¡Validamos!
Contra viento y marea, luego de colas inmensas en las que la gente soportaba con una paciencia de acero, en las que más de la mitad de los que las hacían se quedaban al llegar la tarde sin poder celebrar nada, luego de que a uno de nuestros hijos le desconocieron su firma porque les dio la gana y el otro muy posiblemente no pueda validar hoy (viernes 24 de junio de 2016) porque se quedó a pie debido a que un repuesto no se consigue y vivimos muy lejos del cne, por fin Natalia y yo logramos “validar” nuestras firmas para revocar al imbécil de Nicolás Maduro. Pero fue una Odisea.
El jueves, llegamos a incorporarnos a la cola, a unas cinco cuadras del cne, antes de las seis de la mañana, y como el miércoles nos habían hablado de unos autobuses que acarrearían gente a los páramos, los buscamos y los encontramos a una cuadra del cne. Conseguimos, cuando apenas quedaban cuatro asientos, entrar el último de ellos, y a las siete en punto de la mañana arrancamos rumbo a la carretera trasandina, esa cinta que sube y baja y caracolea por las montañas andinas desde hace ochenta y siete años, cuando fue inaugurada por el gobierno de general Juan Vicente Gómez. Los autobuses fueron puestos a la orden de los electores por el Alcalde de Mérida, Carlos García, y su operación era coordinada por muchachos de Primero Justicia, amabilísimos y eficientísimos, realmente admirables.
A eso de las nueve llegamos a Mucuchíes, pero la cola era tan grande como la de Mérida, y los coordinadores decidieron, con la aprobación de todos los que participábamos en la aventura, seguir camino hacia Timotes. Una hora después los autobuses se detuvieron por un rato en uno de esos sitios de carretera en donde venden arepas andinas, pizca, calentadito, chocolate y café, y muchos de los pioneros, sobre todo los de más edad (que éramos mayoría) aprovecharon para ir al baño. Y poco después de las once y media, luego de disfrutar de lo lindo de los paisajes andinos, primero bordeando el Chama casi hasta su cabecera y luego el río Motatán casi desde su cabecera, y después de pasar por el punto más alto de la carretera, el sitio del Águila (4.118 metros sobre el nivel del mar), y de atravesar un largo trecho envueltos por la niebla, y tras caracolear de lo lindo por las curvas de La Venta y pasar por Chachopo, como la Loca Luz Caraballo, llegamos a Timotes, nos bajamos de los autobuses y caminamos algo menos de un kilómetro para llegar al sitio de la “validación”.
La gente nos aplaudía y nos gritaba “¡Sí se puede!”, lo que nos hacía sentir cada vez mejor. Y cuando llegamos al lugar, a media cuadra de la Plaza Bolívar, ¡sorpresa!, no había nadie en la cola. Natalia y yo entramos de primeros, y un par de minutos después ya habíamos validado. Tuvimos que esperar a que el resto de los aventureros lo hiciera, a lo que hubo que sumar una hora que se tomaron los encargados del proceso para almorzar, y una vez que todo el grupo lo logró, todavía debimos esperar porque muy amablemente la Alcaldía de Mérida y la gente Timotes nos ofreció una estupenda sopa a manera del almuerzo. Minutos antes de las tres arrancaron los autobuses desde la Plaza Bolívar de ese bello pueblo montañés, y Natalia y yo, después de hacer el viaje al revés, nos quedamos en la Vuelta de Lola, que es la entrada de la capital del estado, para tomar un taxi y volver a nuestra casa, mientras los demás seguían de vuelta al lugar de donde partieron.
Había sido una jornada de doce horas, en la que pudimos comprobar la amabilidad y eficiencia de los muchachos de Primero Justicia y de la Alcaldía de Libertador, así como la voluntad inquebrantable de los merideños de echar del poder a Maduro y a los sátrapas del PSUV, que tanto daño le han hecho a Venezuela.
