Sitiado en Shenzhen…un mes después
Luego de más de 30 días sin salir de casa, hace unos días decidí tomar un taxi para hacer unas compras y la sensación fue abrumadora. Hace también ya más de 30 días la población fue informada del brote de coronavirus.
El panorama es desolador, calles vacías, pocas personas caminando por las aceras, y esas pocas protegidas de pies a cabeza, como en una película de ciencia ficción.
El taxi (todos los taxis realmente) transformado en una especie de una burbuja. Se ven obligados a trabajar para ganar su sustento, pero evitan a toda costa tener cualquier tipo de contacto con el pasajero, así que se aíslan en la parte de adelante, convirtiendo el lugar en una especie de cabina hermética y debes cancelar el costo a través de un código QR con tu teléfono inteligente. Subirme a este carro fue escalofriante.
Al ingresar a los supermercados, que son los únicos establecimientos abiertos, además de las farmacias, bancos y estaciones de policía, eres sometido a un control de temperatura. Si tu temperatura está por debajo de 37,3 grados eres apto para entrar. De lo contrario, te niegan el acceso y llaman a las autoridades correspondientes, quienes proceden al diagnóstico y determinan si eres o no portador del virus.
Para poder ingresar a estos establecimientos también debes usar tu celular para escanear un código QR donde te solicitan información personal y una fotografía tipo selfie. Esto lo hacen con la finalidad de dejar registro de donde estuviste una vez que saliste de tu hogar.
Todos los que habitamos en China hemos tomado las medidas que nos indican para evitar el contagio, tales como evitar contacto, mantener una distancia prudencial de otras persona, usar tapaboca, usar antibacterial, lavarnos las manos constantemente y evitar tocarnos la cara con las manos.
Sin embargo, los últimos reportes indican que hay 80.422 casos y 2984 personas fallecidas, mientras comienzan a tomar velocidad los casos de infectados en el resto del mundo.
Vivir en el gigante asiático ha sido una experiencia interesante. Llevo 10 meses radicado en la ciudad de Shenzhen. Adaptarme al clima fue un gran reto, debido a que es una ciudad con muy altas temperaturas, luego vino la barrera idiomática. Sin embargo, he visto todo este proceso como parte de la adaptación/aventura.
Todos mis amigos y conocidos en Venezuela y en otras partes del mundo me han preguntado o dicho «¿por qué no te vas de China?», «Mejor regrésate», «Alexis, ¿no te da miedo seguir allá con el coronavirus?»
Por supuesto que me da miedo y lo que estoy viviendo en este momento me aterra. Claro que me gustaría estar en otro lugar en este momento y sin duda alguna me ha pasado por la mente regresar a Venezuela.
Pero por otra parte, China nos ha demostrado que puede con esto. No tenemos una vacuna contra el virus aún, pero ha implementado medidas de seguridad para evitar la propagación del virus y ayudar a esas personas que ya están infectadas. Construcción de hospitales en menos de 10 días, asistencia inmediata en caso de sospecha de algún infectado, suspensión de algunos servicios de delivery y el cierre de lugares de recreación como los centros comerciales, son algunas de las acciones tomadas por el gobierno, con el fin de evitar la propagación del virus.
Mi mayor miedo, más que estar en China, lugar donde inicio todo esto, era que este virus llegase a Latinoamérica, como ya es el caso en México, Chile, Brasil y Ecuador. Como venezolano podría decir que nuestro país tristemente no está preparado y no cuenta con los recursos necesarios para afrontar un virus de esta magnitud.