Sidor es Venezuela
Los chinos se apropian de Sidor y las empresas básicas, mientras que los cubanos se apoderaron de la médula del poder político. Tomaron el control de las FANB, la presidencia de la República y la red de instituciones que maneja la información más privada de los venezolanos. Por su parte, los rusos se reservaron una porción de Pdvsa. Una industria gerenciada en función a los intereses de aquellos países que transfieren su Know-How autoritario al gobierno nacional. El mundo reconoce que los dirigentes de esos pueblos son verdaderos genios de la opresión. Refinaron el conocimiento y las prácticas que heredaron de los nazis, con el avance de las ciencias. Los chinos, rusos y cubanos poseen una tecnología de punta en comunicación política, control social, reprogramación neurológica y reingeniería moral. Esos Estados se ordenaron para someter la autonomía de las personas, no para estimular el disenso y la democracia.
En los países poscomunistas el poder lo ejercen quienes pertenecen al cogollo de las juntas cívico-militares que están en la cúspide del Estado, no los partidos ni los sindicatos; menos aún el pueblo, así se encuentre organizado. Ese dato los venezolanos deberían incorporarlo en sus análisis sobre el comportamiento del presidente. Pues Nicolás Maduro mantiene un canje con esas naciones. Su gobierno les vende el presente e hipoteca el mañana: transfiere materia prima, dinero y petróleo a futuro. A cambio recibe armas y conocimiento especializado en el arte de someter a sus gobernados. La mayor inversión de Nicolás Maduro es en capital intangible para la dominación. Aprende a conculcar libertades en la era del conocimiento y de la información. Una tarea indispensable para su proyecto; pero nada sencilla y, por lo mismo, costosa. El presidente sabe que debe evolucionar hacia una cultura que autorice el uso del poder autoritario.
La transformación de la sociedad venezolana es un proyecto trasnacional, no una labor que improvisan Nicolás Maduro, Rafael Ramírez y Diosdado Cabello. Por supuesto, en la gerencia de ese programa hay errores y desviaciones. En ocasiones, sus líderes confunden los tiempos y oportunidades cuando toman decisiones difíciles. Incluso, sus desavenencias y rivalidades se pueden filtrar a la opinión pública. Pero más allá de los problemas, mantienen una matriz de pactos mínimos que respetan. No alteran sus objetivos, medios y cronogramas acordados. Existe un proyecto y sus protagonistas lo tienen claro.
Ceder Sidor a los chinos forma parte de un programa. Por eso, la decisión ya fue tomada. Tal vez, concretar su entrega se prorrogue. Quizás, la protesta de los trabajadores y del pueblo de Guayana consiga postergarla algunos meses o años. Pero la desplazarán, no cancelarán. Por cierto, algo similar ocurrió con Citgo. La decisión de venderla fue tomada años atrás; aun cuando la realicen ahora. Lo mismo sucedió con el racionamiento de alimentos y bienes básicos. Los documentos oficiales que detallaban esa estrategia de re-educación moral, están fechados en 2002. Su ejecución ha sido dosificada de manera cuidadosa, como correspondería realizarlo en sociedades complejas.
Nicolás Maduro podría demorar la decisión de traspasar Sidor al gobierno de China. El entrenamiento que ha recibido le ha enseñado que la prisa no tiene cabida, cuando el objetivo es modificar patrones sociales y reordenar el Estado. Por supuesto, algunos voceros de la oposición pueden seguir pensando que el presidente es sólo un hombre equivocado. Pueden repetir que Nicolás Maduro es un loco que habla con pajaritos. Sin embargo, lo que no pueden desconocer es que sus acciones se inscriben en un proyecto de largo alcance que ha sido consensuado. Algo que esos opositores no comprenden. De hecho, mientras los autoproclamados voceros de la resistencia siguen congregándose alrededor de sus egos, Venezuela se parece más a la sombría y depresiva Cuba fidelista. Los proyectos presidencialistas de unos pocos son toneladas de desesperanza que se lanzan sobre las expectativas de un pueblo que espera retomar su vida en democracia; así esa democracia tenga que ser un modelo acordado con los socialistas.