Retrato preocupante
La peligrosa crisis político-económica y ético-cultural, por la que atraviesan los hijos de la tierra de Simón Bolívar, por cruda y cercana, tortura despiadadamente a la población, desde el estómago a la dignidad. La indignación, nos impele a preguntarnos: ¿Acaso, podemos decir, que la decadencia de los políticos actuales, no avergüenza al gentilicio venezolano ante el mundo? ¿No es la falta de sinergia con los altos preceptos de la Constitución, la exclusión, el verbo escatológico y el desinterés por las buenas costumbres de quienes presiden los Poderes Públicos, lo que rompe el equilibrio de la política del país?
Ciertamente, ¿qué ejemplo pueden dar el Presidente de la República, parlamentarios, magistrados y jueces, con su actual comportamiento? ¿Dónde está su sindéresis? Sí, esa “capacidad – como lo decía Alexis Márquez Rodríguez – de tomar decisiones y emitir juicios sensatos y positivos.” ¿Acaso no deberían ser intachables referencias y dignos representantes de nuestro país, de nuestra cultura, del Derecho y de la Justicia, ante generaciones presentes y futuras de la nación? ¿No es, ese lenguaje procaz y gangrenado con que se expresan, lo que pervierte su razón de ser? Muchos políticos, piensan que la patria es solo tierra para enterrar a sus contrarios. ¿Por qué, nuestros políticos no hacen introspección hasta revisar sus conciencias, en sus procesos cognitivos, emotivos y reflexivos que los mueva a evaluar, al supuesto amor que sienten por nuestra población? Al parecer, lo demencial y desmedido de lo que expresan y hacen, no es más de lo que pueden dar sus contaminadas neuronas. ¿Será que desconocen la sentencia de aquel refrán que dice: “Por la boca muere el pez.”? Karl Kraus (1874-1936), ese gran escritor y pensador judío-austriaco, que confrontó a Hitler y Stalin, dejó a la humanidad la siguiente reflexión: “Si los conceptos no son correctos, las palabras no son correctas; si las palabras no son correctas, los asuntos no se realizan; si los asuntos no se realizan, no prosperan ni la moral ni el arte, la justicia no acierta; si la justicia no acierta, la nación no sabe cómo obrar. En consecuencia, en las palabras no debe haber nada incorrecto. Esto es lo que importa.”
Los políticos, que violan las leyes y se desconocen entre sí, impactan desfavorablemente en contra de las más caras reservas éticas de nuestro gentilicio. La riqueza más trascendente a cuidar es la ética de la población. Esta se preserva, después de la irrefutable participación de padres y maestros, desde los ejemplos de sus dirigentes. El lenguaje atropellado y atropeyante, no solo maltrata a la dignidad del otro, ultraja la propia. Pero este, sin contemplación, desvía la ética del interpretante. Las acciones de líderes y dirigentes son pedagógicas y andragógicas. El político, que desprecie el espíritu de este diamante, es criminal. ¡Como faltan, las palabras cargadas de autoridad y convocatoria de El Libertador, llamando a la unidad a Santiago Mariño y a José Antonio Páez! O, si nos remontamos, en metáfora o expectante símil, a la brillantez, astucia y versatilidad de Ulises, – aquel héroe cantado por Homero – con que impide las groseras acciones de Tersites contra el desmoralizado rey Agamenón. En Venezuela, oficialistas y opositores, se disputan las doncellas, Poder y Libertad; pero lo que desconcierta, por el verbo y sus acciones, es que terminaremos perdiendo, la Libertad. Y para nuestra desdicha, el príncipe inclina la balanza hacia la ilegalidad y lo acanallado; además, ciertos tribunos y parlamentarios, de ambos bandos, lo emulan. No sabemos, si en representación soberana del pueblo.
La ciudadanía venezolana, escucha con preocupación, el lenguaje soez y la andanada de maltratos que se profieren oficialistas y opositores. A algunos, según su bando, les parecerá grato escuchar lo que quieren; pero pocos se detienen a pensar en el daño, que esto hace, al presente y futuro de la nación.
El gobierno desató la demagogia, la maledicencia, la represión, el delito y el hambre. Las respuestas de la oposición, en débil ofensiva, imitan el lenguaje de quienes ostentan el poder. Las reservas éticas y el empuje de una sabia lucha por la democracia son los elementos que salvarán el destino de la sufrida población. A ello, estamos obligados. ¡La perdición no es el puerto de la nación!