¿Venezuela como Alepo?
Carlos Armando Figueredo
Hemos visto como la ciudad de Alepo, en Siria, quedó, después de los bombardeos, sin agua, sin electricidad, sin comunicaciones, en penuria, pero todo a consecuencia de la destrucción masiva de plantas, de edificios y viviendas, por los obuses, las bombas y misiles en la guerra civil, provenientes en casi todos los casos de las fuerzas del gobierno dictatorial.
Venezuela está en condiciones similares: no hay electricidad en sus ciudades y sus pueblos, el agua no llega, hay hambruna, la gente muere por carencia de medicamentos, de servicios médicos, por falta de alimentación. Pero a diferencia de lo ocurrido en Alepo, en Venezuela no hay una guerra armada entre las fuerzas gubernamentales y un pueblo que busca libertad, democracia, fin de la usurpación del poder, gobierno provisorio, elecciones libres, democráticas, transparentes y satisfacción de sus necesidades.
En Alepo las muertes de inocentes, de no beligerantes, han sido causadas por los bombardeos, las explosiones y las balas; en Venezuela la causa es un gobierno dictatorial, forajido, que se niega a recibir la ayuda humanitaria que el gobierno interino de Juan Guaidó ha logrado obtener de países democráticos y se encuentra almacenada en sitios como los de Colombia, Brasil y Curazao. Ayuda ésta cuyo ingreso al país fue brutalmente impedido por fuerzas de la dictadura, causando muertes que pueden calificarse de genocidio como fueron las de indígenas pemones. Se llegó incluso a quemar camiones que habían logrado penetrar en territorio venezolano, lo cual es delito de lesa humanidad. Mueren recién nacidos, niños, mujeres y ancianos que no han tenido acceso a medicamentos que podrían salvarles la vida; mueren en los hospitales porque no funcionan los equipos, porque no hay luz ni agua en los quirófanos ni en las salas de emergencia.
En Alepo y en otras ciudades del mundo que padecen los mismos desastres, hay acceso a médicos y se instalan centros asistenciales de emergencia provenientes de organizaciones no gubernamentales como Médicos sin Fronteras y de otras internacionales como la Cruz Roja Internacional y las de las Naciones Unidas. Se les brinda ayuda humanitaria por todas las vías y todos les medios disponibles. En Venezuela, el régimen del dictador Maduro no permite el ingreso de esas organizaciones. Según el dictador y sus esbirros Tarek El Aissami, los hermanos Jorge y Delcy Rodríguez, en Venezuela no hay ninguna crisis. Esa misma gente maligna afirma que el apagón de varios días que nos tiene sufriendo el peor desastre que haya conocido Venezuela en dos siglos, se debe al gobierno de Estados Unidos y de Colombia, y en particular al senador Marcos Rubio que logró que, desde el espacio hubiera un ataque cibernético, con rayos para dañar gravemente todo es sistema eléctrico venezolano.
Como no hay acceso abierto a la información –ya que lo impide el régimen dictatorial− muchos no saben que, durante la democracia se invirtieron cerca de 40 mil millones de dólares en el sistema eléctrico público y privado y que, en 1998, Venezuela exportaba electricidad a Brasil y Colombia; la dictadura de Chávez y Maduro ha invertido, para los mismos fines, cerca de 110 mil millones de dólares y lo resultados los estamos viendo ahora, con ciudades y pueblos sin electricidad desde hace más de cuatro días. Una gran parte de esa enorme suma fue a parar a manos inescrupulosas de funcionarios corruptos de gobierno y de “enchufados” como los llamados “bolichicos”, que han amasado fortunas, dinero que han guardado en depósitos en bancos extranjeros y han hecho inversiones inmobiliarias en todo el mundo, que en parte ya han sido objeto de embargos y bloqueos y que en su totalidad, se le devolverán al gobierno interino cuando se haya instalado en Miraflores, o antes.
Para salir de la tragedia que nos destruye hay que recurrir a la Responsabilidad de Proteger (R2P) que seguramente aceptarán aplicar los países democráticos que nos han venido ayudando y que un número de 60, hasta ahora, reconocen a Juan Guaidó como Presidente interino de Venezuela.