Venezuela: Revocatorio y fin de Siécle
Abordar nuestra historia política contemporánea, y específicamente al periodo reciente es una tarea compleja por la cantidad de variables, actores y elementos intervinientes en la crisis que padece Venezuela, crisis inédita tanto por lo complejo y magnitud, como por la presencia de nuevas variables (corrupción, endeudamiento, pretorianismo, violencia, polarización, etc.). Valga señalarse que los problemas estructurales que han llevado y producido la crisis y los déficits de la democracia en Venezuela están incubados en ciertamente en la década de los noventa en el siglo XX, y reproducidos posteriormente en la primera década y media del siglo XXI.
Muchos de los problemas imputados a gobiernos y épocas anteriores persisten en el país, e incluso, se han profundizado en el gobierno del presidente Chávez, y posteriormente Nicolás Maduro, entre ellos, desigualdad social, fragilidad de los partidos y del sistema de partidos, pobreza, inflación, desempleo, precariedad del Estado de derecho, elevado riesgo país, estancamiento y una manifiesta incapacidad por parte del Estado venezolano de cumplir con sus objetivos fundamentales, incluyendo aspectos transcendentales como la observancia de la Constitución como norma suprema y vigencia del Estado de derecho.
Hemos precisado que la profundización de la crisis de Venezuela en el último trienio (2014-2016) repetimos es inédita por su complejidad y dimensión, además de sus efectos perniciosos en la gobernabilidad, en el deterioro del andamiaje democrático y Estado de derecho respectivamente, y con una ramificación y efectos directos en las finanzas, industrias, tejido institucional, ciudadanía, calidad de vida y algunas otras áreas y ámbitos, que colocan a la revolución bolivariana en su peor momento, en un cisma y en una suerte de fin de siécle, donde la figura central de esta crisis es el presidente Maduro con la gestión y valoración más negativa en la historia de Venezuela y el más alto rechazo o impopularidad como aspecto medular de la actual crisis y transición.
La Venezuela Compleja 2015:
Revisar y detenerse en la reciente historiografía de Venezuela encontramos un punto de inflexión o cambio o una suerte de parte aguas, en el sentido en que el sistema político experimentará frente a la concentración de poderes, militarización de la política, toma de decisiones y de la propia administración pública, un proceso de repolitización y cambio en las actitudes de los venezolanos, que apuntaran a castigar al gobierno y canalizar el descontento con la necesidad de establecer un cierto equilibrio, contrapeso y freno frente a lo observado y que se expresara en el triunfo mayoritario de la llamada oposición política el pasado 6 de diciembre de 2015 en las elecciones parlamentarias.
Sin embargo, el despertar de la sociedad venezolana y su muestra indiscutible de participación y cambio no sólo se limita a las elecciones del 6D, sino a una diversidad de actividades, marchas, convocatorias y por supuesto convocar a un referéndum revocatorio como opción, frente al clima de descontento y malestar presente en la sociedad venezolana bajo la presidencia de Nicolás Maduro quien terminando siendo por su gestión y desempeño el gran promotor del Referéndum Revocatorio.
No podemos desdoblarnos de lo acontecido recientemente, si tuviésemos que caracterizar los últimos años de la llamada Revolución Bolivariana diremos que el sistema político venezolano mostrará entre otros rasgos: la supeditación de la Fuerza Armada más que al país a un proyecto político especifico, la promoción de una educación ideologizada, la participación popular subordinada a los designios del Ejecutivo, la ampliación de la cobertura comunicacional estatizada en radio prensa y televisión, la concentración del poder central a partir del manejo casi absoluto y discrecional de los recursos financieros públicos en detrimento del proceso de descentralización y, finalmente, el despliegue de mayores esfuerzos por controlar el aparato económico nacional y hacerlo más dependiente del Estado a través de la promulgación de diversas leyes y decretos, aspectos que los venezolanos hemos venido rechazando.
Distorsiones de la Revolución Bolivariana:
La lista de distorsiones económicas presentes en la economía venezolana son las principales claves para entender la crisis actual y el malestar, crisis inédita que no tiene antecedentes dada la magnitud del deterioro económico, social, productivo y demás del país. Dentro del inventario de fallas y distorsiones encontramos: Inconsistencias que arrastran las políticas monetaria, fiscal, el alarmante declive que exhibe nuestra industria petrolera, a lo que se une ahora la caída sin parada de los precios internacionales del petróleo y que naturalmente generan un clima muy sensible de incertidumbre y desconfianza que ahuyenta las posibilidades de inversión de capitales nacionales y extranjeros entre otras cosas por el elevado riesgo país de Venezuela;
No hay duda de que la condición de Venezuela como país mono productor aunado a ese marcado rentismo nos ha hecho mucho daño, y en pleno siglo XXI hemos descuidado los asuntos energéticos, y peor aún, hemos concebido erráticamente una propuesta energética no consustanciada con el mundo de hoy, Venezuela es de los pocos países que habla y califica a los recursos naturales como estratégicos y habla de industrias básicas cuando universalmente lo que observamos es una manejo eficiente por parte del sector privado no sólo haciendo una explotación eficiente sino rentable. Venezuela debe modificar su enfoque de política energética sino además aprovechar y potenciar el peso de las regiones para desarrollarlas y hacerlas polos de crecimiento e impactar positivamente a las mismas y al país nacional en términos de progreso, empleo, calidad de vida y demás.
Los graves efectos de la indisciplina macroeconómica y la destrucción del sistema de precios es un aspecto medular en cualquier análisis, padecemos en el tiempo de graves distorsiones en materias o áreas como los precios de la economía, tipo de cambio, tasas de interés, el debilitamiento sistemático de las instituciones públicas responsables de la elaboración y producción de las estadísticas económicas. Aunado a una combinación perversa de controles generalizados y expansión monetaria a gran escala.
Ciertamente la realidad venezolana deja claro que los altos niveles inflacionarios, el endeudamiento, las diversas distorsiones que arrastran los mercados monetario, fiscal y cambiario, el declive de la industria petrolera entre otros, son la expresión de la baja calidad de nuestras instituciones políticas y económicas que reclaman un rediseño y reingeniería. Venezuela no puede producir un cambio de modelo y sociedad sino asume ciertamente un conjunto de acciones de Política macroeconómica orientadas a disminuir la tasa de inflación, Política fiscal basada en una sostenibilidad fiscal, aspecto que demanda el balance del presupuesto y sus fuentes de financiamiento, mejorar la eficiencia del gasto público, reducir la vulnerabilidad fiscal; Política monetaria, urge recuperar el valor del signo monetario o moneda, la confianza y capacidad de ahorro, aspecto vinculado a contar con una arquitectura fiscal y monetaria cónsona con la estabilidad económica. Política petrolera, es urgente lograr un tipo de cambio competitivo para estimular justamente a los sectores transables distintos al petrolero con un papel técnico y central del BCV en el manejo de la tasa de cambio; a lo cual se le suman una conjunto de política sectoriales en petróleo, industrial, capital humano, política social y afines como rasgos de un nuevo modelo viable, moderno, eficiente.
La Transición Venezolana:
Como bien lo ha señalado Nelly Arenas (2016) el acceso a la Presidencia de la República de Nicolás Maduro ha puesto de relieve, por contraste, el enorme peso que tuvo la condición carismática de Hugo Chávez en el transcurso de la Revolución Bolivariana. La ausencia de tal condición en el sucesor se ha intentado remediar por la vía de su manufactura mediática, así como exacerbando el discurso populista, cada vez más huero y reiterativo. El importante deterioro en la calidad de vida de los venezolanos, sin embargo, parece colocar en riesgo la continuidad del proceso bolivariano. La contundente victoria de los factores opositores en las elecciones parlamentarias parece apuntar en ese sentido. Una estrategia populista de gobierno desprovista de carisma, como la que personaliza Maduro, se muestra incapaz de contribuir a sostener en pie el entablado revolucionario erigido por Chávez. Mucho más, en un contexto de considerable disminución de la renta petrolera.
Las ejecutorias del gobierno han sido desconocer y bloquear todas las iniciativas de Ley y decisiones emanadas de la nueva Asamblea Nacional, para lo cual el gobierno recurre el Tribunal Supremo de Justicia quien lejos de garantizar la legalidad y observancia de la Constitución, actúa como parte o apéndice del gobierno. La agudización de la crisis en Venezuela toma proporciones descomunales y humanitarias en el segundo semestre del 2016, aunado a presiones de calle, marchas, actividades de movilización solicitando el referéndum revocatorio consagrado en la carta magna como una alternativa a la grave e inédita crisis de gobernabilidad que registra Venezuela bajo la presidencia de Nicolás Maduro.
No hay la menor duda que la institucionalidad democrática y jurídica en Venezuela esta resentida y en un proceso de franco deterioro no sólo por la inobservancia de la Constitución Bolivariana de 1999, sino además la real ausencia de división de poderes públicos, la militarización de buena parte de la administración pública, aunado a la violación de libertades, del Estado de derecho, procedimientos y hasta de algunas garantías constitucionales. Frente a este escenario de bloqueo institucional y jurídico y de desmedida personalización del poder y la política, se requiere un proceso sostenido de revalorización de la democracia en términos de poderes, organizaciones, partidos, sindicatos, sociedad civil y sus respectivas funciones, paralelo a restaurar la vigencia y observancia de la Constitución Bolivariana de Venezuela de 1999 como pináculo del ordenamiento jurídico en el país.
El 2016 transita Venezuela en su peor año y periodo no sólo por la crisis económica, la mayor inflación del planeta cercana a 90% mensual, altos niveles de corrupción (ver informe transparencia mundial 2015), elevado riesgo país (el mayor del mundo), malos servicios públicos, razonamiento o corte de luz eléctrica, escasez de medicinas, alimentos y otros a niveles considerados de crisis humanitaria, toda la administración pública colocada en manos de la Fuerza Armada Nacional (FAN) implicada en casos corrupción y otros, además niveles inmanejables de inseguridad y violencia generalizada, con una democracia y Estado de derecho precario, bloqueo institucional o carencia de autonomía de los poderes públicos salvo la Asamblea Nacional (Poder Legislativo) como único contrapeso actual, la destrucción del aparato productivo, controles de precio y cambio, un deterioro de la calidad de vida que exigen una salida ya sea por vía constitucional por intermedio de una enmienda que recorte el mandato presidencial o por la vía de un referéndum revocatorio (proceso ya iniciado en su primera fase de recolección de firmas) sin descartar una explosión social.
El Complejo Año 2016 y El Fin de Siécle:
El transitar del año 2016 en Venezuela ha dejado claro y manifiesto el talante poco democrático del régimen, la concentración de poderes, el ejercicio nada decoroso, poco institucional, no democrático y en nada legal y constitucional del TSJ y del propio Consejo Nacional Electoral en su interpretación, hermenéutica y actuación al torcer los criterios y espíritu de la Constitución de 1999 en los aspectos referidos al Referéndum Revocatoria (art 72). Asimismo forzar la aprobación de un presupuesto descomunal y astronómico ante el TSJ cuando por el Presupuesto de la Nación una Ley de Presupuesto corresponde su aprobación exclusiva a la Asamblea Nacional. Ni hablar de la inédita medida tomada hace meses por parte del ejecutivo al colocar y delegar toda la administración pública y el manejo del Estado en la figura del ministro de la defensa General Padrino López, que junto a la peor crisis económica, financiera, monetaria y demás de Venezuela en su historia, sitúan y perfilan en grave riesgo la continuidad de la revolución bolivariana en una suerte de fin de siecle.
Más allá de las actitudes y pretensiones abusivas reiteradas del régimen no hay duda del talante democrático de la sociedad venezolana y su vocación democrática, civilista y electoral que estará a prueba en estos días de octubre de 2016 para la recolección validación del 20% de firmas y electores para convocar el RR. La muestra de civismo y vocación de cambio están expresadas de forma contundente y masiva en la Toma de Caracas el pasado 1S, y ratificada en la actividad del 26 de octubre llamada la Toma de Venezuela. No hay un ápice de duda de que el referéndum revocatorio se presenta como la vía expedita frente a la ingobernabilidad y crisis actual, frenar su convocatoria o postergarlo implica llevar a la sociedad venezolana a un callejón sin salida donde cualquier otro episodio y vía no es descartable. Nuestros actores políticos deben pensar en el país y aparecer en la historia con letra mayúscula por oportunos, sensatos y responsables. Los venezolanos estamos recorriendo los días de la transición y el cierre de una etapa nada grata, nada positiva, nada gobernable pero que está dando paso a un nuevo periodo de recuperación de su tejido y entramado constitucional, legal y democrático.
(*) Profesor de la Universidad de Los Andes E-mail: [email protected]