Socialismo decadente
No hay duda alguna de que el mundo actual se convirtió en un calamitoso zoológico político. Este planeta ha sido tan magnánimo, que dio cabida a múltiples banderas. Tanto en espacio, como en permanencia y ocupación. Todas, representativas de posturas, tendencias, movimientos, doctrinas y partidos políticos.
Por donde se vea, es imposible negar todo de lo que el mundo ha sido testigo. Surgen hipótesis comprobables. Puede decirse que el mundo ha sido complaciente al aceptar la diversidad política entendida como condición de libertad. Aunque para algunos, cabe el calificativo de “alcahuete” al permitir que ciertas ideologías reivindicaran prácticas opresoras y denigrantes del ejercicio de libertad bajo la cual llega el hombre a la vida. Otras ideologías, esgrimen inconsistencias en sus propensiones de alcanzar la violencia como forma de allanar sus objetivos de “paz”.
Situaciones así, han animado contradicciones que derivaron hacia desastres sociales, desarreglos económicos, perturbaciones políticas, complicaciones diplomáticas y enfrentamientos bélicos. Pero por encima de estos desarreglos, el mundo continúa siendo terreno donde se exhortan las libertades como fórmula de vida.
No obstante, su ámbito espacial ha sido espectador de graves desencuentros entre actores políticos. Asimismo, de retrocesos conceptuales y trampas metodológicas que, con disparatados argumentos, minaron caminos que conducen al desarrollo económico, social y político que persigue buen número de naciones, estados y sociedades.
Los protagonistas de estos propósitos, maquinados en su acepción más profunda, buscaron como aliados o asociados, a la educación, la ciencia, la tecnología, las humanidades y las artes. Aunque también se vivieron tiempos en los que se formularon propuestas que exaltaran emociones y virtudes humanas. Así pudo equilibrarse la historia en sus consideraciones sobre el desarrollo del hombre. Fueron momentos para sumar incidencias de sentimientos y valores morales en el intríngulis que venía consolidándose como plataforma a partir de la cual debía apalancarse el desarrollo humano en su fase más próxima al anhelado y prometido “bienestar humano”.
El mundo había mostrado cuán amplio era. Cupieron tantas corrientes de pensamientos como posibilidades podían existir. En su fragor, actuaron la reprensión, la manipulación de las clases políticas que se sumaron al jolgorio de manifestaciones ideológico-políticas.
Todo esto pudo darse y preservarse como resultado de la tolerancia y pluralismo que el planeta en su “evolución” ha permitido. En consecuencia, han ocurrido choques de toda índole, conciliaciones y moderaciones apoyadas por manifiestos sociopolíticos y socioeconómicos, en algún lugar a lo largo del mundo. Y a lo ancho de su tiempo.
Sin embargo, la rivalidad entre doctrinas tan adentradas en el pensamiento y conducta del hombre, como el marxismo (fuente del socialismo) y el capitalismo (fuente del liberalismo), no ha tenido parangón.
¿Por qué el socialismo se vino “abajo”?
En lo exacto, es el problema en cuyo fondo yace la razón que explica un tanto la declinación y fracaso del socialismo. Sobre todo, el formulado bajo el remoquete de “socialismo del siglo XXI” argüido con imprecisiones que no dan chance ni siquiera para fundamentar sus principios en lo que caben mil líneas de redacción. Pues son argumentos fundidos en una extraña y forzada relación social que se deshace por sí misma. Como es la concordancia que configura buena parte de sus agresiones discursivas y hasta fácticas. Es la llamada “relación cívico-militar”.
Fue el criterio que decidió seguir el manido “socialismo del siglo XXI” no sólo para intimidar en su ofensiva contra quien le adversara. También, para disfrazar tan extraño y forzado vínculo dirigido a encumbrar al militarismo. Al margen de procedimientos que filtran la corrupción. Y en colaboración con técnicas y tácticas de chantajes y represión.
Luego del siglo XVIII, debe reconocerse que la humanidad ha oscilado entre dos importante polos ideológicos: capitalismo y socialismo. Los mismos han motivado enfrentamientos de toda naturaleza. Sus resultados aseguraron significativos posicionamientos a sus seguidores y furibundos partidarios. Esto, sin obviar que dichas luchas han sido protagonizadas por débiles y poderosos, explotados y explotadores. O por burgueses y proletarios, endiosados y asalariados. O dicho a la usanza popular, por enchufados y descartados.
En medio de tan condescendientes realidades, no puede negarse que las oportunidades han sido benevolentes para ambas ideologías. Pero hurgando situaciones referidas por la historia política contemporánea, hay que considerar ciertas razones que devinieron en desgracias capitales.
Sería absurdo negar que tales razones condenaron importantes fases del desarrollo económico, político y social a un oprobioso destierro. Así se suscitaron episodios históricos que revelaron crisis inducidas por el socialismo suscrito por el fascismo y el nazismo. Repudiadas prácticas políticas que diezmaron muy altas cuotas de vidas en su momento. Aunque de ello, no se excusa un capitalismo de perturbadores y nefastos efectos. Ambas ideologías crecieron alejadas de la justicia social.
Pero sucedió que el materialismo dialéctico, pivote teorético del socialismo, comenzó a someter al hombre a un plano puramente fáctico donde se hizo fácil desvanecer esperanzas y ahogar libertades. Aunque sucedió que tan aberrante praxis, fue perfeccionada. Luego disimulada. Y así, acentuarse y extenderse. Sólo que su praxis ha sido encubierta, dado los cambios que han operado de parte de nuevos actores políticos, tanto como de coyunturas.
La lucha política que la historia política expone alrededor de las libertades y derechos humanos, ha servido de puente entre frustraciones conceptuales y necesidades materiales. Asimismo, ha sido el canal expedito para contrarrestar repulsivas prácticas políticas asomadas por el autoritarismo y el totalitarismo. Sin dudas que estos repudios, le han valido al resto de corrientes del pensamiento político, la ventaja suficiente para posicionarse respecto del valor que tienen las ideologías que exhortan libertades y reivindican derechos humanos.
Este tipo de activismo político, se situó en un nivel desde donde se han permitido idear la ofensiva contra todo aquellos dogmas que han presumido de “triunfalistas”. Cuando en verdad, y es el caso del socialismo, alcanzaron la inflexión. Punto éste, desde donde entró su praxis en franca “picada”. Por eso se habla de un socialismo decadente.