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Un breve ensayo sobre el cambio

No cambies la salud por la riqueza, ni la libertad por el poder.Benjamin Franklin

Probablemente el fenómeno más presente en las dinámicas existenciales de todo aquello que sea material, sea el cambio. Ha sido la persistencia del cambio lo que ha llevado a la generación de lo existente, animado o inerte, y determinará los escenarios futuros. Por ello es posible argumentar sin temor a la más mínima equivocación que el cambio solo cesa con la inexistencia, pero no la particular sino la general, lo que pudiese ser llamado paninexistencia, un neologismo para mostrar el escenario perfecto para que el cambio no se produzca, aúnmás para que del cambio no quede sino su nombre, parafraseando a Eco. Por supuesto que tal panorama se perfila utópico si se observa la enorme existencia de lo creado. Se trata entonces de decir que los cambios son a la existencia lo que el cincel al escultor, lo que el pincel al artista, lo que el oxígeno a la existencia aeróbica, no se dan el uno sin el otro, son interdependientes en sus existencias y, antes que salgan los monosabios a comentar sobre los instrumentos distintos al pincel, al cincel o al oxígeno, ya están incluidos en la metáfora. Los estados estables, por más estables son cambiantes también, la diferencia es que el cambio es constante y en los estados inestables el cambio es variable, ejemplos: el proceso de la rutina diaria se caracteriza por innumerables cambios, tránsito, lluvia, noticias, servicios, clientes, pero al estar englobados en el conjunto “rutina” parecen difíciles de apreciar. En el proceso de una enfermedad, los cambios son extraordinarios, fuera de lo común y por ello se aprecian con detalle. Puede existir un cambio notable y perceptible en el transcurrir de lo ordinario, por ejemplo, el conocer una persona agradable con la cual compartir, lo que lleva a que lo rutinario se vuelva novedosoaun cuando la rutina básicamente sea la misma, igualmente la existencia de algún miembro de la familia enfermo puede hacer que la rutina, cualquiera esta sea, se altere. Másallá de la gran cantidad de percepciones que se pueden tener de los cambios, consciente o inconscientemente, la variación puede ser rechazada o deseada, sin saber que puede ser o no modificable. Entonces y a partir de las palabras aquí expresadas, aquello relacionado con lo estable, con lo equilibrado, con lo constante, solo existe bajo dos premisas: lo constante es producto del cambio permanente y dos, aquello que no cambia está relacionado con un fenómeno de percepción cognitiva y no con la realidad. A partir de aquí es posible concluir que la inexistencia del cambio es una distorsión de la realidad, al igual que el cambio permanente también lo puede ser. Por ejemplo, la persona rutinaria, conservadora (a veces relacionada con la política, a veces no), estable, que no rompe protocolos ni improvisa, es un individuo que impresiona que es constante y por lo tanto predecible, sin embargo, la paradoja radica en que hay que generar una cantidad de cambios para que el sistema parezca que no los tiene, quizás de ahí se derive el aforismo aquel que reza: “mientras más cambian las cosas, más parecen iguales”. Entonces ¿existe algo que no cambie?, pues con excepción del tiempo no existe algo más que pueda ser considerado no cambiante, pero ¿y es que acaso el tiempo y el espacio no son una misma entidad?, entonces queda ahora averiguar si el espacio no cambia al igual que el tiempo o sí lo hace. El espaciotiempo es la forma como se ha nominalizado a las grandes dimensiones que no pueden ser medidas en unidades convencionales sino en años-luz o parsecs, o Unidades Astronómicas, inclusive otras medidas de mayor amplitud. En el momento cero del Big Bang la materia, la energía, la materia y el espacio también era cero, pero curiosamente, antes de ese gran estallido, aparentemente no había tiempo porque las condiciones eran de inexistencia, en otras palabras, el tiempo empieza a correr paralelamente con la ocurrencia de los eventos, nació en ese momento, el tiempo, el espacio, la materia y la energía, al principio más energía y luego más materia, con temperaturas en las primeras diezmillonésimas de segundo, exponenciales que fueron bajando, he aquí cambios gigantescamente evidentes para la creación. Entonces es posible descartar el tiempo como un ente no cambiante, quizás sea uno de los más cambiante si no el que más, baste decir que desde el nanosegundo cero hasta la actualidad han transcurrido  catorce mil millones de años, tiempo en el cual se formó y se sigue formando la existencia, el Todo, el Ómnium, sin embargo es un cambio que se diferencia de otros, en el tiempo cada unidad de duración de los eventos es irremisiblemente constante a menos que se viaje a grandes velocidades cercanas a las de la luz donde el tiempo se hace más lento y de ahí el fenómeno conocido como relatividad, pero igual se trata, por un lado de percepción, es decir, en una nave a una velocidad lumínica, los ocupantes no perciben un enlentecimiento del tiempo pero un observador que lo mida a distancia si, de hecho se necesitarían relojes atómicos de precisión infinita para detectar los cambios. Pero hay algo que de acuerdo a esta disertación resulta inamovible: el vacío de la inexistencia, primero porque no existe un vacío variable, a menos que sea en un laboratorio. En el vacío de la preexistencia la condición era “absoluto” y cualquier cambio que pudiese haber sido generado iba irremisiblemente dirigido a la creación, es decir a la existencia, a la ruptura del absolutismo del vacío. Pero habrá quién se pregunte sobre la existencia del tiempo antes del Big Bang, sobre cuánto tiempo pasó antes del estallido y se tendría que decir que el tiempo tiene siempre un punto de partida y un final, parcial o total, como los parciales cronometrados en las carreras. Para medir el tiempo se necesita de un evento y es ahí donde está el espacio y por ello son indivisibles. A partir de la ocurrencia de un fenómeno comienza su medida temporal. En una carrera de atletismo se mide el tiempo desde la partida hasta la llegada, existe un evento. ¿Cuál sería el evento de partida para medir la duración del período previo antes del Big Bang? En eso están los teóricos de Las Cuerdas o Teoría M, Teoría de las Branas, trabajando en lo que aconteció antes del Big Bang y los Multiversos. Y ¿qué es lo que mide el tiempo?, los cambios, son lo único que se puede aseverar, son constantes y predecibles, tanto así que la única verdad absoluta e irrefutable es que en el transcurso del tiempo existirán cambios, aparentes o no pero existirán, todo el resto de las demás verdades parten de la premisa mencionada, el cambio es inherente a la existencia y la existencia al tiempo, y los tres son interdependientes, no existe ninguno sin los otros dos, y esta se puede decir que es una verdad absoluta. Pero ¿es posible la existencia de la inexistencia?, ¿se trata de algo meramente semántico? Es posible decir al respecto que el concepto de inexistencia, sobretodo en su formato absoluto, solo puede ser entendido en un cerebro con un lóbulo frontal y con una neocorteza, estructuras que son propias del humano, donde escritos como este pueden ser plasmados en la hoja o en la pantalla y leídos y entendidos porque existe un estado en ese cerebro de cien mil millones de neuronas, cada una con capacidad para conectarse entre cinco y mil veces lo cual lleva la conectividad de un cerebro humano normal a entre quinientas mil millones, algo así como once ceros, hasta cien millones de millones de conexiones, catorce ceros, y eso en un solo cerebro, y cuando se estámás conectado existe más posibilidad de acusar información que permita acceder a tópicos difíciles de entender o abstractos, en otras palabras propios de la filosofía.Ningún animal puede llegar a un nivel de percepción de su realidad másallá de la obviedad de la satisfacción de sus necesidades primordiales. El águila no aprecia la belleza de las montañas, la transparencia de los lagos donde pesca. Cada águila y cada una de las que integrarán las nuevas generaciones, hará exactamente lo mismo, se pudiese decir sin cambios, por lo menos evidenciables. En el caso del humano, casi que desde el inicio de sus deambulares comienza a decantarse por los tropismos de lo que es agradable y lo que no. El niño de menos de un año ya percibe diferencias de acuerdo a su sexo en lo que son juguetes masculinos y femeninos, es decir que juzga la realidad, lo que implica que hay detrás una consciencia que escruta. Los grandes partícipes en la provisión de la información para que la consciencia ejerza su rol son los sentidos, receptores de aquello que viene por sonido, por luz, por tacto, por olores y por sabores, todas sensaciones que son integradas en el cerebro en distintos núcleos y enviadas a la corteza y discriminadas a otras cortezas accesorias como la prefrontal y la neocorteza para que nazcan los juicios. Y es entonces cuando, con el fino hilar de las percepciones, a veces subjetivas, se avistan los cambios y se evocan, cambios que no son igualmente percibidos por todos porque la subjetividad es una vara que casi siemprees desigual a menos que el cambio sea muy obvio. Entonces, másallá de la percepción obvia, aquella de animales y humanos, está el juicio de la realidad, el de la belleza y la fealdad, el de lo hostil y lo gentil y aquel que es subjetivo, el de las buenas o malas “vibraciones”, y es ahí cuando la realidad trasciende y se percibe,másallá de lo obvio, la presencia divina. Aquella intangibilidad que no es propia de la realidad evidenciable y que nace para entender lo magnífico del entorno o también para culpar por lo trágico del mismo. Desde las protocivilizaciones, los cananeos, los caldeos, los asirios, las más avanzadas como fenicios, cartagineses, creaban dioses a los que temían y hacían temer, por los cambios, sobretodo los desfavorable, las cosechas, las inundaciones, las sequías, los fracasos en las batallas, y en un afán de “mantenerlos contentos”, les ofrecían ofrendas para que hubiese prosperidad, ofrendas que incluían a sus hijos en edades entre uno y seis meses de nacidos. Y precisamente la percepción de constancia del dios, de saber en todo momento sin dubitaciones lo que lo molestaba y lo que lo satisfacía, lo infinito de su existencia, su poder, su sapiencia, su presencia, lo hacían invulnerable a los cambios a los que todos los que lo adoraban estaban sometidos. El dios era la manifestación real de un estado deseado por los hombres, pero percibido como absolutamente imposible de alcanzar, al igual que la oruga, el capullo y la mariposa, ejemplos obvios de la naturaleza, que la vida era un cambio constante, de menos a más o de más a menos de acuerdo a los puntos de vista. Al contrario, el dios era visto permanente y estable en todo su quehacer de observación de sus fieles y siendo quizás los únicos cambios propios de su insatisfacción por no ser alabado como demanda y enviando el castigo en la forma de las malas cosechas, las hambrunas o las epidemias. La admiración por el dios, entre otras, radicaba en su inmortalidad, la esencia misma de la inexistencia de las alteraciones, la palabra que mejor define ese fenómeno mítico por el cual la existencia es eterna ya que la permanencia sin cambios es infinita. Es la manifestación más absoluta de la permanencia del tiempo sin la existencia de agregados y reducciones, lo cual a todas luces y en la realidad másevidenciable, esimposible. Tanto asíque, en las escrituras sagradas, primero judías y más tarde cristianas, se hace mención al cambio, en particular al cambio anunciado en forma de profecía, las que desde el Génesis hasta Malaquías van notificando la venida de un Salvador, revelándose cada vez de manera más detallada conforme el tiempo avanza. Y si se va hasta apocalipsis, los cambios trascendentes en la existencia humana. Se trata de la narración de los cambios que ocurrirán, no de los que ocurren, dichos en forma de metáforas, quizás como una manera de llevar al lector y a los escuchas a meterse en la historia para comprenderla en su esencia. Por un lado, lo inentendible de Dios y por otro la semántica de la palabra revelada para hacerlo entendible a los hombres. En resumen, sin los cambios no hay existencia, sin la existencia no hay tiempo, es la intemporalidad propia del vacío absoluto. Pero los cambios bruscos, aquellos que no dan chance a la adaptación, sobre todo aquellos que no conllevan a la felicidad, a la mejora, sólo despiertan las emocionalidades negativas, el miedo, la ira y la tristeza. Y ¿Quiénes son los “maestros” en la instrumentación de cambios tóxicos en las dinámicas humanas?, los ejecutantes de la “política”, así con “p” minúscula. Los que cambian rumbos y esquemas ya aprendidos, son seres que con el cambio buscan exactamente lo contrario al enunciado del Teorema de Nash que reza: “El mejor resultado en un grupo es buscar la mejor solución para cada individuo y para el grupo”, en el caso de los actores llamados políticos, los resultados de sus actuaciones sólo conllevan a la satisfacción individual sin tomar en cuenta aquella del grupo, con lo que se le genera estancamiento, involución, falta de desarrollo y falta de riqueza. En el libro “La Riqueza de las Naciones” de Adam Smith se argumenta exactamente este punto. “El mejor resultado grupal es el resultado del mejor resultado individual”, lo cual es parcialmente cierto y que deriva de su aplicación solamente el bienestar de pocos con respecto al resto, justo el modelo que imperaba para el momento de Smith, alrededor del siglo XVI, una oligarquía que llevaba el poder y generalmente relacionada con la aristocracia y una gran depauperación del resto. En los tiempos actuales las decisiones y los esquemas de uso, diseñados por sesudos buscando el bien común, deberían ser la norma incuestionable. Un modelo de participación comunitaria que lleva a sinergia global y donde el cambio puede resultar contraproducente, como efectivamente hay ejemplos muy recientes documentados. A manera de reflexión: el cambio es imparable, es natural, es parte de las dinámicas de todos los desempeños humanos, de los animales, vegetales, minerales y del universo mismo. El desempeño social en buena medida se da por las decisiones de pequeños grupos de poder en comparación con la masa poblacional, es por ello que resulta de extrema importancia la generación cambios en situaciones de crisis, pero es igualmente importante que las instrucciones y las modificaciones consiguientes se mantengan y no se den nuevas instrucciones que lo que generan es desorientación poblacional y desánimo. Es como conducir un vehículo hacia un objetivo y que en la trayectoria confirmada se decida, sin base, sin evidencia, tomar rutas alternas desconocidas que llevarán, con probabilidad, a un extravío o quizás a algo peor.

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