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Retrato de un héroe de la Resistencia

Esta fotografía fue tomada el 25 de agosto de 1944, el día de la liberación de Paris. La imagen muestra a un grupo de hombres sobre un blindado recorriendo una calle de la ciudad luz en el fragor de los últimos combates para liberarla de la ocupación nazi. En primer plano sobre la plataforma se encuentra el general Philippe Leclerc, conde de Hauteclocque (1902–1947), comandante de la 9a división de las tropas aliadas y cabeza visible del ejército de las fuerzas de la Francia libre durante la Segunda Guerra Mundial. En segundo lugar, sentado, se encuentra el temible general nazi Dietrich von Choltitz, jefe de la guarnición de París, quien se había rendido horas antes. Detrás de él, observamos a un joven de pelo ensortijado y lentes redondos cuyo nombre era Maurice Kriegel, alias “Valrimont” (1914-2006), comandante del Comité d’action militaire (Comac), brazo armado del Mouvements unis de la Résistance (MUR).

La liberación de Francia se logró en cuatro años. El 18 de junio de 1940, a los tres días de la invasión nazi y ocupación en progreso, a través de la señal de la BBC de Londres, en la oscuridad de ciudades sitiadas y campiñas arrasadas, una voz recorre Francia lanzando las semillas de la Resistencia, convocando al combate por la libertad. Fue el llamado histórico del General Charles de Gaulle, quien había desconocido el régimen apátrida de Petain y se había refugiado en Inglaterra luego de tratar infructuosamente de convencer al Gobierno de establecerse en Argel, desde donde se reagruparían los ejércitos para recuperar la patria. Ante la entrega de Francia a Hitler por el Estado Mayor, de Gaulle asumió el mando de la Francia Libre o Francia Combatiente (France Combattante) hasta la liberación.

Ese año se organizaron las primeras redes con la participación de «intelectuales, maestros, periodistas, personal de museos, galeristas, bomberos, mesoneros, mecánicos, peluqueras, que se convierten de un día para otro en personas de acción o en combatientes», escribe Agnès Humbert en su libro Résistance (Bloomsbury, London, 2004). Las arengas radiales se suceden sin interrupción durante meses, brindando esperanza y guía de acción para los franceses patriotas que conformaron un ejército anónimo en las ciudades, pueblos, montañas y bosques, llamado “el ejército de las sombras” (L’Armée des ombres). El 28 de junio de 1940, el general de Gaulle insta a los generales y demás oficiales, soldados, marinos y aviadores de los territorios franceses, “con o sin armas”, a plegarse a la Francia Combatiente, a organizarse y los que puedan acudir a Inglaterra para recibir entrenamiento. Ese mismo día es reconocido por los británicos y países aliados como jefe de los Franceses Libres. Una voz que transmitía convicción, una voz coherente y responsable en medio del caos, la incertidumbre y la angustia, una voz que no cesó en promover la unidad de los franceses, de motivarlos para resistir y luchar por su libertad.

La lucha consistió en reconocimiento e información de los movimientos del enemigo, golpes de mano, sabotaje y operaciones militares contra trenes y convoyes de las tropas de ocupación alemanas y contra las fuerzas apátridas del régimen de Vichy. Se creó una prensa clandestina, se editaron folletos, se crearon centros para la producción de documentación falsa, se organizaron huelgas y manifestaciones, se construyeron bunkers y escondites para los combatientes, así como múltiples redes secretas para el rescate de prisioneros de guerra evadidos, de jóvenes desertores al STO (Servicio de Trabajo Obligatorio) impuesto por los alemanes para el control de los jóvenes y para la evacuación de judíos perseguidos.

Presidido por Jean Moulin, delegado del general de Gaulle en territorio francés, en 1943 se reúne por primera vez en París el Consejo Nacional de la Resistencia (CNR), encuentro donde participan partidos políticos y delegados de las confederaciones de obreros y trabajadores, de la CFTC y de la CGT. Se comenzaban a ver los frutos de la Francia Combatiente, de esa unión de militares, políticos, agricultores, obreros y gente común que significó el germen de la reconquista de la libertad, así como del incipiente borrador de los conceptos institucionales democráticos que regirían la futura Francia liberada.

En 2004, el periodista François Ruffin, decide entrevistar al joven de la fotografía del que hablamos al comienzo, que contaba para ese momento 90 años. Se preguntaba por qué la figura de Kriegel no resaltaba como la de otros líderes de la Resistencia, pues es sabido que fue motivado a engrosar sus filas por un profesor de geografía, Raymond Samuel y su esposa Lucie, ambos cobijados bajo el alias “Aubrac”, quienes en ese momento eran los inspiradores de la Resistencia y posteriormente se convirtieron en un mito de la Francia Combatiente en la zona meridional de Francia, debido a sus acciones militares temerarias durante la ocupación, además de ser personas del círculo de confianza de los líderes de la resistencia Jean Moulin y Charles de Gaulle.

El joven periodista comienza la primera pregunta con alabanzas a Henri Tanguy, alias “Rol” (1908-2002), quien ha aparecido siempre como la figura más relevante de la liberación de París y cuyo nombre se encuentra en decenas de avenidas, calles y plazas por toda Francia. Kriegel, en forma muy amable le interrumpe y le dice que continuará con la entrevista cuando se documente mejor sobre la Resistencia y lo despacha diciéndole que él fue uno de los comandantes del Comité d’action militaire (Comac) y Tanguy era su subalterno.

Tiempo después, cuando Ruffin se sintió preparado y pudo al fin sostener la entrevista con Kriegel, éste habló poco del papel que jugó el Comac en la liberación de París. Entre otras anécdotas, se refirió a sus inicios y a su falta de experiencia militar compensada por lecturas nocturnas sobre la organización de los partisanos yugoslavos y el tratado La guerra de Carl von Clausewitz.  De los líderes de la insurrección el único que tenía experiencia militar era Tanguy, por haber participado en la batalla del Ebro durante la guerra civil española.  Habló de las contradicciones con los mandos aliados en Londres, distantes y sin comprender el momento que ellos vivían en el terreno, ya que sentían que el pueblo francés estaba preparado para la sublevación definitiva. Con sorna, Kriegel le comenta al periodista de cómo el Partido Comunista, siendo uno de los motores de la Resistencia, “engavetó la lucha de clases” debido a la necesidad de aliarse con todos los factores políticos y económicos del país y del financiamiento que recibieron de empresarios, oligarcas y nobles patriotas. Ruffin escribe que el viejo veterano más bien prefirió hablarle del presente político de Francia, visto por el como una historia inconclusa que esa gesta heroica de jóvenes cargados de valores inició en 1940.

Después de la liberación, en 1946, Kriegel ejerció la vicepresidencia de la Alta Corte de Justicia y le tocó enjuiciar a los colaboracionistas del régimen y a todos los que traicionaron a Francia, llegando al asco al constatar que solo uno de los cientos de jueces de los tribunales franceses se había negado a acatar los dictados del régimen apátrida de Vichy durante la ocupación. A medida que avanza en la entrevista, el periodista se da cuenta de la larga travesía en el desierto de Kriegel, a sus años continuaba portando el estandarte de la dignidad y de la honestidad política e intelectual. Execrado del Partido Comunista francés, debido a sus críticas luego de enterarse del informe Khrushchev en 1956, sobre los horrores del estalinismo, partido en el que había militado desde su juventud.  A finales de los años 60, lideró una cruzada contra la ocupación soviética de Checoeslovaquia, entre otras actuaciones políticas. En tiempos recientes, sus críticas apuntaron por igual al anquilosamiento y la corrupción de los políticos y de cómo Francia había perdido “su fuerza motriz”, esa que llevó a su generación a luchar por el restablecimiento de los valores republicanos.  Lo extraordinario es que Kriegel, desde el mismo día de la liberación, continuó militando en la sombra, luchando por sus valores y por su país.

François Ruffin publicó el libro Entrevista a mi héroe (Entretiens avec mon héros, Fakir editions, Amiens, 2013), que contiene la apasionante conversación que sostuviera con el veterano dos años antes de su muerte. Se trata de un pequeño libro de bolsillo, de edición modesta que resume el pensamiento de un hombre común, un joven abogado judío de 30 años, empleado de una compañía de seguros, que de la noche a la mañana decidió cambiar su destino y el de su país, convirtiéndose en combatiente y héroe de la liberación de Francia. En sus páginas el lector descubre no solo un antiguo combatiente sino un militante del presente.

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