Ucrania y la “Ambigüedad estratégica” de Europa
A diez años de la anexión de Crimea y a dos años de la invasión rusa, Ucrania sobrevive bajo una intensa lluvia de misiles y drones suicidas contra sus ciudades y ataques combinados en varios frentes que han segado la vida a 70.000 soldados, a 10.000 civiles y 10 millones de ucranianos desplazados, entre los que se encuentran 4.3 millones de niños. Según The Mines Advisory Group (MAG), en Ucrania, 250.000 kilómetros cuadrados están sembrados de minas. De terminar la guerra, se tardaría varios años en ubicarlas y desactivarlas para salvaguardar vidas y rebaños. Una terrible tragedia humanitaria en progreso.
La invasión a Ucrania dio inicio al plan de restaurar la influencia soviética mediante la creación del Proyecto Euroasiático, teniendo como aliados a países como Irán y China. Como bien lo expresara su ideólogo Alexander Dugin, promotor de la “supremacía de Eurasia para enfrentar la hegemonía espiritual de un Occidente decadente”. Siguiendo al pie de la letra la “estrategia del espejo”, Putin proyectó al mundo una Rusia cercada y amenazada por Occidente. Ignorando esta inversión de papeles, algunos analistas encontraron razones para respaldar su proceder al recrear la teoría geopolítica de la amenaza a su «espacio vital» o Lebensraum, desdibujando las verdades históricas. El derrumbe de la URSS no se debió a intentos de ocupación de Occidente a sus 22 millones de Km2, sino a causas internas de un régimen que implosionó en 1989, cuando los países ocupados en el Este de Europa, convertidos en carcasas de horror y vilezas, pusieron fin a su aislamiento del mundo y a la dictadura del oprobio. El derrumbe del comunismo no fue vivido como “la mayor catástrofe del siglo XX”, como argumenta Putin, sino como una ansiada liberación. La pertenencia o el deseo de integrarse a la OTAN respondió al principio de legítima defensa de esos países. Los que avalan las motivaciones de Putin olvidan que Rusia ha sido por décadas el promotor de la subversión y apoyo a las “no-repúblicas” que socavan las democracias occidentales.
La ambición imperialista rusa representa un riesgo inminente para el mundo ante sus amenazas de desatar una guerra nuclear. Esto último, nos recuerda los últimos días de Hitler, cuando percibió que la derrota era inminente promulgó el Decreto de Tierra Quemada: “Si nos destruyen, sepultaremos con nosotros al mundo, a un mundo en llamas”. El de Putin, es el mismo vaciamiento de conciencia que llevó al nazismo a destruir a Europa y producir una mortandad de 70 millones de personas. Según Glucksmann, existe una matriz común entre el nazismo y el régimen soviético, al utilizar el terror como la última ratio en su estrategia totalitaria. Como funcionario de la KGB durante la Guerra Fría, Putin se formó́ en los perversos protocolos del estalinismo que moldearon su visión de la política, de allí su poder y el de las mafias que sustentan su régimen basado en un terrorismo de Estado que ha asesinado uno a uno a los periodistas y líderes opositores.
Los ucranianos no desean vivir de nuevo la pesadilla soviética, por eso luchan con arrojo y patriotismo doblando la apuesta a su propia supervivencia en libertad. La situación es compleja, las Naciones Unidas (ONU), encargada de mantener la paz y el orden internacional no puede intervenir debido a que cualquier resolución del Consejo de Seguridad es vetada por Rusia y China, prerrogativa de los miembros permanentes aun siendo regímenes totalitarios. Apartando este sinsentido, la Unión Europea decidió intervenir, ya que Ucrania siendo un Estado reconocido por la ONU, tiene el derecho a recibir apoyo de otros países para su autodefensa. En relación con el envío de armamento a Ucrania, la OTAN ha demostrado vacilaciones y contradicciones al tratar de poner de acuerdo con los 30 países que componen la alianza, cuando ya es irreversible su involucramiento en la guerra. Sobre esto último, Élie Tenenbaum, director del Centre des études de securité (IFRI), afirma: “La condición de cobeligerante no existe en el derecho internacional, o eres parte del conflicto o no lo eres”. Algunos se refieren a este conflicto como una guerra por mandato o por encargo de Occidente, debido a que, sin formar parte de la UE ni de la OTAN y a costa del sacrificio de su pueblo, es Ucrania la que está defendiendo a Europa.
Destacados analistas coinciden en que, si no ocurrieran acontecimientos sorpresivos, en 2024 continuará la guerra de desgaste, mientras ambos bandos fortalezcan sus capacidades ofensivas y lo más importante, la dotación inmediata de armamento y municiones para Ucrania. Hemos observado el debate en el congreso de EE. UU. sobre si envían o no los 61 mil millones de dólares de apoyo militar a Ucrania en 2024, que solo contribuiría a reforzar la defensa de las actuales posiciones. German Padinger, afirma: “Desde hace dos años los ucranianos han estado peleando unidos, pero esa unión y esa voluntad no son infinitas, y el reclutamiento es cada vez más difícil a medida que el conflicto se estanca territorialmente”. (Estas son 9 revelaciones que ha dejado la guerra de Rusia en Ucrania tras dos años, CNNespanol, 25/02/2024). Sobre los imprevistos de esta guerra, Nona Mikhelidze, Senior fellow en el Instituto Affari Internazionali (IAI), expresa asertivamente: “Putin puede tener la tentación de apuntar a un miembro de la OTAN para socavar el Artículo 5 y la cohesión de la organización, basándose en que Estados Unidos sería reacio a acudir en ayuda de un aliado europeo. Es esencial comprender que la agresión de Rusia contra Ucrania no se limita a simples disputas territoriales, sino que afecta al corazón de la seguridad europea. Es vital reconocer cuanto antes esta realidad si queremos preservar la paz en nuestro continente”. (Grand Continent, 24/02/24). Al finalizar la reunión de líderes europeos en París el pasado lunes 26.02, el presidente Macron declaró: “Francia no descarta, en caso necesario, de enviar soldados a suelo ucraniano. Nada debe ser excluido para alcanzar nuestro objetivo: Rusia no puede ni debe ganar esta guerra. Estamos convencidos de que la derrota de Rusia es necesaria para la seguridad y la estabilidad en Europa”. Macron, que debido a su ambigüedad ha perdido credibilidad en su propio país, se desayunó al día siguiente con un comunicado de la Casa Blanca señalando que “Estados Unidos no enviará tropas a luchar a Ucrania. El camino hacia la victoria es proporcionar ayuda militar para que las tropas ucranianas tengan las armas y municiones que necesitan para defenderse”. (BBC, 27/02/2024). La oficina de la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, en un comunicado expresó que “el apoyo de Italia no contempla la presencia de tropas de Estados europeos o de la OTAN en territorio ucraniano”. También el secretario general de la OTAN Jens Stoltenberg, descartó la presencia inmediata de tropas en Ucrania. “No hay planes de enviar tropas de combate de la OTAN al territorio ucraniano”, afirmó. Los gobernantes de República Checa, Suecia, Hungría y Polonia descartaron sus intenciones de enviar tropas. Alemania, desde el comienzo de este conflicto, se debate internamente sobre los alcances de la ayuda que deberían prestar a Ucrania; a sus indecisiones sobre el envío de tanques Leopard se une la reciente polémica desatada en el parlamento sobre el envío de misiles Taurus de largo alcance, ya que esto implicaría que Alemania “sería parte de esta guerra”. Por otra parte, Scholz rechazó las declaraciones de Macron: “No habrá tropas terrestres, ni soldados en suelo ucraniano enviados por países europeos o Estados de la OTAN, no tomarán parte activa esta guerra”.
Para el experto en política internacional Ulrisch Speck, el objetivo de Macron con estas palabras podría ser mantener una “incertidumbre estratégica” que ponga a Moscú en alerta.
Mientras que para Pavel Aksenov de la BBC, las declaraciones de Macron sobre el envío de misiles de largo alcance y el despliegue de soldados cruzan “líneas rojas” implícitas que ahora existen. Por su parte, el Kremlin dice que “será inevitable un conflicto directo con la OTAN si los países aliados despliegan tropas en Ucrania”. Putin alertó sobre el uso de armas nucleares si esto sucediera.
Al escándalo desatado por las habituales ambigüedades e imprudentes declaraciones de Macron se unen las indecisiones y desaciertos de los líderes europeos que aún no adoptan una visión de conjunto ni una estrategia coherente sobre este conflicto que amenaza a Europa. Es insólito que se haya descartado la vía diplomática; esto se debe a que no cuentan con diplomáticos ni estadistas visionarios sino con un club de políticos inexpertos y de egos desmedidos. Ante cualquier decisión futura, habría que recordar y alertar que la Segunda Guerra Mundial arrojó la cifra de 70 millones de muertos en Europa sin la utilización de armas nucleares, que hoy esgrimen irresponsablemente los fanáticos nacionalistas rusos. Lo más lamentable es la inutilidad de la ONU, llamada a evitar la Tercera Guerra Mundial, que según el historiador Emmanuel Todd, ya comenzó.