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Ucrania, entre Rusia y Occidente

Un diálogo entre Yuri Andrujovich y Karl Schlögel

Cuando a principios de 2014 las tropas rusas entraron en la península de Crimea y tomaron posesión de ese territorio ucraniano, el mundo contuvo el aliento ante aquel acto de agresión contra un país soberano que había aspirado a formar parte de la Unión Europea. El triunfo de la revolución ciudadana que había expulsado a una clique de gobernantes prorrusos y corruptos, así como la llegada al poder de un gobierno proeuropeo, parecía el detonante de una decisión que atacaba frontalmente algo que se daba por sentado en la Europa actual: el respeto a la integridad territorial de los otros Estados. La acción de Vladimir Putin hizo que muchos recordaran periodos oscuros de la historia del continente.

Casi un año más tarde, las fuerzas políticas occidentales parecen desconcertadas acerca de la respuesta adecuada a una situación extremadamente peligrosa.

Por todo ello hemos convocado a dos grandes intelectuales europeos y los hemos invitado a entablar un diálogo sobre lo que está sucediendo en el este de Ucrania desde cinco perspectivas principales: los antecedentes históricos de las agresiones sufridas por Ucrania a lo largo de los siglos, provenientes del Este; los peligros de la agresión actual por parte de Rusia para la estabilidad en Europa y en el mundo; la cultura como un medio para superar el conflicto entre dos países con vínculos histórico-culturales muy estrechos; el significado de este conflicto en el nuevo orden geopolítico que se perfila a nivel mundial y las posibles soluciones a ese grave enfrentamiento. Tanto Yuri Andrujovich (Ivano-Frankivsk, Ucrania, 1960), poeta, narrador, ensayista y enérgico activista en pro de una Ucrania unida a Europa, como el historiador y experto conocedor de Rusia y el mundo eslavo Karl Schlögel (Allgäu, Alemania, 1948) coinciden en la gravedad de esta maniobra para los destinos de Europa y del mundo. Sus visiones del tema, más que divergentes, resultan complementarias, y constituyen un valioso testimonio analítico de lo que ha estado ocurriendo a lo largo de 2014 en el este de Ucrania.

José Aníbal Campos: Hacia el final de su novela Moscoviada, Yuri Andrujovich, el personaje protagonista tiene una conversación imaginaria con “Su Majestad Olleko II”, rey de Ucrania, en la que le dice: “Y yo me voy a casa, Su Dignidad. Existe un país en el que viven sus súbditos. […] Es más que real. Y nada, ni siquiera las montañas, lo protegen del Este.” Los habitantes de ese país sueñan “a veces con Europa”, pero ese sueño “dura poco”. En la historia de Ucrania, ¿en qué ocasiones ese “sueño” ha fracasado por culpa de las intervenciones (y ataques) procedentes del Este?

Yuri Andrujovich: Hablar de “sueño” es aludir a algo subjetivo, y es así como se refiere a tales acontecimientos el protagonista de Moscoviada, Otto von F. Ahora bien, objetivamente, los hechos históricos están ahí. Mencionaré aquí solo unos pocos, ya que, en principio, la historia de Ucrania es siempre la misma: anexiones y luchas para alcanzar la liberación o la soberanía. He aquí algunos ejemplos: a mediados del siglo XIII, la invasión de los mongoles, con la cual nuestra capital, Kiev, quedó totalmente destruida por las llamas, provocando, además, que el desarrollo cultural del país se retrasara más de un siglo.

En 1654 el gobernante cosaco ucraniano Bohdán Jmelnitski firma el pacto de unión con los zares moscovitas e, inmediatamente después de eso, Moscú hace quebrar todo intento ucraniano de constituirse como un Estado soberano, especialmente en el siglo XVIII, en épocas de Pedro I y de Catalina II. Esta última liquidó completamente la República Libre cosaca conocida como Sich de Zaporozhia en 1775. Los campesinos ucranianos se convierten en siervos (como ya había sucedido antes con los campesinos rusos). Entre 1918 y 1920, el Ejército Rojo de Rusia y la Guardia Blanca combaten al unísono contra la independiente República Popular de Ucrania, surgida como consecuencia de las revoluciones de 1917. Ucrania contaba con muy pocas fuerzas para ofrecer resistencia en todos los frentes, por lo cual la mayor parte de su territorio pasó a ser poco a poco, nuevamente, una colonia rusa, que desde 1922 se llamó República Socialista Soviética de Ucrania. Los años 1933-1934 se caracterizaron por el exterminio masivo del campesinado ucraniano por parte del poder central moscovita de los bolcheviques, mediante una hambruna provocada deliberadamente (la llamada Holodomor), la cual, según estimaciones de los historiadores, costó entre 3.5 y 6 millones de vidas humanas. Durante la Segunda Guerra Mundial Ucrania perdió otros 10 millones de personas, y luego, tras la guerra, cientos de miles de ucranianos fueron reprimidos por su “insuficiente lealtad” al régimen de Stalin: hubo arrestos, asesinatos, gente enviada a los campos de trabajo, desterrada a Siberia. Como puede usted ver, esas “intervenciones procedentes del Este” por las que me ha preguntado han tenido lugar con suficiente frecuencia como para provocar ya no el “sueño” [Traum], sino el “trauma” principal de nuestra historia.

José Aníbal Campos: Me gustaría acudir, Karl Schlögel, a su teoría de que la historia no transcurre solo en el tiempo sino también en el espacio. ¿Cómo puede leerse en el espacio este “sueño frustrado y agredido” en tantas ocasiones?

Karl Schlögel: Las confrontaciones políticas no tienen lugar en un espacio vacío o abstracto, sino en sitios y lugares concretos. History takes place, se dice en inglés [la historia tiene lugar]. El mejor ejemplo es la propia Revolución del Maidán. A lo largo de semanas y meses, cientos de miles, millones de ciudadanos ucranianos llegaron desde todos los puntos del país para reunirse en el centro de Kiev y defender su sueño de llevar por fin una vida normal y digna frente a un gobierno de bandidos. El espacio público de la ciudad se convirtió en la arena de la lucha política, en la que los francotiradores asesinaban a las personas de manera selectiva y algunas personas tuvieron que pagar con la vida su coraje.

La Revolución ucraniana tenía un escenario. Puede decirse que existe algo similar a una topografía de la lucha por la libertad en Ucrania: una gigantesca plaza de la libertad, las calles en las que tuvieron lugar los enfrentamientos o la Casa de los Sindicatos; esas imágenes estarán para siempre en nuestras mentes. Pero esto podría formularse también de un modo más general: en todas partes de Ucrania pueden leerse las huellas de los combates por la autodeterminación y la manera en que esta se quiso reprimir. Solo en el siglo XX existe una auténtica topografía de la violencia: destrozos que cambiaron para siempre la faz de ciudades enteras, iglesias dinamitadas, monasterios, pueblos enteros que desaparecieron en el Holodomor, y las siempre presentes fosas comunes. El mapa de Ucrania está pespunteado de esas tumbas, con las víctimas de la nkvd soviética y de las tropas de asalto alemanas: entre 1932 y 1933, entre 1937 y 1938, o luego entre 1939 y 1945. En la actualidad, Ucrania ha pasado a ser el lugar en el que se decide no solo el destino de un país en concreto, sino el de toda Europa.

José Aníbal Campos: Cuando el año pasado las fuerzas rusas entraron en Ucrania, con el pretexto de proteger las vidas de ciudadanos de origen ruso en ese país, fue inevitable que algunas voces compararan de inmediato esa acción militar con la crisis de los Sudetes en 1938. La correlación de fuerzas en el mundo ha cambiado drásticamente en todo este tiempo. Sin embargo, la reacción de Occidente ha sido más bien vacilante o, incluso, tolerante. Entretanto, hemos llegado hasta estas recientes elecciones convocadas por los llamados “independentistas”. ¿Cuál es el peligro para la estabilidad de Europa? ¿Se está usando a Ucrania como bisagra en un pulso de fuerzas entre Occidente y Rusia sin prestar atención a los peligros posibles que se ciernen sobre la propia Europa?

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