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TeleSur

Años atrás, tendimos en Venezuela a subestimar la creación de TeleSur.  Otras y quizá más urgidas líneas editoriales, incluyendo las inquietudes de los partidos de la oposición, obviaron lo que quizá se tomó por una veleidad más del extinto presidente.

Valga la anécdota, recordamos que, al anunciarse su creación,  no lográbamos obtener la respectiva Gaceta Oficial y, a última hora de un viernes, día de la publicación del decreto, la consiguió un amigo que la necesitaba – por otras razones – para su portal aduanero. Y, como nos correspondía el siguiente lunes ejercer la vocería del partido al que pertenecíamos, el solitario aporte de un millón de dólares – si mal no recordamos – por el gobierno venezolano, reforzaba una preocupación que ya la habíamos manifestado en una discusión que habíamos generado en la dirección sobre la libertad de expresión. Sin embargo, en la rueda de prensa poco o ningún caso se  hizo a nuestra referencia, a pesar de empuñar en la mano el ejemplar de una gaceta que ese lunes tempranero escasas personas tendrían, privilegiando informativamente una necedad del momento.

De vez en cuando hemos sintonizado la emisora y, antojándonos de una versión que tiende a imitar a CNN u otras cadenas internacionales,  nos parece lamentable lo lejos que llega propagandísticamente so pretexto de la tal veracidad noticiosa. Una indecible manipulación ideológica que, entre otros aspectos, emplea una más perversa técnica que la que acostumbra a denunciar sobre las transnacionales de la información;  cuenta con una versión maniquea de lo que ha acaecido y acaece en el mundo, sin aceptar convincentemente otras; o, como si fuese el edén de las libertades, reseña y permite que nos reseñen y opinen desde Cuba con un inconmensurable cinismo.

Por ahora, puedo cambiar de canal. Sin embargo, hay una diferencia con CNN u otras cadenas: TeleSur se sostiene con las divisas de todos los venezolanos, añadidos el par de satélites artificiales que deben darle soporte, absorbiendo y maquillando sus fracasos, y, a pesar de todo, únicamente el régimen y sus adláteres acceden a un canal absolutamente vedado a la oposición. Claro, excepto para su incriminación.

Entendemos, con sede principal en Caracas, no hay manera de auditar el canal, ni de preguntar sobre el desbarajuste administrativo del que también se habla. Sobreprotegido hoy, quizá mañana cuando ya sea insostenible económicamente, podríamos encontrarnos con alguna sorpresa: alguna personalidad del régimen venezolano ampliado a otros países, o sus herederos, como copropietario o  beneficiario de su privatización.

@LuisBarraganJ

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