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Un agujero en el zapato

Confesamos, no logramos entender la noción y desarrollo de la actual mesa de diálogo entre un sector de la oposición y un sector del gobierno que la ha ideado, autorizado e implementado para conciliar el sueño.  Y, piando tarde, nos quejemos del monopolio de los medios oficiales para versionar sus ya contadas vicisitudes.

Que sepamos, universalmente todo diálogo entre fuerzas políticas existencial e inevitablemente confrontadas, se inscriben en sendos procesos de paz con el cumplimiento de los más elementales requisitos, como el de un reconocimiento mutuo y pleno de las partes representadas, la aceptación  de un número paritario de mediadores de irrefutable imparcialidad, la inmediata suspensión de las hostilidades, la concreción y publicidad de propuestas, medios y procedimientos, como el de una verificación constante de la conformidad de los propios sectores representados que da ocasión a una ulterior consulta referendaria, entre otros. Una Comisión de la Verdad, cuya naturaleza, composición y resultados conocen de una más rigurosa exigencia, constituye un elemento fundamental para una convivencia necesaria e irrenunciable.

Podrá decirse que se llega hasta donde es posible, deseándolo como un ejercicio de realismo, como también puede decirse que lo es la resignación frente a las insólitas condiciones prevalecientes,  desde hace ya varios años. Por lo demás, tildaremos de todo menos de diálogo, la experiencia actual que, al desinstitucionalizarse, cobra la importancia de unas conversaciones preliminares que corren el seguro riesgo de imitar aquellas que conocimos en 2003, con el incumplido gobierno, o 2014, que derivó en un burdo debate televisado que desmotivó, desmovilizó y neutralizó la justa, pacífica y vehemente protesta ciudadana, pretendiéndose una tal comisión de la verdad caricaturizada desde un parlamento bajo  férreo control gubernamental.

De acuerdo con un comunicado atribuido a la oposición del sábado próximo pasado, las partes inicialmente convinieron en el cabal respeto a la Constitución de la República y a puntuales iniciativas en materia económica y social (SIC), como la de admitir el socorro humanitario y un mecanismo de distribución de alimentos y demás insumos, sin fecha de cumplimiento. Por lo pronto, la sola posibilidad de unas elecciones generales y generalizadas violenta la propia Constitución, admitiendo sólo una Constituyente que zanje el gravísimo e insólito problema de un modelo impuesto de facto, pues, más allá de la legitimación de los liderazgos, por  no versar sobre la finalidad esencial que consiste – hoy – en la realización del referéndum revocatorio del cual dependerá la urgente rectificación y cambio de las políticas, siendo la liberación de los presos políticos o la ayuda humanitaria una condición previa para institucionalizar el diálogo, mas no su objetivo, único y estelar resultado.

En la actualidad, faltan los alimentos, fármacos y productos de higiene personal para una población desesperada y, más adelante, será el vestuario, el calzado y otros objetos indispensables que no pueden esperar por la atención, disertación, evaluación y el convenio de las partes, pues, entre otras razones, hasta nuevo aviso, la oposición no comparte las funciones de gobierno, cohabitándolo, aunque la más perversa intención es la de responsabilizarla de todos los males. Ya hay un agujero en los zapatos de una población que no puede esconderlo, como tampoco lo podrá la mesa de conversaciones disimular el suyo, en esta larga caminata en la que, por cierto, todos – de un modo u otro – nos conocemos.

@LuisBarraganJ

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