oposición es mucho más complejo y los choques de personalidades más catastróficos. La ausencia de un moderador o una autoridad con capacidad de presionar a las partes en pugna, atenta contra el cumplimiento de los compromisos acordados.

La facción política que controla el poder, aunque no sea monolítica, tiene mayor capacidad de respuesta ante cualquier coyuntura, independientemente de que dispone del monopolio de la fuerza del estado que gobierna. Cuenta con más recursos para ejercer influencia sobre el sector que prefiere mantenerse distante de los conflictos.

Las situaciones expuestas se ejemplifican con lo que acontece en Cuba y Venezuela, tanto en sus respectivos gobiernos como en lo concerniente a las oposiciones que cada uno de esos regímenes enfrentan.

En Cuba muchos insisten en que el gobierno está fracturado y que las contradicciones entre las partes en pugna quebrarán la dictadura.

Otros consideran que la muerte de Fidel Castro hará posibles los cambios que su hermano Raúl impulsa, como si en estos cincuenta y cinco años el menor de los Castro hubiera estado de vacaciones alejado del poder. Terceros afirman que todo acabará con la muerte de los “moncadistas”, obviando que la nomenclatura ha estructurado un andamiaje que tiene como fin proteger los mutuos intereses.

Por su parte la oposición cubana, dentro de la isla o en el exterior, aunque tiene el objetivo común de finiquitar con la dictadura, no cuenta con un liderazgo capaz de interpretar eficientemente las diferencias de las partes elaborando un proyecto común que todos puedan hacer suyo.

La situación de la oposición cubana es todavía más precaria que la venezolana. El control de la información que existe en la isla, la falta de recursos económicos y hasta asuntos aparentemente triviales como las comunicaciones o el transporte, controlados por el estado, impiden la coordinación de actividades contrarias al régimen y hasta dificultan conocer la existencia de otras agrupaciones que estén prestas a confrontar la dictadura.

Por otra parte la oposición es severamente afectada por las continuas olas represivas que el régimen desencadena en su contra. Los decomisos de bienes necesarios para la acción política son frecuentes porque las propias leyes cubanas violentan los derechos de sus ciudadanos.

El gobierno de Venezuela parece ser menos monolítico que el cubano. Según analistas en el gobierno bolivariano hay serias fisuras que son todavía más pronunciadas entre los siervos de los dos caudillos principales, Nicolás Maduro y Diosdado Cabello.

Los que gobiernan en La Habana y Caracas consideran que ninguna oposición política es legítima y en consecuencia recurren a cualquier extremo para eliminarla, desde la falsa denuncia de promover acciones violentas hasta afirmar que la oposición está asociada a factores extranjeros que solo buscan apoderarse de la nación.

En Venezuela la oposición cada día enfrenta más dificultades. Sus espacios para actuar se reducen, y aunque es difícil que en el país sudamericano se imponga un control social como el existente en Cuba, no hay dudas que quienes detentan el poder en uno u otro país, no van a hacer concesiones y harán todo lo posible por perpetuarse en el poder.

La realidad es que la oposición de Cuba y Venezuela afrontan, aunque en diferentes grados, regímenes despóticos y tienen en consecuencia que instrumentar estrategias nuevas, quizás nunca experimentadas.

Un aspecto importante es el programático. Deben procurar propuestas comunes que sean compatibles con todos los sectores políticos, pero que presenten una solución a los problemas de la nación.

Otro punto importante tiene que ver con las tácticas de lucha a implementar, actividades a realizar y la relación o asociación con sectores no políticos de la sociedad. Una fuerza política no se puede aislar del contexto en el que opera; es fundamental mantener la sintonía con los intereses de cada grupo sin perder de vista las demandas generales.

Otro renglón es el económico. Los déspotas al estilo cubano venezolano procuran controlar la economía, criminalizando a los actores de ese sector que actúan con independencia del gobierno.

Por último, sin cerrar la página está el liderazgo. Definir qué tipo de dirección debe asumir el mando. Quién o quiénes dirigirían la lucha. Tal vez esto sea lo más difícil.

Periodista de Radio Martí.

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