Un día perfecto
Antenoche dormí sin despertarme una sola vez, ni siquiera para lo que Woody Allen llama el toque técnico de las 3 a.m. y sin mudarme de posición. Me bañé, me puse crema en el cuerpo y no sentí picazón alguna. Nada de arritmias, nada de dolores. Consulté los resultados del béisbol y vi que Miguel Cabrera había pegado dos jonrones.
Salí de la casa y me dio la bienvenida una naturaleza de un profundo verdor, debido a las incesantes lluvias que han caído en Virginia durante el mes de Mayo. Las calles y avenidas estaban convertidas en una maravillosa selva verde, con majestuosos árboles ligeramente movidos por una fresca brisa. Me fui al mercado coreano de la calle 29 y encontré unas cerezas de un bello rojo intenso, a menos de $2 la libra. Nunca había comido cerezas tan dulces, jugosas y firmes. Recordé el casi utópico dicho sobre lo “bueno, bonito y barato” y estas cerezas me probaron que esa trilogía aún existía.
Seguí viaje a Woodley’s, un sitio situado en la Avenida Connecticut, donde compro vinos y licores. No había casi tránsito y todas las luces estaban en verde. Además, el establecimiento tenía una venta especial de un vino del Ródano, a precios muy razonables.
A mi regreso a casa pasé por el centro Comunitario de nuestro complejo habitacional, a buscar que leer. Allí hay decenas de libros que los residentes de nuestro complejo (incluyéndome a mí) llevan después de leerlos. Esta vez encontré un volumen de la imponente serie de los esposos Durant sobre la Historia de la Civilización, el volumen 9, “The Age of Reason”. En este volumen los esposos escriben, con prosa de gran belleza, sobre el soberbio siglo XVII en Europa, durante el cual hubo una verdadera explosión de tantas maravillas literarias, pictóricas, científicas y hasta políticas como siglo alguno haya generado: Cervantes, Shakespeare, Corneille, Montaigne, Richelieu, Mazarino, Felipe II, Velázquez, Frans Hals, Harvey, Galileo. En ese siglo nació la democracia parlamentaria en Inglaterra, debido a la larga y dura pugna entre Carlos I y el parlamento.
Leyendo ese tesoro estuve horas en casa, viendo caer por mí ventana una ligera lluvia, escuchando la primera sinfonía de Gustavo Mahler.
https://www.youtube.com/watch?v=cQFjDBFXN58
Mi esposa me llamó a almorzar un “Shepperd’s Pie”, plato muy irlandés, ver receta:
http://www.directoalpaladar.com/recetas-de-carnes-y-aves/shepherd-s-pie-receta, combinado con un platón de tostones. Me deleité con este cruce irlandés-venezolano y lo combiné con un modesto y honesto Pinot Noir chileno, Casillero del Diablo ($9). De postre, unos duraznos al almíbar que me recordaron intensamente a mi niñez en Los Teques.
Más tarde vendría otro juego de béisbol de los Tigres de Detroit contra Tampa Bay. Si ganamos, maravilloso. Si perdemos, tendremos otro juego mañana. A través del béisbol el hombre ha alcanzado una relativa inmortalidad, ya que siempre hay otro juego. He aprendido a no estropearme el día si mi jugador preferido se va en blanco, finalmente estoy llegando a la madurez.
Y al caer la tarde me digo que este ha sido un día perfecto. Ganó Detroit, Mahler hizo cantar a los pájaros, las flores han seguido abriendo. El bosque está vivo. Todo está en armonía.
Hoy comprendo a Woodsworth cuando decía (mi traducción):
Mi corazón goza al ver un arcoíris en el cielo
Ello ya existía cuando nací y existe ahora que he llegado a ser un hombre
Así será cuando envejezca y cuando pueda morir,
El niño es el padre del hombre
Y mi deseo es que todos mis días se unan a la piedad de la naturaleza
Y agrego: mi mejor deseo es que mis compatriotas puedan pronto vivir días perfectos, libres de la basura material y espiritual que hoy los agobia.