Una sabia y vieja lección
No puedo ahora recordar cuando fue que la oí por vez primera, no recuerdo tampoco si la oí como reproche por andar de entrometido, o la frase estaba dirigida a otro y me llegó a mí por carambola. Lo cierto es que su sonoridad y lo llano del lenguaje se juntaban para facilitar la enseñanza propia de lo que son las lecciones de sabiduría que recogen los refranes; y lo más importante, que la sencillez del lenguaje empleado facilita su retención. “En el pleito de los burros no se meten los pollinos”.
Esa frase que desde luego es un mensaje para la cotidianidad de nuestra vida; y que también, desde luego, se aplica literalmente para que los niños no se metan en los pleitos de los adultos, encierra una enseñanza que trasciende a esa limitada función pedagógica, porque su formulación emana no del resultado de los conflictos de jóvenes y adultos, sino de lo que muestra la historia cuando se produce un enfrentamiento de tal modo disparejo que el resultado es predecible.
Desde que terminó la segunda guerra mundial hay un conflicto entre oriente y occidente que puede singularizarse entre EEUU y la Unión Soviética, que desaparecida hoy, cede el puesto a China, más preocupada en hacerse económicamente tan poderosa o más que los Estados Unidos, que militarmente como lo pretendió la URSS, aunque renace en Rusia el deseo de volver a ser lo que fue, es decir, la disuelta Unión Soviética, o si se quiere los sueños imperiales de los zares, aunque me parece más acertado apuntar por lo primero, dado que la jefatura rusa la encabeza Putin, que es como decir la KGB, que a la vez es como decir la mano de hierro que controlaba desde los tiempos de Stalin.
El conflicto con Ucrania, que es un país independiente que dejó de ser una de las repúblicas soviéticas, es por llamarlo de algún modo, el deseo de reconstruir las repúblicas soviéticas, lo que por razones geográficas estaría circunscrito a Europa, pero él se cree que vive lo que vivió de niño y joven y ya de adulto como jefe de la KGB y pretende emular a Nikita Jrushchov y opta por enviar tropas a Cuba y Venezuela y desde luego algunos artefactos sofisticados, olvidando que hace ya sesenta años Nikita optó por retirarse, cuando era la URSS gran potencia.
Hoy desde luego, ni Putin es Nikita, ni Rusia es la URSS, que en su alfabeto se identificaba CCCP y que nuestros compadres mexicanos, allá por el año 1970, hace medio siglo, identificaron el significado de esas siglas como “cucurrucucú paloma”, no sabemos si por el cucurrucucú o por la paloma.
Lo que si sabemos de esas lecciones históricas, en donde se origina el singular refrán “en el pleito de los burros no se meten los pollinos” es que si por el conflicto surgido en torno a Ucrania que ninguna relación tiene con Venezuela, el usurpador se cree gallo, cuando no llega ni a pollo, porque lo único que nos ha revelado de hace ya algún tiempo es que dialoga con un pajarito que el identifica como Chávez, se hará evidente que algunos venezolanos pagarán con sus vidas, si acaso ese conflicto estalla. Me temo que no habrá cadáveres rusos, para eso están unos venezolanos que desde luego ninguno de ellos llevan por nombre Nicolás, ni Diosdado y menos aún por apellido Padrino, a quienes les importa un bledo la vida de unos cuantos venezolanos, porque lo que les importa es su bienestar y Putin se los procura mientras el pueblo muere de hambre, de donde se infiere la poca importancia de que algunos otros mueran en combate no por la defensa de nuestro territorio sino por Ucrania, o quizá, más bien, por la colaboración de Putin para mantenerse en el poder.