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¿Se agravará el cambio climático en América Latina y el Caribe tras la llegada de «El Niño»?

Según un informe interinstitucional coordinado por la Organización Meteorológica Mundial (OMM),» el planeta está muy lejos de alcanzar sus objetivos climáticos y esta situación socava las iniciativas mundiales encaminadas a combatir el hambre, la pobreza y los problemas de salud, mejorar el acceso al agua limpia y la energía no contaminante, y abordar muchos otros aspectos del desarrollo sostenible», escenario preocupante que se verá previsiblemente agravado por la llegada de «El Niño».

El fenómeno climático conocido como «El Niño», estaría relacionado con el incremento del calentamiento de las aguas del Pacífico oriental ecuatorial y podría significar problemas para partes de África, América Central y el Extremo Oriente asiático según la FAO.

Así, un reciente estudio publicado en la revista «Nature Climate Change» revela que «el calentamiento de la atmósfera terrestre provoca un aumento de la temperatura de la superficie del mar en el Pacífico tropical y favorece que los eventos de El Niño sean más probables y más intensos».

En consecuencia, la Agencia de Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) habría ya preparado una respuesta anticipada a la emergencia alimentaria que causará la llegada de El Niño que estaría ya asentado en países como Colombia o Venezuela y que según la OMM podría alcanzar su madurez a finales del 2023 y extender sus efectos hasta el verano del 2024.

La anterior aparición de El Niño entre el 2015 y el 2017 tuvo efectos devastadores en la seguridad alimentaria, medios de vida, nutrición y salud de cerca de 100 millones de personas en 23 países de todo el mundo. Dicho episodio se caracterizó por brutales sequías en Centroamérica, Colombia, Venezuela, California, Vietnam, Etiopía, Timor Oriental y África Austral; inusuales inundaciones en Somalia, Tanzania, Estados sureños de EEUU, Ecuador, Perú, Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay así como devastadores incendios en California, Australia, Nueva Zelanda, Chile,Venezuela e Indonesia, catástrofes que podrían repetirse en el próximo Trienio y que podrían generar una gran crisis alimentaria en dichas zonas geográficas.

Por otra parte, la brutal reducción de superficie dedicada al cultivo agrícola en los países en vías de desarrollo, habría provocado un preocupante déficit de oferta de cereales, estimado en mil millones de toneladas anuales y cuyo reflejo sería el incremento del precio de los cereales del 56% en el 2022, según la FAO.

Asimismo, la fiebre importadora de China de granos como maíz, soja, cebada y trigo debido al acelerado ritmo de consumo de su población provocó que según datos del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA), en el 2022 el coloso chino habría acaparado más del 50% de la producción mundial de cereales.

Igualmente, la excesiva dependencia de las importaciones de cereales en los países en desarrollo que para el 2030 podrían alcanzar los 265 millones de toneladas de cereales, (14,% de su consumo), con el lastre añadido de una progresiva depreciación de sus monedas respecto al dólar.

Igualmente, asistimos a un preocupante incremento del uso por los países del primer mundo de tecnologías depredadoras (biocombustibles) que bajo la etiqueta BIO de países respetuosos con el medioambiente no dudarán en fagocitar ingentes cantidades de maíz destinadas en un principio a la alimentación para la producción de biodiesel.

Sí a ello le añadimos la aplicación de restricciones a la exportación de commodities agrícolas de países como India para asegurar su autoabastecimiento y la intervención de los brokers especulativos en el mercado de futuros de las commodities agrícolas, el resultado sería un gradual desabastecimiento en los mercados mundiales y una espiral de aumentos de precios en las materias primas imposibles de asumir por las economías del Primer Mundo que escenificará el finiquito de los Objetivos del Tercer Milenio de reducir el hambre en el mundo.

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