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TeleSur, el vulgar megáfono

Iniciándose TeleSur, fue escasa la importancia que le concedimos a una iniciativa que todavía tiene por principal soporte, nuestras divisas. El extinto presidente, insigne vociferador, se exhibía como una víctimas predilectas de las transnacionales de la información que, por entonces, eran muy benevolentes con él.

Recordamos, incluso, que cierto lunes debíamos atender a una rueda de prensa y exhibimos, como uno de los temas, el ejemplar original de una Gaceta Oficial que nos proveyó Carlos Asuaje, experto aduanero que, a última hora del viernes anterior, la adquirió por razones de oficio, sorprendido por una decisión gubernamental adicional. Ésta, anunciaba la constitución de la emisora no menos transnacional, una particularidad del renglón, porque el Estado venezolano la emprendía desembolsillando más de un millón de dólares para los trámites inaugurales.

Mayor sorpresa la nuestra, la prensa del patio fue indiferente ante la denuncia, impuesta una línea editorial a los partidos mismos, capaz de soslayar uno de esos “matices menores”, según nos explicó luego una periodista amiga. Por lo demás, hoy pasa inadvertida una empresa inauditable, con sede en Caracas, capaz de mentir sistemáticamente sobre nuestras realidades y las del mundo, con la asidua versión – naturalmente interesada – de los  periodistas cubanos que las desean una constante épica propagandística de la revolución obscenamente simplificadora de todo lo que ocurre en el orbe.

Poco podemos agregar a la estafa informativa del canal, pues, tomando imágenes actuales de las jornadas de protesta de la oposición, como la conmovedoramente nocturna que repletó de luces esperanzadoras a Venezuela, o de las más viejas movilizaciones chavistas, las hizo pasar como si fuesen expresiones de un oficialismo que pacíficamente lidia con una monstruosa conspiración de la derecha de sus tormentos.  Al lado de bloqueo de las emisoras informativas que han dado testimonio de la más cercana e íntima cotidianidad de los noticiosos días que transcurren, como TNT24 o CNN en español, por sólo citar un par de casos, destaca el estruendo audiovisual del totalitarismo televisivo que convierten la gracia en una inaceptable morisqueta reñida con la más elemental ética.

Semanas atrás, apreciamos la intervención de un diputado uruguayo, Daniel Radío, quien dio un importante testimonio de solidaridad con la causa democrática del pueblo venezolano, emplazando a su gobierno a la revisión de una patética adscripción a TeleSur. Éste, un laboratorio de la desinformación, ha atropellado mil veces la verdad y, nada rentable, tiene por único soporte la confiscación del bolsillo de los pueblos que pagan su cuota adscribiéndose al vulgar megáfono de la dictadura de Maduro Moros.

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