Venezuela: un país que asusta
Dicen que la historia se toma su tiempo para reprender procesos que han devenido en consecuencias deformantes de interpretaciones y lecciones. El padre Tiempo es inexorable cuando se trata de cobrar, aunque tardíamente, los avatares y desaforos causantes de los males que desfiguraron augurios de nuevos y mejores tiempos.
Venezuela, luego de tantas manipulaciones concebidas y arregladas por politiqueros de rancia estirpe, se convirtió en lo que la historia nunca ha revelado. Sin embargo, los hechos determinaron que la movilidad o dinámica del país fuera muy distinta de lo que muchos estudiosos y luchadores sociales predijeron. Particularmente, aquellos que se esforzaron en que las tremebundas realidades conciliaran sus determinaciones con situaciones por las cuales, no pocos valerosos y entregados precursores y libertadores, ofrendaron sus vidas.
Venezuela fue así mutando su condición de territorio noble y abnegado, por la de una zona bajo colapso. O por el caos causado al ser objetivo de ataques y conflictos que minaron su laboriosa existencia y reconocida reputación. Así, Venezuela, ha explosionado varias veces a lo largo de agitados ciclos de vida. En principio, indígena. Luego, colonial. Y más adelante, republicana.
El problema que se transforma en crisis de estructuras, o de fondos, avanzó a una velocidad impresionante. La misma, pivotada en un comportamiento social, económico y político de exponencial negativo.
Así, la historia ha llegado a reportar una conducta nacional gobernada por la indiferencia, la insensibilidad, y la indolencia. O sea, la trilogía del populismo. Aunque también, un país, regido por la arrogancia, la altanería, la demagogia, la ignorancia, los antivalores, la desfachatez, la corrupción. Sobre todo ahora, sometido por la delincuencia organizada y alcahueteado por normativas que juegan a la traición, la crueldad, la retrechería y al rencor. Para dejarlo hasta ahí, pues faltarían más adjetivos que se corresponden con crasas verdades que recrudecen la vida del país.
Otra visión de la misma situación, ha hecho que su ciudadanía perciba que su vida ocurre entre posturas que extrañan la Venezuela escrita por la historia patrimonial. Tanto así, que se tienen ciudades en la que sus habitantes se sienten extranjeros o prisioneros de su propio cobijo.
No obstante, hay opiniones impertérritas, que suenan y pegan duro al ser escuchadas. Así hay quienes, agobiados de compartir sus vidas con quienes asumen conformismos que descalabran. Y por tanto, se comportan como predicadores de odios. O como incendiarios de oficio. Todo pareciera estar mostrando un país reducido por la oscuridad de voluntades, capacidades o sentimientos. O la imagen de un país cayéndose a pedazos.
Ahora Venezuela luce cual trágica comedia inspirada en la funesta doctrina política que habla en nombre del “socialismo del siglo XXI”. Esto hizo que Venezuela se convirtiera en un “país de luto” donde toca vivir entre bayonetas, traiciones, adulaciones y complicidades. Donde la ignorancia se volvió osada para arremeter contra la institucionalidad democrática. A pesar de mostrarse imberbe. Pero ahí ha estado Venezuela, apostando al desarrollo económico y social.
Todo se esfumó en un tris que apenas ha durado veintidós años de angustias, miedos, coerciones, picardías, trampas, mañas, presunciones, intimidaciones e ilegalidades, Condiciones estas que lograron que Venezuela luzca derrumbada o hundida en el marasmo. Donde todo lo realizado por el régimen usurpador ha sido estúpidamente incorrecto. Y “nulo de toda nulidad”, a decir del léxico legislativo.
La ineficacia se tornó en un negocio redondo. Igual, la mal llamada “revolución”, le impregnó a todo una atmósfera turbia que hundió a Venezuela en un ambiente de terror, agresión y consternación. Y es que no hay otra forma de referir la tendencia de Venezuela. Sobre todo, cuando el miedo que se tiene al pensar cuando caigan las cabezas, continúe haciendo funcionar de manera retorcida la gestión administrativa pública. Es decir, al revés de lo que indican los conocimientos de la política, la economía y la sociología.
El tiempo pareciera estar agotándose para quienes están a la expectativa del fin de tiempos de abuso, arbitrariedades y falsedades. El padre Tiempo, no olvida. Pues no deja de reclamar que por culpa de una apatía que tiene su origen en la codicia, el país se halla casi paralizado. Y es lo ha permitido que muchos indecentes hayan seguido desmoronándolo en pedazos. Y sin duda alguna, ello es razón absoluta para asentir que lo que está viviéndose, representa un caso de patética muestra. O sea, a Venezuela: un país que asusta.