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Si vas pa’ la playa…

Venezuela se encuentra desde hace mucho tiempo ante un típico juego de suma cero: todo lo que el conjunto político rojo hace para ganar, lo hace a costa de la pérdida del otro sector —aquel que desea preservar la vida democrática ordenada, con reglas, para la nación.  Toda ganancia del régimen es llevada a cabo, ex profeso, a costa de una consecuente humillación del adversario.  Lo suyo es una forma despiadada de confrontación y competencia.  Si tiene que cargarse o desvirtuar las reglas de convivencia que se ha dado la república, ¡pues sea!  Conciben la obtención y conservación del poder como una permanente lucha sin piedad para con el contrario.  Mientras que los adversarios insisten en el juego limpio y el apego a la legalidad, ellos deforman la letra, espíritu y razón de las normas para hacerse un traje a la medida.  Las leyes no las interpretan de acuerdo a la recta razón sino a lo que es conveniente para ellos.

Los hechos recientes, así lo corroboran.  Eso de emplazar a la nación a unas elecciones apresuradas; que han de realizarse a escasos dos meses y medio de la fecha de la convocatoria, sin haber adecuado el registro electoral, con sentencias y dictámenes inicuos que eliminan partidos políticos adversos y que inhabilitan a contendores de peso, con acciones —y más que acciones, con omisiones— diseñadas para evitar que los venezolanos que residen en el exterior puedan ejercer su derecho al sufragio; tienen un solo fin: perpetuarse en el poder sin importar que —como afirmó La Fosforito recientemente— “el país quede reducido a cenizas”.  ¿Qué cómo lo logran?  Con una fulana asamblea constituyente monocolor que inventaron para “legalizar” cualquier desmán que se le ocurra a la nomenklatura, con unos magistrados tipo Gladys, Maikel y Amoroso, que olvidan a sabiendas lo que saben de derecho y emiten decisiones tras decisiones haladas por las greñas, con una cúpula militar venal, parcializada, sin escrúpulos y con nada de institucionalidad.

Debido a esa situación, la nación entera se encuentra ante un disparadero.  Por un lado, acceder ir a votar, sin importarle las desventajas que le ha puesto el régimen, con la esperanza de que la diferencia de votos sea tan grande que ni con diez Tibis, Amelios y Oblitas se pueda ocultar el triunfo de la alternativa democrática.  Lo cual tiene un añadido: que significaría aceptar que la espuria constituyente cubana —por la cual no votaron ni dos millones, pero que las tipas mencionadas antes convirtieron en más ocho— es legal.  Que no lo es.  Por el otro, negarse a concurrir a esa farsa y entonces con el mero voto de los aparatchniki y los bobos que después de veinte años de promesas vacías siguen creyendo en esa gentecita, ganan por forfeit y —aunque solo voten el ilegítimo, la primera combatiente y el capitán hallaca— seguirán desmandando por seis años más y terminarán de arruinar al país.

Escribo estas cosas el domingo 28, y no sé si se va a dar la reunión del 29 en Santo Domingo.  Y, si se da, cuál será la postura final de los delegados de la oposición.  Pero a la luz de que por el régimen siguen los hermanitos Rodríguez, los hijos de quien secuestró a Niehous, apoyados por la presencia alcahueta del asalariado Zapatero, quien se las echa de neutral pero que desde lo lejos se le nota que está contratado, no le arriendo la ganancia a los voceros de la oposición.

La afirmación anterior no quiere significar que me desdigo de lo que afirmé la semana anterior.  Sigo creyendo que el régimen está boqueando.  La descabellada reacción de expulsar al embajador de España (para, en parte, intentar borrar la masacre de El Junquito) es un signo de su desesperación agónica, la promoción irresponsable de embarazos precoces mediante la promesa de pago de bonos a las preñadas (una promesa vacía más), es otro.  La situación internacional les es totalmente contraria.  La Comunidad Europea y casi todos los países de América, desde Canadá hasta Argentina ya han anunciado que no aceptarán un triunfo gubernamental en las elecciones de abril.  Como será la cosa que ni siquiera los chulos de siempre, Cuba, Bolivia y Nicaragua han dicho esta boca es mía.  Por el contrario, ya el Ortega adoptó lo que es la regla internacional para negociar con este régimen: “si quieres que te despache mercancías, paga por adelantado”.  O sea, que esta administración es una “pre-pago”.

No estoy recomendando votar ni abstenerse.  Porque yo mismo no sé qué voy a hacer llegada la fecha.  Desde que sufragué por vez primera, a los 50 años, luego de pasar al retiro —en ese tiempo los militares, aunque tuviésemos criterio político, actuábamos muy distinto de los tarifados de ahora—, no he dejado de votar ni una sola vez.  Lo hice hasta cuando muchos líderes (Henry fue uno) sugirieron abstenernos.  Pero ahora no sé que hacer porque, como dice el viejo refrán criollo: “si vas pa’ la playa, te pica la raya; si vas pa’l bajito, te pica el coquito”…

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