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Resistencia, paciencia, sindéresis y buena comunicación

El triunfo de la Mesa de la Unidad Democrática el pasado 6 de diciembre es sin duda la piedra fundacional de un cambio legislativo en Venezuela. Hasta ahí.

Ahora toca un trabajo de comunicación política muy delicado que demuestre esos logros que con resistencia y paciencia se han alcanzado. Una vez más 7 millones de votos respaldan a la oposición venezolana. La primera vez, en 2012 en las elecciones de Chávez contra Capriles. La segunda en 2013 de Maduro contra Capriles y la tercera, esta de 2015 del chavismo contra la Mesa de la Unidad Democrática.

Si lo vemos con cuidado, la oposición se mantiene en nuevos absolutos. Los que se han ocultado son los simpatizantes del chavismo bien sea porque ya no creen en el régimen y su demagogia o, porque temerosos de las represalias de Maduro prefieran quedarse en sus casas antes de ejercer el derecho al voto.

Eso sí, cualquier lectura que se haga no deja de lado algunos detalles que son importantes en esa comunicación política. El primero de ellos es mantener el discurso de unidad. Ese discurso no puede ser un tratado de buenas formas, sino que debe ser coherente con el encargo que la voluntad de los electores han depositado en sus representantes: los diputados.

El segundo, es que impera la resistencia ante los embates y ataques del régimen. Esas acciones que se producirán entre medianoche y gallos, esos nombramientos sacados de la manga, esos procedimientos legales del última hora que tan bien conocen los chavistas.

El tercero es sindéresis. El equilibrio, prudencia y ponderación necesarios para que gobierne en la oposición el imperio de las formas que es, en definitiva, el empaque del fondo. Los líderes de la oposición no pueden caer en bajezas de leguleyo, sino que sea la altura de miras, el proyecto de país el que mueva todo el hacer de la oposición dentro del hemiciclo de la Asamblea Nacional.

Por último, está la comunicación política. La oposición por mucho que quiera transformar a Venezuela tiene solamente la mayoría en uno de los cinco poderes del Estado venezolano: el legislativo. Y es mucho. Pero, no se tiene el dominio de la economía, ni de los servicios sociales, ni de los cuerpos de seguridad del Estado. No. No se puede prometer con vociferantes declaraciones a la prensa lo que no se puede cumplir. Toca y es lo que hay que hacer, educar al pueblo en las funciones, alcances y limitaciones que tiene la Asamblea Nacional y sus diputados.

Los triunfalismos, revanchismos y venganzas no tocan en este momento, ni en ningún otro por venir. La actitud alegre y festiva del primer día debe ser el punto de apoyo sobre el que la palanca del cambio empuje a la nación, desde las leyes, desde el equilibrio incluyente y sensato que se ha perdido gracias a esos afanes de protagonismo del chavismo.

Si Maduro vocifera, amenaza y pretende torcer el rumbo de la historia con sus manipulaciones, a la oposición en la Asamblea Nacional le toca explicar, enrumbar y comunicar con tranquilidad y buen tino cuáles deben ser los nuevos horizontes a los que apuntar la proa de ese barco que se llama Venezuela.

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