Un pasaje de autobús
Parece una tontería. Resulta que un sector muy mayoritario de la población de Venezuela tiene que recurrir al deficiente servicio de los autobuses para desplazarse entre su vivienda y su trabajo o para dirigirse al centro de su ciudad de residencia para satisfacer cualquiera de sus necesidades. Como nuestro país está conformado por una sociedad en la que las estadísticas y la tecnología no existen, no podemos saber qué porcentaje de nuestros ciudadanos emplean cada medio de transporte y mucho menos…cuantas veces al día, a la semana o al mes. Por lo tanto, nadie sabe la incidencia del transporte en el presupuesto familiar.
Cuando éramos muy jóvenes, gran parte de nuestros desplazamientos de rutina los realizábamos en autobuses. Para aquellos años, mediados del siglo pasado, había autobuses de a locha, de a medio y recordamos muy bien que cuando se iniciaron las ofertas de terrenos en la Urbanización Altamira, se puso al servicio de la ciudadanía de Caracas un grupo de autobuses «chingos», muy confortables y que unían a El Paraíso con Altamira con el precio de un real y se cancelaba con unos tickets que ofrecían cinco viajes por dos bolívares.
También nos parece interesante recordar que se expendían libretas de abonos escolares que llevaban el precio de los autobuses más económicos a la mitad de su precio general.
Hasta aquí y después de recoger nuestra cédula, estamos recordando y refrescando la historia que nos contaba, semanalmente Finí Veracoechea, en su estupendo programa costumbrista «Que tiempos aquellos» que emitía TVN5, la emisora oficial de todos los venezolanos.
De acuerdo con los incidentes que se sucedieron la semana pasada, cuando los transportistas de varias ciudades protestaron ante la negativa del régimen que nos destruye a permitirles que eleven el costo de un pasaje de autobús hasta los sesenta bolívares por viaje. Además, los transportistas aspiran que para diciembre, dichos viajes tengan que ser cancelados con cien bolívares.
No vamos a entrar a analizar la justificación de estos incrementos. Todos conocemos y somos víctima del descuadernamiento de la economía, imposible de analizar, ante la explosiva mezcla del costo de los vehículos, de sus numerosos repuestos previsibles como los cauchos, las zapatas de frenos, o los imprevistos que tienen su origen en los innumerables huecos, de distinto tamaño, que abundan en nuestro país.
Pero lo que más nos ha llamado la atención es que en aquellos recordados tiempos, un pasaje de autobús se pagaba con una fracción de un bolívar y había un cono monetario que terminaba con un precioso billete de quinientos bolívares, que los dichosos poseedores denominaban «canario» y que tenía la dificultad de que era casi imposible que se le aceptara. No había «cambio» suficiente.
Como contrapartida, para cancelar el valor de un viaje de autobús se tiene que ser portador de un billete de la máxima denominación existente en nuestra agredida sociedad. Es decir, hoy para pagar un viaje de autobús se requerirá, en diciembre, el billete más grande de cuantos existen. A mediados del siglo XX, con un canario se cancelaban (misión imposible) cuatro mil viajes de aquellos económicos autobuses. ¡Qué tristeza! Cien bolívares solo servirán para pagar un pasaje de autobús.
@rafael862