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Venezuela merece una alternativa

No un ápice de duda de que Venezuela es un laboratorio de complejos fenómenos, un tubo de ensayo, un país plagado de inequidades, paradojas y distorsiones, una olla donde convergen aberraciones, fallas, contradicciones y por sobre todo carencias de todo tipo en el orden material, espiritual, institucional y demás. Si el país tuviese instituciones, procedimientos, Estado de derecho, ciudadanía y tejido institucional y una clase política decente, digna y responsable tanto en funciones de gobierno como de oposición, otro gallo cantaría, y tal vez las diversas carencias y tragedias que paradójicamente padecemos los venezolanos, fuesen menores o de menos intensidad y daño.

El país requiere una pausa, autocritica, meditación no conformismo, y peor cháchara o relajo la situación de Venezuela no es precisamente para reírse no hay nada que festejar y asomar posturas críticas no implica decaimiento o Apocalipsis pero si un ejercicio de crítica y controversia que permita de entrada asumir la delicada situación que como sociedad estamos padeciendo. De que nos sirve tener la mayor reserva gasífera y petrolera del mundo sino los venezolanos vivimos una odisea para ubicar papel higiénico, alguna medicina, una bombona de gas, un kilo de leche en polvo o un paquete de harina pan para hacer nuestras arepas, hasta eso hemos perdido y lo hemos permitido calladamente, nos han conculcado valores, derechos, tradiciones, costumbres y por sobre todo nos arrebataron la certeza de vivir bien, repito paradójicamente teniendo petróleo, gas y para usted de contar, de que nos ha servido tener tanto y carecer igual de todo, y encima tener un gobierno profundamente irresponsable y maula que reproduce el conflicto en todas las escalas y además repite como loro que “tenemos patria” o “gobierno de calle” por Dios cuanto más nos tocará ver, oír y soportar.

En Venezuela lastimosamente el gobierno lejos de solventar los graves problemas – hoy no resueltos y agravados después de catorce años de Chávez y el año y pico de Maduro – si es eficiente para sembrar y reproducir el conflicto, asumiendo lo hemos dicho al conflicto y la diatriba como una manera de identificación colectiva basada no en democracia, ciudadanía y logros sino en una población carente de códigos y referentes sólidos que le permitan diferenciar justamente la mentira y el desatino.

La historia de la Venezuela actual, esa Venezuela muy conflictiva y compleja en este primer semestre del 2014 sigue siendo un horizonte precario, de escasez, protestas de diverso tipo, excesos y represión de parte de los cuerpos del Estado contra población civil, muertes de inocentes, exabruptos y desproporciones de parte de órganos e instituciones como el Tribunal Supremo de Justicia en la manera de desconocer mandatos de alcaldes y diputados, se criminaliza la disidencia y demás. Síntomas que reflejan la precariedad jurídica y democrática de un país que se caracterizó en otra época por la estabilidad y fortaleza de su democracia.

Hasta los más fervientes oficialistas saben que el país marcha mal, no camina, no avanza, retrocede en buena parte de sus áreas con un impacto directo en la población, en las finanzas del país y en su economía y por sobre todo impacta en una porción muy importante y representativa del país nacional que padece los desmanes, los errores, el pillaje de unos y otros, de representantes del gobierno u oficialismo y de algunos bellacos de la oposición. El gobierno está ciego, sordo y no tiene capacidad de comprensión de la realidad y drama nacional, y la oposición igualmente asume diatribas intestinales, la carencia actual es de solidos partidos, de una clase política plantada, de proyectos, de coraje y un poco de visión, debemos asumir la necesidad de un cambio y de construcción de una alternativa distinta para el país que naufraga en el desdén, en la inercia e indolencia.

No se trata sólo ya de un combate o lucha contra un modelo o persona en particular, sin desconocer que la debacle del país tiene responsables con nombres y apellidos, algunos fallecidos y otros vivitos que siguen produciendo daños, tampoco se trata de pretender eliminar las clásicas divisiones entre lo nuevo y lo viejo, izquierda y derecha, pasado y futuro, cuarta o quinta república, chavistas y opositores, debemos avanzar y comprender la realidad actual en toda su dimensión, asumir las cosas tal cual son con sus aspectos buenos y malos, y que por sobre cualquier situación, asumir el momento y la problemática actual demanda una alternativa distinta para un país que no puede silenciar indiscutiblemente una voz de cambio, una posibilidad y una alternativa diferente para todos los venezolanos, todos sin excepción seguimos padeciendo los engaños de una clase política que no estuvo a la altura de los desafíos y naufrago en una carrera indetenible de búsqueda del poder y riquezas, además de un grupillo de maulas que militando en la oposición sus actuaciones no difieren en nada con la política nociva y perversa que define el proceder de muchos oficialistas.

No hay la menor duda que los venezolanos y venezolanas y los propios latinoamericanos hemos aprendido que los autoritarismos, las dictaduras, los populismos y los fanatismos no solucionan los problemas, todo lo contrario son problemas y padecimientos no resueltos y agravados, algunos encapsulados o silenciados pero que son granadas escondidas que nunca se sabe cuándo estallaran, la democracia está obligada a blindarse y la mejor manera de evitar personalismos, populismos, miserias y las propias granadas, siempre será con instituciones fuertes y cimentadas, con partidos, gestiones eficientes y logros reales y con el respeto a la Constitución Nacional Bolivariana de 1999 que por cierto es lo único que queda de la revolución y de estos quince años de piruetas y errores.

El momento requiere ponderación, posturas intermedias nunca medias tintas de asumir una verdad de perogrullo como es que el Estado debe estar presente sin asfixiar la iniciativa privada, como igualmente el mercado no lo es todo y que sin desarrollo económico no se alcanza la justicia social. Que debemos proteger a nuestros agricultores, empresarios y producción nacional, valorar el peso de la educación y el rol de nuestras universidades, sin espantar la inversión y la sana competencia, que a su vez desalienta la cultura del trabajo y nos aísla del mundo desarrollado y globalizado aspectos que este gobierno no supo manejar y por ello el caos actual que tenemos.

Debemos asumir por Dios que la sociedad venezolana no puede seguir en la anomía y desorden actual, el país y los venezolanos estamos obligados a rescatar nuestra esencia plural y democrática, el cambio y una alternativa es una necesidad ineludible e impostergable, naturalmente su implementación requiere de ingeniería, instituciones, reglas de juego y voluntad.

Cuando se mira y relee la historia de nuestros países latinoamericanos sin caer en complejos de ningún tipo queda claro que buena parte de los mismos han pasado por dictaduras, por crisis económicas, levantamientos populares, golpes de Estado y otros. Pero no hay duda que en su inmensa mayoría esos países y sus ciudadanos han aprendido a vivir en democracia, y de manera particular y fundamental a fortalecer las instituciones y ello implica un ejercicio, un compromiso, una actitud de lucha, crítica e institucionalidad y lo traigo a colación por el gran drama de Venezuela no estuvo en las fallas del pasado – que sin lugar a dudas las hubo – y engendraron lo que hoy tenemos.

Nuestro drama estuvo en extraviar la brújula, la sensatez, la racionalidad, la crítica, los venezolanos actuaron de manera emotiva, febril y brusca en la elección de Chávez y su reelección posterior. No hay manera de explicar cómo el país con mayor riqueza y abundancia petrolera y de diversa índole nunca el país estuvo tan mal, nunca fue el país tan corrupto, improductivo y para de contar. Se afectó y destruyó su industria nacional, su signo monetario o moneda, se afectaron las reservas y mucho más.

Insisto la historia ha podido ser otra, al menos parecida a cualquiera de nuestros vecinos que pasaron por problemas, pero sin lugar a dudas la ciudadanía no cometió errores, desmesuras y arrebatos, y esa misma ciudadanía comprendió que la democracia sólo con más democracia, más procedimientos y más institucionalidad es que se hace perfectible y se corrigen los déficit presentes, y no creyendo en cantos de sirenas, o en populistas o iluminados que terminan hundiendo por su impericia y carencias a los países y sociedades en peores crisis, en hambre, miseria, corrupción, ineficiencia y finalmente en el engaño de un pueblo que termina siendo el gran pagador de sus propios dislates. El destino ha podido ser otro. Somos el país de toda la región latinoamericana con peores indicadores, cifras y estadísticas. Sencillamente en una línea la revolución termino siendo un experimento muy costoso, un gran fraude con costos humanos, financieros, económicos, sociales y espirituales.

Aprendamos y ratifiquemos que el diálogo y el respeto por el otro es la única manera de unir a los venezolanos y de poder llevar adelante una vida normal, cívica y sin desconciertos, los venezolanos debemos hacer valer la diferencia, el pluralismo y la diversidad y reconocer la existencia de conflictos, pero también la necesidad de administrarlos y resolverlos con el mayor equilibrio posible, sobre la base de reglas comunes y dentro de la ley. Y contar con un gobierno serio y responsable que merecemos y que debemos darnos, por eso debemos todos construir una alternativa. Veremos…

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