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Un hombre que con verdad, firmeza y convicción venció al más poderoso imperio del mundo

Mahatma Gandhi (1869-1948), dedicó su vida al bien común y a la independencia de su país. Este hombre de contextura esquelética y de una profunda espiritualidad, escogió el camino de la no violencia, adoptando el principio denominado satyagraha. En su autobiografía, relata como llegó a definir su lucha: “Veníamos utilizando el término inglés Nonviolent resistance o resistencia pasiva, para describir nuestra lucha, pero en una conversación con unos visitantes europeos comprendí que el término “resistencia pasiva” era muy simple y quizás débil, por eso reflexioné que era necesario acuñar una nueva palabra en nuestra lengua para designar el firme deseo de lucha de los hindúes por su independencia.  Pero al no poder encontrar la definición, elaboré un concurso a través del diario Indian Opinion, premiando al lector que hiciera la mejor sugerencia al respecto. El resultado fue la palabra “Sadagraha” (sat: verdad, agraha: firmeza, convicción), de allí surgió el término satyagraha, para la designación de esta lucha que la convertí en la historia de mi vida” (Mahatma Gandhi, An Autobiography or the Story
of my Experiment with the Truth, 1955).

Mientras el movimiento para mantener el principio de la no violencia progresaba lentamente, la política de represión gubernamental se desataba con gran furia, especialmente en Punjab. Así lo describe Gandhi. “Los líderes populares fueron encarcelados, la ley marcial — lo que, en otras palabras, quiere decir inexistencia de cualquier ley — fue proclamada, y se crearon tribunales especiales. Estos no eran tribunales de justicia, sino instrumentos para llevar a cabo los deseos arbitrarios de un autócrata. Se pronunciaban sentencias por una simple sospecha, sin que ninguna evidencia fuera necesaria, en flagrante violación del más limitado espíritu de justicia”.

Entre marzo y abril de 1930, Gandhi organizó una marcha que recorrió 300 kilómetros hacia el oeste de la India hasta la costa del Océano Índico, que se conoció como Marcha de la Sal y cuyo objetivo consistía en reclamar el derecho de los hindúes a producir su propia sal y romper el monopolio impuesto por los ingleses. Al igual que muchos otros productos básicos, Gran Bretaña mantenía el monopolio de la fabricación y el comercio de sal de la India desde el siglo XIX, prohibiendo a los nativos extraer o vender el mineral y obligándolos a comprarlo a un alto costo a los comerciantes británicos. Dado que la sal era una necesidad nutricional en la India, Gandhi consideraba que las leyes de la sal eran inadmisibles.

A su paso por villas y ciudades, se le fueron uniendo miles de hombres, mujeres y niños, familias enteras, incluyendo funcionarios gubernamentales que padecían por igual las restricciones. En Dharasana, miles de manifestantes ignoraron las advertencias de la policía y avanzaron hacia el depósito de sal.  El periodista estadounidense Webb Miller estaba en el lugar y describió lo que allí sucedía: «De repente, se escuchó una orden y decenas de policías se precipitaron sobre los manifestantes que avanzaban pacíficamente y una lluvia de bastonazos cayeron sobre sus cabezas … Ninguno de ellos levantó ni siquiera un brazo para defenderse de los golpes”.  De inmediato, varios miles de hombres se colocaron en filas de a cuatro y, a medida que los de adelante eran golpeados brutalmente hasta caer al suelo ensangrentados, la siguiente fila daba un paso adelante para recibir otra andanada de bastonazos. Miller, conmovido por la decisión y convicción demostrada por  aquellos hombres y mujeres, telegrafío al director de su diario anunciándole la inminente independencia de la India.

El intenso relato de Miller sobre la represión a esa manifestación pacífica y la actitud de los seguidores de Gandhi, se difundió en los medios de comunicación internacionales, llegando a ser leído en voz alta en el Congreso de los Estados Unidos. Winston Churchill, que definió a Gandhi como “un orate vestido con una sábana” admitiría más tarde que “el desafío de esas protestas y sus consecuencias habían infligido una inmensa humillación al Imperio Británico».

Gandhi y 60.000 de sus seguidores fueron arrestados, pero los acontecimientos que se produjeron en esos días, desencadenaron el proceso de independencia de la India.

El gobierno Inglés confiscó The Bombay Chronicle, diario que cubría las incidencias de  la lucha por la independencia, pero surgieron otros medios que propagaron el Satyagraha como los semanarios Joven India y el Navajivan, que se pusieron a la disposición de Gandhi. “Mediante estas publicaciones me esforcé en informar al público lector sobre el verdadero sentido del satyagraha. Ambos diarios llegaron a alcanzar una amplia circulación. Estos periódicos me ayudaron, en cierta forma, a estar en paz conmigo mismo, ya que la desobediencia civil daba sus frutos, y ayudaron al pueblo en esta hora de prueba, cumpliendo con su humilde aporte en la lucha contra la tiranía y la ley marcial”.

Por otra parte, el gobierno de Punjab no podía mantener en la cárcel a miles de punjabis que, bajo el régimen de la ley marcial, fueron condenados a penas de prisión sobre la base de difusas evidencias como, por ejemplo “robo simbólico de sal”, entre otras acusaciones absurdas. Era tal el escándalo y las protestas en las comunidades que rodeaban ese acto de flagrante injusticia, que muchos de los presos fueron puestos en libertad por la presión popular.

Gandhi estuvo preso hasta principios de 1931, saliendo de la prisión más admirado que nunca. Time Magazine lo nombró “Hombre del Año” en 1930 y diarios de todo el mundo enviaron periodistas a entrevistarlo e informar sobre su gesta.

El virrey británico Lord Irwin finalmente aceptó negociar con él, y en marzo de 1931, los dos firmaron el Pacto Gandhi-Irwin, que puso fin a la satyagraha a cambio de varias concesiones, entre ellas la liberación de miles de presos políticos y el reconocimiento del derecho a recolectar ellos mismos la sal. Ese fue el primer paso en el proceso de independencia de la India, lograda finalmente en 1947.

“Describir la verdad, tal cual la entendí y en la forma exacta en que llegué a ella, ha sido mi objetivo”, expresa Gandhi en otras emotivas páginas de su autobiografía. “Esta tarea ha significado para mí una gran paz mental. Porque mi profunda esperanza consistía en despertar la fe en la verdad y en el ahimsa (respeto a la vida). Mis experiencias me han convencido de que no existe otro Dios que la verdad. Los chispazos de verdad que he podido entrever y transmitir, apenas sí pueden expresar la luz maravillosa que emerge de la verdad, un millón de veces más intensa que la del sol que diariamente ven nuestros ojos. Para contemplar cara a cara el espíritu de la verdad, uno debe ser capaz de amar como a uno mismo, a la más insignificante expresión de la creación. Un hombre que aspira a eso, no puede permanecer ajeno a cualquier manifestación de la vida. Por ello, mi devoción a la verdad me llevó al campo de la política”.

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