Una nueva disciplina, Personal Storytelling Reconnection [PSR]
PSR es el conocimiento de los modelos que vivimos como mimes vitales. Las cosas no existen mientras no se les dé un nombre. Cuando nombras algo, le das la existencia misma… en tu consciencia. Así que lo transformas en “real” y así lo puedes resolver. Uno de los fundamentos del psicoanálisis.
¿Qué sabemos?
Nuestro ADN conlleva la grabación de información de toda la cadena evolutiva que me trajo hasta mí. Esa información está codificada de realidades biológicas como sociales de al menos dos millones de años, aunque otros dicen que es mucho más. Pero hay otro pie en esa dinámica, la individual (Lo interesante es que son tres polos que interdependen entre sí).
Vivimos historias, aunque no nos demos cuenta. Somos los protagonistas de proto-historias o historias arquetipales ejecutada por nuestro subconsciente. Algunas son tragedias, otras de acción, otras aun de intriga, y aparte de unas cuentas más, está la del héroe. Jung creía que esa era la principal historia del subconsciente.
Una manera sana de enfrentar la dificultad y dolor que comprende la vida es voluntariamente asumir responsabilidad de donde estoy y vivir una historia de héroe, en los parámetros establecidos por el mismo individuo. ¿Qué quiere decir eso? Tú pones los objetivos, trazas las metas y te responsabilizas por su cumplimiento; te tensas tanto como te sea posible para alcanzar la mejor vida que puedas visionar.
Cuando no decido una meta y vives sin norte claro, las historias que vives no las decides tú, salen de los cientos de miles de historias de tus ancestros que están presentes en tu subconsciente y en tu ADN.
ENTONCES, sabemos que…
- El camino que tenemos que hacer, está minado por miles de obstáculos.
- Como no me conozco, tengo que establecer PERSEVERANCIA como uno de los valores fundamentales.
- Los mayores obstáculos son las identidades e historias que viven dentro de mí. Ya que operan principalmente en transparencia de mi conciencia.
Clarifico, si vamos cada día sin apuntar voluntariamente, vivimos unas historias que salen de “adentro”, que me usan para cobrar vida, y me roban a mí de la mía. Funcionan transparentes a mi conciencia. Necesito conocerlas para quitarles el poder que tienen sobre mí y definir mi historia. Para ello darles nombre, puede ser un paso inmenso para conocerlas.
Llamemos pues Reconexión del Storytelling Personal (PSR) a la disciplina que estudia y clarifica las historias que vivimos. Para…
ENTENDER las historias y personalidades que protagonizamos
APRENDER que no son yo. Yo soy el que les da nombre.
COMUNICAR como esas historias afectan a los individuos, la economía, la política y la sociedad.
LIBRARNOS de juzgar, más bien ayudar a reconocer qué en verdad está pasando en mí y en los demás.
Y ENTENDER LAS HISTORIAS que vivo y cómo afectan absolutamente TODO.
El juicio
La correcta discriminación es indistinta de la sabiduría, es precisamente su fundamento. Continuamente separamos y categorizamos todo cuanto vemos y a lo que nos enfrentamos. Eso no es juicio, juicio es cuando yo me atribuyo el roll de juez de alguien o de algo poniéndole etiquetas. Es diferente de “eso NO lo acepto en mi vida” o “prefiero no beber de ese vaso”. Es una diferencia sutil, en uno hay un juez que determina y pasa sentencia; en el otro, hay un receptor que “decide o no” participar.
Entiendo que es complicado, pero precisamente son las identidades que me asumen y a las que les permito usarme para cobrar vida, las que son jueces y no receptores. Si abres la mano, no agarras; si muestras la mano, no cierras un puño.
El asiduo aprendiz
Había un joven aprendiz de un maestro de cerámica en un pequeño pueblo alejado de toda ciudad. Había a unos doce kilómetros en el borde del bosque, en una cabaña vivía un sabio monje de renombre por todas las aldeas. Nuestro joven aprendiz trabajaba desde las cinco de la mañana hasta las cinco de la tarde los siete días de la semana; sin embargo, quería convertirse en monje y ser iniciado en la meditación y la práctica Zen por el monje. Un día decidió caminar después de su jornada laboral hasta la cabaña del monje para pedirle que le aceptara como discípulo.
El primer día llegó a la cabaña y tímidamente llamó a la puerta de la trastocada cabaña. El monje abrió la crujiente puerta y lo miró. El aprendiz hizo una reverencia y preguntó:
«Noble monje, ¿podría por favor enseñarme Zen?» No había terminado su pregunta, que escuchó un NO al unísono que la puerta se cerró de golpe ante él.
El aprendiz se sintió desolado.
Al día siguiente caminó de nuevo los doce kilómetros hasta la cabaña y encontró al monje cuidando su huerto frugal. El joven aprendiz volvió a preguntar, y el monje lo rechazó nuevamente con desdén. Cada día de cada semana, con lluvia o nieve, durante numerosos meses el joven aprendiz caminaba por el largo y estrecho tramo para sólo encontrar un nuevo rechazo.
Una tarde de primavera, el aprendiz encontró al moje barriendo a la entrada de la cabaña, y le hizo la petición; la pausa y el silencio del anciano monje le dieron esperanza al aprendiz. Entonces el moje se giró y mirándole a los ojos le dijo suavemente:
«Ve al bosque y haz algo significativo y cuando lo hagas, vuelve a decirme lo que has logrado», luego se dio la vuelta y le dio la espalda al joven mientras seguía barriendo.
El joven aprendiz dejó su trabajo y fue al bosque a vivir. En unos seis meses después regresó a ver al monje. La puerta de la cabaña estaba cerrada, llamó y escuchó dentro la voz del viejo monje que lo invitaba a entrar. Tomó sus empolvoradas sandalias, las puso a un lado del escalón para entrar en la cabaña y con el mayor cuidado se adentró. El interior de la ermita era sencillo y no había casi nada. El monje estaba sentado en un tronco al fondo de la pequeña cabaña. El aprendiz se acercó frente al monje y cuando iba a abrir la boca, el monje levantó la mano y lo detuvo. Entonces el monje le preguntó:
«¿De qué lado del escalón dejaste tus sandalias?»
El aprendiz regreso al bosque.
Pasaron cuatro años y medio. El joven aprendiz regresó a la cabaña. Llamó a la puerta y el monje lo invitó a entrar. Puso sus sandalias del lado derecho del escalón y entró. El viejo monje tenía dificultad para moverse y tenía un desgastado viejo bastón. Estaba haciendo té. El aprendiz le preguntó si se acordaba de él. El monje dijo sin mirarle:
«¡Por supuesto, muchacho!» Luego hizo la pregunta «¿has hecho algo de valor?»
El aprendiz dijo: «He caminado sobre el agua».
El monje se levantó lentamente y con dificultad caminó hacia él con su bastón. Cuando el anciano estaba a su lado, le golpeó ligeramente en la cabeza con el bastón y dijo con voz ronca y suave.
– tontuelo, con dos centavos podrías alquilar un bote.
El aprendiz fue enviado de regreso al bosque.
Pasaron diez años. El aprendiz caminaba hacia la cabaña del monje cuando notó una pequeña multitud afuera de la deteriorada cabaña. Corrió y se acercó a la entrada y escuchó a la gente murmurar. Preguntó:
«¿Dónde está el maestro?» –
«Se está muriendo», dijo suavemente una anciana.
Se quitó las sandalias lo más rápido que pudo y entró apresuradamente. Tres ancianos de la aldea estaban en el lecho de muerte del monje. Los ojos del aprendiz se abrieron de par en par. Vio la vieja y cansada cara arrugada del monje con un singular brillo en los ojos.
«Maestro», preguntó, «¿te acuerdas de mí?» A lo que el anciano respondió «pero por supuesto querido muchacho» y continuó «¿has hecho algo de valor?» –
A lo que el aprendiz dijo con lágrimas en los ojos «Sólo como cuando tengo hambre y bebo cuando tengo sed» –
«Viste pequeño, no necesitabas mi guía después de todo».
Nos encantan las historias, las vivimos, nos atrapan, las seguimos, las proyectamos, las reprimimos… nos controlan. ¿Qué tal tú historia? ¿Qué te dice de lo que en verdad buscas, no lo que tú dices que buscas? Siempre hay un beneficio escondido en cada una de nuestras adversidades, a veces descubres que las buscas sin darte cuenta.
Vivimos en un jardín amurallado, tiene naturaleza, cultura y ciencia. La muralla nos protege de la inclemencia y el atributo por excelencia de la naturaleza: seleccionar. Pero no puedes evitar a la serpiente, porque en todo orden siempre está el principio del caos. Para avanzar necesitamos desarrollar una habilidad de reconocer las historias que estamos viviendo. Cuando cometemos una imprudencia o cuando actuamos impulsivamente y reconocemos que fue algo que me movió a ello, preguntarte en tercera persona: ¿qué buscas?
La obra de Hamlet es una obra maestra precisamente de las personalidades que habitan nuestra voluntad y Shakespeare un maestro de las historias que vivimos. “Hay algo podrido en el Estado de Dinamarca”, asegura Marcellus en el Acto I. Hamlet atraviesa un sinfín de personalidades que le usan, dejando a su camino una estela de muerte y devastación. Hasta que, frente a un eminente duelo con Laertes, hermano de su amada Ophelia, que desesperada se suicida, e hijo de Polonio a quien el mismo Hamlet mató por error; Hamlet le dice:
¿Hamlet nunca agravió a Laertes? Nunca Hamlet.
Si Hamlet fuera separado de sí mismo,
Y cuando no es él mismo, hace mal a Laertes,
entonces Hamlet no lo hace. Hamlet lo niega.
¿Quién lo hace, entonces? Su locura.
(V.ii.203–7)
Hamlet no miente. Todos vivimos en esa locura hasta que decidimos asumir el control del roll que nos presenta la vida. Toda la obra es el discernimiento de la incapacidad de asumir responsabilidad como príncipe por la podredumbre del estado, le llevo a encarnar diferentes vidas o locuras que desencadenan en la muerte del mismo Hamlet y la caída del Estado Dinamarca.
Nada a nuestro alrededor nos ayuda, somos una generación cómoda, cortoplacista y malcriada. No creas que tienes que ser un príncipe para que el mundo que te sostiene caiga, precisamente es asumir responsabilidad para Principiar el mundo que puede albergar a muchos más que a ti, lo que te invita tu vida a emprender.
Haz frente a la tormenta que te increpa asumir responsabilidad, no tomes el camino fácil, no lleva a ningún lado. En vez, levántate a ti mismo por la pechera y dite,
“Vas a ser lo que viniste a ser, te guste o no te guste!”
El próximo martes…
El sistema operativo (iOS) de la vida es CAOS
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