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¿Seré Yo?

Está escrito que, en la Última Cena, Jesucristo comentó que uno de sus discípulos lo iba a traicionar.  Cada uno de ellos, incluyendo a Judas, le preguntó:  “¿Seré yo?” (San Marcos, 14-19).  Esta pregunta evidencia que al menos 11 de los discípulos podían concebir la posibilidad de que cualquiera de ellos pudiera llegar a ser el traidor y querían saberlo para tratar de evitarlo.  Si no, lo más probable es que no hubieran preguntado pues hubieran tenido la certeza de que no iban a ser ellos quienes traicionarían a su Maestro. Judas también preguntó, aunque él sabía que ya estaba ejecutando esa traición.

Es interesante pensar que la vida terrenal puede acabarse en cualquier momento y en un instante, sin previo aviso.  Un ataque fulminante al corazón, un aneurisma y allí mismo donde estamos podemos quedar, inertes y sin vida, cuando unos segundos antes podíamos estar haciendo diligencias cotidianas, conversando o haciendo algún deporte.  Así es la vida terrenal, etérea y pasajera.  Ahora con el coronavirus lo único que ha pasado es que estamos más conscientes de la certeza de la muerte.  Cualquiera de nosotros podría hacer la pregunta:  “¿Seré yo?”, con respecto a si la muerte nos tocará.  La respuesta es que todos “seremos”.  Si no es hoy, será mañana y, si no, pasado mañana.  Si no es por el coronavirus, será por cualquier otra causa, antes o después, a menos que evidenciemos la segunda venida de Jesucristo.

Fue el 16 de marzo  de este año cuando en el Estado Miranda, Distrito Capital y algunos otros estados comenzó la cuarentena por la pandemia ocasionada por el coronavirus. Llama la atención que enfrentando el coronavirus nos encontremos en plena cuaresma, es decir, en la época del año donde los cristianos recordamos la pasión y la muerte de Jesucristo para luego celebrar su resurrección.  La cuaresma empieza el miércoles de ceniza que este año fue el 26 de febrero. “Polvo eres y en polvo te convertirás”…Una cruz en la frente…Así comenzamos la cuaresma, recordando de dónde venimos y hacia dónde vamos. La cuaresma, que dura 40 días, termina en la hora nona del Jueves Santo, que este año cae el 9 de abril.  Durante la cuaresma se conmemoran los 40 años que el pueblo de Israel estuvo en el éxodo, después de salir de Egipto y dejar la esclavitud, antes de llegar a la tierra prometida y los 40 días que Cristo estuvo en el desierto, dedicado al ayuno y la reflexión, y siendo tentado. Cuarenta días la cuaresma, cuarenta años el éxodo, cuarenta días Jesucristo en el desierto ayunando, estamos en el año 2020 ( 20 y 20 igual a cuarenta) y, ahora, estamos en cuarentena…

La cuarentena implica el aislamiento para evitar o limitar el riesgo de contagio de una enfermedad.  Aunque el término tiene origen religioso, se utilizó en el ámbito de la medicina cuando se aislaba por 40 días a quienes eran sospechosos de portar la peste bubónica en el siglo XIV.  Como en la mayoría de las enfermedades el período de contaminación es menor de cuarenta días se considera que ese período de aislamiento es suficiente para contener cualquier epidemia.

Durante estos días de cuarentena muchos hemos estado en oración. Nos hemos concentrado en temas vitales, como la vida y la muerte, recapacitando sobre nuestros modos y nuestras maneras y percatándonos de que los milenios transcurridos no han borrado las injusticias,  la maldad, la soberbia, y la vanidad que son algunas de las causas que llevaron a Jesucristo a su calvario.   Algunos lo habríamos hecho simplemente por ser cuaresma.  Otros hemos sido forzados por las circunstancias a estar más pendientes de nuestro espíritu, a limitar nuestro consumo a cosas realmente esenciales, a compartir con nuestras familias, a detener nuestro frenesí y ese afán de vivir experimentando sin límites.  Sea cual sea nuestra situación, sabemos que a la pregunta: ¿Seré yo?, con respecto a la muerte, hay una sola respuesta.  Sí, serás tú, y seremos todos, cuando llegue la hora de cada quien.  Mientras tanto, aprovechemos los momentos que no se repiten.  Vivamos en oración independientemente de las circunstancias, viviendo en la plenitud de nuestro espíritu y agradeciendo el regalo de este camino de aprendizaje.

Vivamos cada día como si fuera el último!  Prendamos una vela y pasemos la luz!

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