Su última salida…
Venezuela vivió desde el movimiento de reunificación republicana [la cosiata 1830] el germen del caudillo a caballo. La llegada de Gómez significó el fin de la era del personalismo criollo dando paso a la Venezuela hacendada hasta 1936
Las caídas de los regímenes autocráticos normalmente se analizan en las ciencias sociales desde la tríada legitimidad, represión y cooptación o capacidad de penetración y dominio sobre los grupos de interés. En el presente ensayo trataremos de validar la hipótesis de la inminencia de una transición política en Venezuela sobre la base de la variable dependiente: incapacidad de la coalición dominante de cooptación e ideologización de los factores de poder. Es decir, ante la pérdida de capacidad del régimen de generar influencia sobre intelectuales, empresarios, gremios, clase política opositora y otros actores, lo que les queda es reprimir, siendo la represión un factor insostenible de poder.
Lo que está planteado no es sólo un cambio de gobierno, sino de un modelo de sociedad, donde a la par de la reinstitucionalización democrática se plantea un cambio de orden cultural, social, administrativo, político y económico, capaz de incidir en nuestros valores colectivos en términos de inclusión, integración ciudadana, productividad, educación, creatividad y participación limitada del Estado como factor de distribución de riqueza.
La fatiga de un estado-caudillo, paternalista, rentista y populista, además represivo y adoctrinador, cumplió su ciclo [1830-2024]. Estudiamos a continuación las causas que perfilan el fin de una borrachera clientelar, demagoga, mesiánica, autocrática y elitesca, infestada de mitos, cultos heroicos e ideales redentores.
Del totalitarismo salvaje al ciudadano universal
En el trabajo de Nueva Sociedad [Wolfgang Merkel/2017] se analiza la emergencia de regímenes autoritarios, totalitarios e híbridos, en el marco de la pérdida del ideal democrático. Establece el estudio que “durante la Guerra Fría, el concepto de totalitarismo se tornó aún más difuso desde el punto de vista analítico, ya que dentro de él comenzó a englobarse precipitadamente a todos los regímenes comunistas y a cada vez más dictaduras de otro tipo”. Sin embargo, no por precipitado, pensamos que muchos diagnósticos son acertados.
Sentencia Merkel: “En el siglo XX fueron pocos los regímenes verdaderamente totalitarios, más allá de que haya ejemplos claros como la Unión Soviética [1929 a 1956], la Alemania nazi [1934-1938 a 1945], parte de los satélites de Europa del Este durante los años 50, China desde comienzos de esa década hasta la muerte de Mao Zedong [1976], el régimen genocida de Pol Pot en Camboya y el sistema totalitario norcoreano de la dinastía Kim. En los inicios del siglo XXI sólo quedaba la República Popular Democrática de Corea […] Los regímenes teocráticos islámicos en Irán y Arabia Saudita o el de los talibanes en Afganistán se mantuvieron como totalitarismos incompletos.”
Interesante como el trabajo in comento se pregunta si los prototipos de dictadura y democracia son cada vez menos claros en la Rusia de Vladímir Putin (o de Boris Yeltsin), la Turquía de Recep Tayyip Erdoğan o los casos actuales de Ucrania, Venezuela, Filipinas y Singapur. ¿Quién puede determinar con precisión si se trata de autocracias o democracias defectuosas? En las ciencias sociales se evitan las tipologías categóricas y muchos de los sistemas políticos quedan en un espacio intermedio catalogados-desde el ámbito académico-como «regímenes de la zona gris», que a su vez se subdividen en sistemas híbridos: «Democraduras o Dictablanda» (Rusia, Venezuela) o democracias defectuosas (Hungría).
Venezuela vivió desde el movimiento de reunificación republicana [la cosiata 1830] el germen del caudillo a caballo. La llegada de Gómez significó el fin de la era del personalismo criollo dando paso a la Venezuela hacendada hasta 1936. Luego pasamos a la continuación de una era positivista zamarra, de sable, charreteras y orden militar hasta 1958. El petróleo produjo una importante desruralización, una migración atrayente y selectiva y un desarrollo palmari, que registró la mayor movilización social en Latinoamérica. En 1958 nace la democracia pactada pero partidista, de visos elitistas, rentistas, clientelares y paternalistas. Llega Chávez en 1998 con su revolución bolivariana-después de haber celebro-debutado con su golpe de estado del 4F-92. Un retroceso al siglo XIX, en términos de taita, caudillo, militarismo, sable, ruralización y pobreza. Acumulamos 194 años de borrachera republicana que está a punto de culminar. Es el tránsito del gran salvaje-revolucionario al gran ciudadano universal.
De la borrachera republicana a la república constitucional
El debate se centra si transcurrido el tiempo, las autocracias se desplazan hacia dictaduras cerradas o hacia democracias abiertas. Depende sí han encontrado su propio equilibrio o por el contrario, un inexorable deterioro, sensible al contexto histórico, social y político. Por ejemplo, Putin [Rusia], Erdoğan [Turquía] o Viktor Orbán [Hungría], hoy gozan de una mayor adhesión de la ciudadanía que la que tiene el canciller de Alemania [una democracia con Estado de derecho] o que el actual presidente de la Quinta República Francesa. Esto es desalentador.
En el caso de la autocracia venezolana, las cosas llegaron a un franco deterioro. A diferencia de las dictaduras blandas [de fachada democrática] que mantienen una base de legitimación por razones ideológicas, raciales, nacionales, costumbristas o religiosas-los regímenes autócratas que dependen de la represión para imponerse, involucionan a un Estado totalitario de poca durabilidad. Al pasar de la restricción moderada a la supresión absoluta de las libertades públicas [Dixit Hannah Arendt], su permanencia es insostenible, porque el costo de los sistemas de lealtades es muy elevado, el deterioro social incontenible y la pérdida del miedo de las clases oprimidas, se transforma en desobediencia.
En Venezuela las protestas 2014/2017 marcaron el inicio del fin. El modelo de poder pasó de Democradura populista, redentora, de fachada participativa e ideología nacionalista y populista, a un régimen supresor y totalitario, cuyo desgaste es insalvable. Este proceso degenerativo arranca a partir del año 2013 con la cuestionada victoria de Maduro sobre Capriles. Fue lo que podríamos llamar el epílogo de la era Chavista, que es a su vez, el ciclo agonizante de una prolongada era de trastornos culturales, apropiación del Estado, economía hacendada, relativización de la propiedad, centralización, ruptura del tejido social, exclusión represiva, desplazamiento, despojo y miseria.
Mientras el mundo ha estado sumergido en una ‘guerra fría’ entre demócratas y autócratas, Venezuela ha estado embriagada una neodictadura ideológica y personalista, que absorbió la institucionalidad, la civilidad y la identidad, ocasionando una sensible polarización, quiebre de la confianza y cooptación de nuestro gentilicio. Vivimos el salto de la democradura de Chávez al totalitarismo miliciano de ascendencia Cubana de Maduro. Un proceso de deslegitimación que no arrancó el 28 de Julio/24 sino el 14 de abril de 2013. Un proceso irreversible de disolución y liquidación de poder, que hace inevitable la transición política y un cambio histórico de nuestra sociedad con casi 200 años de ficción republicana. Es un salto inminente a una verdadera república constitucional.
Legitimidad vs. Represión. Y llegó el taita
Los regímenes autocráticos se caracterizan por la concentración de poder en manos de una élite que busca perpetuarse en el control del Estado. Sin embargo, a pesar de su aparente solidez, estos sistemas no son inmunes a las tensiones internas y externas que pueden llevar a su colapso. Según la teoría de la pérdida de legitimidad, la represión y la cooptación, el declive de estos regímenes ocurre cuando fallan en gestionar tres pilares fundamentales: la percepción de legitimidad ante sus ciudadanos, el control coercitivo sobre la población y la capacidad de neutralizar a sus opositores. Este marco teórico es particularmente revelador en el caso de Venezuela.
La legitimidad es el sustento básico de cualquier sistema político, pues garantiza la obediencia voluntaria de los ciudadanos y el reconocimiento del régimen como autoridad legítima. En el caso venezolano, el chavismo construyó inicialmente su legitimidad sobre una narrativa de justicia social, redistribución de la riqueza y resistencia al imperialismo. Durante los primeros años de Hugo Chávez, esta narrativa estuvo respaldada por ingresos extraordinarios provenientes del petróleo y Cuba, lo que permitió implementar políticas sociales que conquistaron a amplios sectores populares y control de masas.
La llegada de una “sucesión impuesta” “un día de luna llena” marcó el inicio del fin. Incapaz de abrirse hacia una democracia estable, una economía productiva y la moderación autocrática, Maduro radicaliza. Las protestas 2014 y 2017-decíamos-minaron la capacidad del régimen de penetrar ciertos grupos de interés. El alacranato fue el último disparo de esta revolución. Y el corolario de la lucha ciudadana, fue el 28J-2024. Ahora dependen ciegamente de la represión como única herramienta de control.
En Venezuela el gobierno ha utilizado una estrategia sistemática de violacion de los DDHH para sofocar la disidencia. Detenciones arbitrarias de opositores, uso excesivo de la fuerza contra manifestaciones pacíficas, persecución de periodistas y activistas, torturas y en definitiva, terror. Esta represión sistemática recuerda la arremetida de Pérez Jiménez después de su derrota en el 57; la ola de sable y garrote a la luz de las 49 leyes decretadas por Chávez [después de la ley habilitante del 13 de noviembre 2001]. La reacción de movilización ciudadana condujo a la salida de Pérez Jiménez [1958] y de Chávez [11-A-2002]. Mutatis Mutandi, vale mencionar el desgaste de poder que registró el caracazo del 27-F de 1989. Lodos que dieron prólogo al golpe de estado del 4F-92, y epílogo con la defenestración de CAP [1993]. Luego Caldera no pudo contener el fin de la IV república y sobreseyó al taita.
La cooptación: neutralizar a las élites opositoras
El 28-J-J24 no sólo fue un evento de legitimación política sino la antesala de un proceso impostergable de recomposición social, económica y ciudadana. La sociedad venezolana dejó de ser fácilmente penetrable e intimidable por el régimen. La cooptación como tercer pilar de los regímenes autocráticos para mantenerse en el poder, es un cartucho perdido. Integrar o neutralizar a las élites políticas, económicas y sociales, incluso afectas, es frágil y difícil. El chavismo compró conciencias de sectores empresariales a través de contratos estatales, subsidios y controles económicos que generaron dependencia. Integró a líderes opositores mediante concesiones simbólicas o cargos políticos, fracturando a las fuerzas opositoras y expropiando sus partidos.
No obstante, la cooptación llegó a sus límites, porque esas élites perciben que los costos de apoyar al régimen superan los beneficios. Esto ha sido una constante histórica desde la caída del muro de Berlín, la Unión Soviética, la tiranía de Nicolae Ceaușescu en Rumania, del comunismo en Polonia, las dictaduras latinoamericanas o la reciente caída de Bachar El Asad en Siria. El caso venezolano ilustra cómo la pérdida de legitimidad, el abuso de la represión y las fallas en la cooptación, pueden debilitar a un régimen autocrático, aunque no necesariamente garantizar su caída inmediata. La experiencia venezolana subraya que el colapso de un régimen autocrático no es sólo cuestión de tiempo, sino la convergencia de factores internos y externos que socaven los pilares de su poder. La comunidad internacional y las fuerzas opositoras tienen un papel crucial en acelerar este proceso, pero su éxito depende de su capacidad para articular una alternativa legítima, inclusiva y sostenible que inspire confianza en el pueblo. Esa alternativa hoy existe.
Expresa Wolfgan: Si se dividieran los sistemas políticos en tres clases, como autocracias, regímenes híbridos y democracias, hoy podrían identificarse unas 65 democracias y 45 autocracias abiertas en 200 países del mundo. La mayoría restante son regímenes híbridos. ¿Cuál es en realidad la estabilidad de los sistemas políticos? ¿Cuál es la permanencia de las dictaduras? En la práctica, desde el punto de vista estadístico, las democracias pierden terreno en los últimos 60 años. ¿En qué se basa esta relativa estabilidad de los regímenes dictatoriales? En un reciente proyecto llevado a cabo en el Centro de Investigación de Ciencias Sociales de Berlín [wzb por sus siglas en alemán], llegaron a la conclusión que en las dictaduras –y también en las modalidades híbridas–la dominación se apoya sobre tres pilares: la legitimación, la represión y la cooptación, pero al depender sólo de la represión, caen.
La represión no es un factor sostenible de poder. Estamos en un momento de profunda mutación política, cultural y social en Venezuela. El 28/7/24 no fue la semilla, sino la cosecha de años de épica libertadora. Vamos a una etapa de transición inevitable. Podrá permanecer algunos días más. Pero la negociación será su mejor opción, su última salida…!Feliz Navidad !
@ovierablanco
Presidente de Venamerica