Se acabó
La fantasía suele superar la realidad en cuanto a credibilidad, verosimilitud y factibilidad se refiere. Algunas veces tales fantasías son simplemente precursoras del porvenir: en la biblia aparece un carro de fuego que se lleva al profeta Elías; Dédalo fabrica alas de plumas para él y para su hijo Ícaro y volando escapan de Creta; Da Vinci, en el s. XV, dibujó un helicóptero, una máquina voladora y otros inventos; Julio Verne en el s. XIX, describió un submarino eléctrico, la televisión y cohetes espaciales; Chester Gould en 1931, creó la historieta Dick Tracy y éste usaba un reloj pulsera que era teléfono y TV. Seguramente que habrán más invenciones que el futuro hizo o hará realidad.
Ese es el verdadero destino del hombre: convertir en realidad sus fantasías, sus aspiraciones; por tanto nada más propio del humano que fantasear, desear, aspirar, soñar, ilusionarse y motivarse hasta la locura para conseguir sus siempre renovadas metas. Para casi todos la realidad, aun tangible, es, sin embargo, carente de la emoción que transmite el pensamiento fantástico e irrealizable en ese instante que se está viviendo.
Algunas veces, las fantasías son negativas, pesimistas, derrotistas, imposibles de llevar a la realidad y muestran más nuestro estado de desánimo que el alcance de nuestra imaginación. Aunque en ocasiones hay que echarle piernas a la fantasía para imaginar tanta desgracia.
En Venezuela, tanto los venezolanos como los asimilados, solemos ser personas con rica fantasía y buen humor. Todos estamos usualmente esperando un algo maravilloso que enderece nuestras economías, aspiraciones personales y arregle los entuertos sociopolíticos. En los venezolanos se comprende, por que esta tierra promisora e inagotable, siempre brinda su apoyo, mantiene vivas las esperanzas y nos hace sentir lo mucho que tenemos y a la vez apreciar con vergüenza los escasos habitantes que somos y los pocos que nos repartimos la riqueza. La naturaleza provee sin descanso.
Los extranjeros que se han asimilado a nuestra tierra, ya de por sí llegaron optimistas positivos y plenos de deseos de progreso y soñando con lograr las aspiraciones que motivaron el esfuerzo de llegar a nuestras costas y radicarse en la tierra prometida.
Positivismo, optimismo y deseos de afrontar el futuro, son las reglas de vida que siempre nos han animado y seguirán haciéndolo, a pesar de los esfuerzos mezquinos de algunos políticos que creen que porque muestran su desidia o su negativismo, van a polarizar a su favor las opiniones electorales de la población y van a convertir la ideología política en un comodín electoral intercambiable.
Actualmente la situación de nuestro país es caótica, hasta aquí nos han traído una caterva pseudoideologizada en socialismo del siglo XXI y nuestra proverbial confianza en que la bondad del destino nos protegerá de todo mal (¡Amén!). Combinación fatal por inútil.
La necesidad de mantener el poder por parte del oficialismo, ha fortalecido las intenciones aviesas, la corrupción, la perversidad, el uso desproporcionado y desmedido de la fuerza, el abuso de poder y la falta de respeto por los derechos individuales y colectivos e los ciudadanos. Han tejido una red de compromisos y complicidades que atenaza a las personas y genera temores paralizantes, vergonzantes y convierte en ruines a ciudadanos probos y buenos.
“Se acabó”, es una frase positiva, bien construida y aleccionadora que nos pone a todos en alerta.
Ser fieles a nuestros orígenes. Ser merecedores del respeto que se ofrece a las personas justas, luchadoras, arrojadas, valientes e incansables, es lo que haremos, otra vez, como lo hicieron nuestros antepasados. No espantarnos ante el dolor, la pena, las demostraciones de fuerza ni ante la amenaza y el chantaje. Exigir nuestros derechos y plantarnos firmes, quietos, sin parpadear hasta obtenerlos, aunque nos cueste la tranquilidad, la salud, nuestros bienes y hasta nuestras vidas.
Se acabó, no es un grito de guerra ni una consigna, es una proclama breve y contundente que indica que no se corre más la arruga, que no se pospone el tema, que no aceptamos más imposiciones, corruptelas, desbarajustes socioeconómicos, descalificaciones de nuestra actitud, ni tampoco que nos sigan diciendo lo que debemos hacer, como y cuando.
Se acabó. Esa es la verdadera nueva independencia.
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@arequena