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Un huérfano ideológico armado con una Kalashnikov

El chavismo, durante diecisiete años ha violado sistemáticamente la Constitución, borrando la independencia de los poderes y transfigurándose en un régimen militar que recibe órdenes de Cuba. Transformó el debate democrático en insultos,  amenazas y el asalto armado de sus colectivos. De allí que surja la duda, de si los representantes de la oposición han partido de la premisa equivocada de que en el bando contrario comparten los mismos principios y reglas del juego democráticos. Pareciera azaroso establecer un lenguaje común, condición sine qua non para que una negociación sea exitosa.

Se hace difícil lidiar con tanta ambigüedad en este deslave viscoso de mitos, medias verdades y contradicciones. Un ejemplo tragicómico de cómo se ha convertido en parte inteligente del juego de posiciones en el ámbito político del llamado “diálogo” es el gag del hombre que se tropieza en la calle con un travestí muy bien arreglado que le pide un cigarrillo y el sujeto no sabe si “arrecharse” con el tipo o darle el cigarrillo para no ofender a la dama.

Las causas del conflicto es lo que interesa negociar y es justamente lo que el gobierno se niega hacer en sus amagos de diálogo.  De allí que surja un tema, por demás dilemático, pero fundamental para encaminar cualquier discusión sobre el presente político nacional y es el de si el ejercicio de nuestras ideas y legítimas aspiraciones lo tendremos en democracia y amparados en la Constitución. Eso no ha sido así hasta la fecha y si ahora no es respetado, hemos desperdiciado un tiempo valioso en contra nuestra, en prepararnos para resistir, como se organizó la resistencia bajo el régimen del dictador Pérez Jiménez, ejemplos sobran.

Hay que hacer un llamado a la izquierda consciente para que empuje una salida democrática, esa izquierda que aún pulula y usufructúa dentro del chavismo y que pudiera ayudar con sus líderes, intelectuales y militantes de base para empujar la salida de Maduro y su banda, que son unos huérfanos ideológicos armados con Kalashnikovs. Para eso invoco a Norberto Bobbio, jurista, filósofo y politólogo italiano de izquierda, uno de los principales exponentes del llamado “socialismo liberal”.  En sus propuestas analizó las ventajas y desventajas del liberalismo y del socialismo, tratando de mostrar que quienes defienden ambas ideologías deben basar sus planes, programas y acciones políticas en el respeto al orden constitucional y en el rechazo a los métodos antidemocráticos, incluyendo la corrupción.  El mismo que afirmó: «Vivimos en una economía de mercado, pero no en una sociedad de mercado», para aquellos a los que la palabra “liberal” les suena a azufre.

Los movimientos de centro-izquierda o socialista-liberal en Europa representan, ciertamente, una reacción contra los dogmatismos tanto de izquierda, que pretenden reeditar revoluciones comunistas que fracasaron el siglo pasado, como contra la filosofía neo darwinista de la economía y la sociedad, en especial la que promueven los líderes apoyados por las corporaciones trasnacionales, que se han constituido en los nuevos amos del mundo. Un modelo de centro o de centro-izquierda, de neo-centro-izquierda o de socialismo liberal, deben participar en la reconstrucción del escenario político venezolano. Pero ¿Lo permitirán quienes al verse descubiertos en su orfandad ideológica, sacarán un AK-47 cuando menciones la palabra “democracia”, “globalización”, “políticas públicas”, “descentralización”, “inteligencia”, “idea creativa”, “ecología”, “startups”, “creatividad”, “talento”, “mérito”, “eficiencia” o “diálogo”?

Convivimos con una izquierda minoritaria y enloquecida que ha convivido en el poder junto a gangs organizados para la corrupción y la delincuencia en todas sus formas posibles y que aun piensa y habla del socialismo utópico y del socialismo real, que propone un pensamiento único, que desea que la disidencia, sea de izquierda, centro o derecha, debe ser estigmatizada, eliminada y mejor muerta. Como si a los libros de historia le hubieran arrancado las páginas de los últimos cincuenta años, incluyendo la aparatosa caída del comunismo soviético y a sus campos de concentración estalinistas que sirvieron de eficiente modelo a los nazis, el feroz y cruel maoísmo que borró del mapa a millones de sus camaradas, el mar de la felicidad cubano, el Khmer Rouge o la rapiña sandinista, entre otros.

La izquierda no puede ser un neoluddismo que trata de destruir lo construido, sino una política de oportunidades donde se apueste al triunfo de  la democracia y a la creación de riquezas materiales y espirituales, que a través de la educación y el conocimiento hagan avanzar las sociedades para que sean, al decir de Daniel Bell, “menos susceptibles de embaucamientos ideológicos”.  Pero para eso hay que trabajar intelectualmente, hay que promover el debate, incentivar centros de pensamiento y esto se puede hacer sólo en democracia, no se puede dialogar con un lumpen ignorante y encapuchados, milicias y fanáticos armados.

El socialismo real, no fue ni socialismo, ni real, sino la fachada totalitaria y dogmática de una economía sin libertad ni eficiencia, de un Estado que asfixió las libertades individuales a través de un eficiente aparato represivo, un mundo ilusorio recreado a base de slogans, donde degradaron y asesinaron a millones de personas en nombre de un “elevado sentimiento moral: la lucha por el hombre nuevo”, ideal que se desbarató al caer el muro de Berlín en 1989.  ¿Acaso no murió de sombra el Paraíso Socialista, que al encerrarse en sí mismo como en un invernadero mal construido quedó obsoleto ante las tendencias de la modernidad occidental?.

La misión de los demócratas de centro, de derecha y esperemos que de la nueva izquierda que surja de este caos, será la de controlar la globalización y regular democráticamente los conflictos que de ella se derivan. Eso significa ver en los procesos de mundialización un nuevo reto, una circunstancia donde adaptar los planes políticos y sociales, cosa que sería una misión imposible moverse en este escenario para la actual intelligentsia chavista.

Es que hoy existe una economía veloz y una adaptación política lenta de los gobiernos ignorantes e incapaces como el chavista, ese es el verdadero drama darwinista. En estas circunstancias, la izquierda debe combatir con “inteligencia” y “creatividad”, palabras claves para poder innovar y corregir las distorsiones del mercado con medidas de solidaridad social, defensa del medio ambiente, creación de acertadas y eficientes políticas públicas. Innovar utilizando las herramientas de la información y del conocimiento, promover una revolución espiritual y mental de cada individuo. Darle prioridad a la política como instrumento de decisión racional, a través del consenso y la negociación, no como el capricho e imposición de un grupo que amenace con hacer “polvo cósmico” a quienes no piensen como ellos.

El socialista Bobbio no se cansó de repetir: “El capitalismo propone las razones de la economía, pero la democracia propone los valores del consenso político”. Debido a que en la oposición venezolana coexisten factores de izquierda, hace falta que en Venezuela surja una nueva izquierda que, si quiere sobrevivir, deberá abandonar los terribles lastres de los dogmatismos que han conducido, una y otra vez a su fracaso histórico. Lo que hace falta para sacar hacia adelante el país es menos ideología y más ideas creativas para insertarnos en el mundo.

Con el chavismo, sencillamente la política desapareció, la discusión de ideas no existe y menos el hablar de políticas públicas. La política se ha limitado a una agenda  hegemónica que ha penetrado todos los espacios físicos y espirituales del venezolano para dividir, destruir y corromper, en vez de solucionar las urgentes necesidades del pueblo que clama por seguridad, empleo, alto costo de la vida, abastecimiento, salud, vivienda, unión, seguridad, participación, paz y progreso.

El chavismo, ha demostrado su ignorancia sobre temas fundamentales para dirigir una nación moderna, su desorientación, su desgobierno, su ineficiencia, su falta de políticas públicas, su autoritarismo, su discurso de odio y exclusión. Pero todos han caído en la “trampajaula” de su agenda mediática y exhibicionista, permitiendo que la política haya perdido su voz cívica, su voz crítica de ideas.

El escritor austríaco Gustav Mayrink expresó en una oportunidad: “Las respuestas están en todas partes, el problema es que no formulamos la pregunta adecuada”. En general existe una visión muy pobre del concepto de ciudadanía, lo que afecta las posibilidades de encarar la ansiedad y frustración de los ciudadanos, de nutrirlos y ensamblarlos alrededor de una idea, de una causa. Si pudiéramos recuperar la voz del ciudadano, es posible que logremos encontrar una forma de debatir para formular las preguntas que hemos olvidado plantear y resolver lo qué debemos hacer. De exigir más y mejor democracia, que se apliquen de una vez por todas la Constitución y las leyes y no conformarnos solo con votar. De exigir nuestros derechos y cumplir con nuestros deberes cívicos, ya que la fábrica moral y ética de la sociedad la están demoliendo con discursos vacíos.

Para uno y otro bando, las palabras van por un lado y los actos por otro.  El futuro depende de que superemos las frases fabricadas, las creencias aprendidas, los dogmas anacrónicos y las conjeturas confusas sin esperanza de realización. Depende de que adoptemos una perspectiva moderna y coherente sin ambigüedades y una fuerte determinación para diseñar un país emprendedor contrario al país rentista que hemos tenido en las últimas décadas, diseñar  con creatividad planes y proyectos racionales que se traduzcan en políticas públicas viables, una sociedad emprendedora y una idea de desarrollo humano sustentable que encaje en este mundo real, globalizado y competitivo donde estamos insertos. Lo lograremos sólo cuando los que integren el nuevo Estado y la sociedad civil, se comprometan con una ética de servicio al país y con una profunda, resuelta y firme actitud de transformación y perfeccionamiento para lograr una filosofía pública efectiva, moderna y eficaz que aglutine todas las voluntades, partiendo de la actitud revolucionaria para la transformación espiritual y el cambio de actitud de cada individuo para que busque su progreso y desarrollo personal.

Debemos, ir a una batalla de ideas por estos objetivos y esta comienza con un diálogo sincero, de corazón a corazón. Eso sería el primer paso para salir de esta crisis y de esta facción de la izquierda anacrónica y desquiciada que ha llevado al país a saltar al vacío. ¡Hasta cuando!.

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