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Rómulo Betancourt

Rómulo Betancourt se caracterizó por combinar la actividad política con una vigorosa vida intelectual. En la historia ha habido hombres de pensamiento que fueron formidables hombres de acción. Julio César y Winston Churchill son arquetipos de esta muestra.

Foto de Justo Molina, 1964, Archivo Fotografía Urbana

En la fotografía de Justo Molina, tomada en el Palacio de Miraflores en 1964 (Archivo Fotografía Urbana), poco después del atentado de Los Proceres, aparece Rómulo Betancourt en una imagen del intelectual que reflexiona acompañado del humo de su pipa. Es una manera de recordarlo hoy, en el 83 aniversario del partido Acción Democrática, el cual nació luego con un mitin celebrado en la plaza de toros del Nuevo Circo de Caracas, el 13 de septiembre de 1941.

No cabe duda de que hoy más que nunca debe estudiarse la experiencia vital de Betancourt. Son varias las biografías y los ensayos que recogen su vida: los libros de Germán Carrera Damas, Manuel Caballero, Robert J Alexander, Arturo Sosa Abascal y Carlos Canache Mata. De este último libro tuve el privilegio de ser uno de los presentadores en un acto celebrado en la Plaza Cubierta del Rectorado de la Universidad Central el 27 de abril de 2022. Esta lista la amplían los estudios y ensayos sobre el pensamiento de Betancourt, recogidos en el libro Rómulo Betancourt: Historia y Contemporaneidad,publicado por la Fundación Rómulo Betancourt. Y a la ristra mencionada se añade La Doctrina Betancourt, una alternativa para Venezuela de Luis José Oropeza.

Betancourt comenzó su actividad política e intelectual a partir de la generación del 28 -denominada por José Rafael Pocaterra como la “generación predestinada”- con la mira puesta en la fundación de un partido de masas, como efectivamente lo hizo. En esta faena, fue figura estelar en la construcción de nuestra democracia. Todo esto lo hace acompañado de una producción periodística asombrosa, como se evidencia en sus artículos publicados en Élite y La Esfera.  

La obra escrita de Betancourt llena varios volúmenes. Artículos, cartas, documentos (Plan de Barranquilla) y libros que constituyen material significativo para que los jóvenes venezolanos estudien a fondo el pensamiento y la vida de este hombre excepcional. Se admite que su obra fundamental es Venezuela, política y petróleo (según algunos historiadores, esta obra es al siglo XX lo que la autobiografía de José Antonio Páez fue al siglo XIX). En su obra escrita demostró que era un hombre de pensamiento original, con dominio del idioma y, a no dudar,  un intelectual de categoría.

Conocía a fondo tanto la historia de Venezuela como las enfermedades del alma. Por eso decía que para ser presidente de Venezuela había que leer los quince tomos de la Historia contemporánea de Venezuela de Francisco González Guinán y el libro de Gregorio Marañón, titulado Tiberio, Historia de un resentimiento. A ellas se agregaban las lecturas del Quijote de Miguel de Cervantes, Memorias de un venezolano de la decadencia de José Rafael Pocaterra y la variada obra de Miguel de Unamuno. Con estos dos últimos escritores desarrolló un valioso cruce epistolar.

Entonces, la autoridad política de Betancourt se apoyaba en su prestigio intelectual, en su coraje y en su probidad. Esto fue lo que llevó a John F. Kennedy a decirle, el 19 de febrero de 1963, en una cena de Estado en la Casa Blanca: “Usted personifica todo lo que nosotros admiramos en un líder político”. En el mismo discurso, el presidente estadounidense le reconoció al estadista venezolano que su lucha por la democracia lo había convertido en el enemigo más importante de los comunistas en América Latina.

La antipatía del líder político con la extrema izquierda se inició en enero de 1959 con la visita de Fidel Castro a Caracas. El revolucionario cubano le solicitó petróleo a Betancourt, quien le dijo que le daría todo el petróleo que deseaba si lo pagaba al precio del mercado internacional. Esto, desde luego, significó una afrenta para Castro, quien aspiraba a algo muy distinto. En todo caso, Betancourt fue percibiendo el riesgo que representaría el dictador cubano para Venezuela y para América Latina. Uno de los rasgos que puso en guardia a Rómulo fue la negativa de Castro de llevar a cabo elecciones libres, o el interés del dictador por manipularlas para que arrojasen los resultados que él deseaba. Lo que ocurrió después es sobradamente conocido.

Es sabido que Betancourt enfrentó todas las amenazas que se le atravesaban en el camino. Venció los alzamientos de distintos colores y les fue encajando derrota tras derrota. Además, salió airoso del atentado de Los Proceres confeccionado por el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo, también conocido como “Chapita”. Y siempre tuvo el respaldo de las Fuerzas Armadas; institución que reconocía la legitimidad y autoridad del primer presidente de la era democrática.

Bueno es recordar que después del 23 de enero surgió la necesidad de alimentar la unidad para darle base de sustentación a la democracia. Para estos fines, Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba y Rafael Caldera firmaron en la quinta Puntofijo, residencia del último de los nombrados, el acuerdo de gobernabilidad, en el cual se comprometían a respetar el resultado electoral, un gobierno de unidad nacional y un programa mínimo común. De ahí surgió un compromiso inquebrantable: el respeto de la voluntad popular y la importancia del principio de alternancia en el poder.

Luego de la salida al exilio de Edmundo González Urrutia a Madrid, circuló en las redes una carta de Rómulo Betancourt del 1 de diciembre de 1948, sobre la significación de su exilio, que se convirtió rápidamente en tendencia. Esto no debe sorprender, porque el líder adeco escribía sin compromisos con el tiempo. Adicionalmente, el documental “Rómulo Betancourt, génesis y vigencia de la democracia”, elaborado por Cinesa, ha recibido miles de visitas en los últimos días (https://www.youtube.com/watch?v=uQVs24rRN0A).

Hoy, fecha del aniversario del partido fundado por la heroica estirpe adeca, podemos ver que AD se encuentra dividido en dos pedazos que representan posiciones políticas contrarias. En una entrevista imaginaria con Betancourt se le podría preguntar lo siguiente: ¿Hay alguna fracción de Acción Democrática que usted reconozca como seguidora de su pensamiento? ¿Quiénes y por qué se han separado de la doctrina y del legado histórico y político que inspiró a Acción democrática en su nacimiento?

Ojalá que este nuevo aniversario del Partido del Pueblo permita a los adecos de todos los sectores demostrar que son fieles representantes del legado del líder fundador. Y esto solo se puede hacer con hechos y no con retórica.  

Siempre hay que recordar, como se merece, el pensamiento de Rómulo Betancourt, el inmortal estadista de la democracia.

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