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Reglas de perfecta unidad

Horas después de este escrito la MUD anuncia el acuerdo de unidad para las elecciones. Hubiera preferido más primarias y espero candidatos de calidad, pero la unidad misma es ya la gran noticia. Una vehemente felicitación a quienes la han hecho posible. El mundo y el país saben ahora que el cambio democrático es factible por vía constitucional. La lata oficialista del golpe no da más.

1.Dado que cualquier sociedad incuba todas las corrientes del pensamiento, se supone que el liderazgo que pretenda conducirla tendría que expresar esa diversidad real y en consecuencia, ser tan plural como aquella.

Tratando de ir más allá de la frontera cristiana dijo Rafael Caldera mucho tiempo ha, que Copei no era un partido confesional. Cada opción, amiga del pluralismo, se esfuerza en presentar su oferta para todos, no para sus incondicionales. En el empeño de sobrepasar el limitado espacio camaraderil, los comunistas decíanse socialistas, apelativo algo más amplio e incluyente, muy a pesar de que Engels, en prólogo a El Capital, se burlara de los socialistas, versión inofensiva del proyecto de Marx.

¡Dígame usted el Partido Comunista Cubano, que cambió su nombre por el de Partido Socialista Popular para entrar al gobierno del poco recomendable Fulgencio Batista! El todo era no anunciar «pensamientos únicos» que desde el poder hubieran impuesto para neutralizar los estamentos contrarios al totalitarismo.

2.Con la llegada de Chávez al poder muchas cosas cambiaron y la primera fue esa. El socialismo siglo XXI se abrió con pífanos como expresión extrema de pensamiento único, listo para barrer aniquilar disidencias. Como a las primeras el alcanzó la mayoría, los sucesores se amarraron a la fórmula y con ella se han venido a menos a pesar de abusar como nadie del poder, la represión, el miedo y el ventajismo. El esquema se fue perfilando con nitidez: partido único, ideología única, caudillo eterno, contra pluralidad de partidos con su gran elenco de líderes e ideologías, agrupados alrededor del común objetivo de una democracia para todos, incluso para los chavistas, en la cual se dirimieran diferencias y liderazgos en el marco del estado de derecho y del sufragio. Sin presos de conciencia, sin que los perseguidos de ayer se conviertan en perseguidores de hoy. Justicia por supuesto, pero no venganza.

3.Tras diecisiete años mandando, esta curiosa ideología logró confundir a no pocos. Que en el gobierno hubiera una sola voz y en la disidencia muchas, se tomó como ventaja para aquel y no la principal de sus debilidades, en tanto que el surgimiento de muchos líderes disidentes en una erupción indetenible que se proyecta al futuro, se tomó como una desventaja de la oposición y no cual el más formidable de sus activos. Es la razón por la cual luego se ha ido debilitando el gobierno y se multiplican la inconformidad y la disidencia.

4.Los dirigentes que más se han posicionado compiten entre sí. Aspiran a la presidencia y eso es la mar de bueno, pero hasta ahora habían cometido el error de poner la carreta delante de los bueyes.

Aunque se les demostrara que separados y sin desplazar la autocracia gobernante no podían alcanzar la cima presidencial, no terminaban de entender que perderían el tiempo y los avances obtenidos si no consolidaban una unidad total, perfecta, que preservando sus diferencias de fondo no las sobrepusiera al objetivo común.

5.Cuando me presentaron el documento postulado por tres destacados dirigentes opositores mi objeción principal ­tenía por lo menos dos más- es que era la iniciativa de una parte de la unidad y no de toda. Podía en consecuencia forzar a documentos de la otra parte, que generarían una pugna innecesaria y contraproducente. Pero puesto que el gobierno, de la manera más arbitraria y gratuita tomó aquella declaración como la «prueba finalmente encontrada» de la invasión gringa y los magnicidios de la ultraderecha tantas veces anunciados como inmediatamente sustituidos por otros, no quise prestarme a la travesura madurista de inventar una lucha entre «golpistas» firmantes y «antigolpistas» renuentes a firmar. Ni una palabra, ni una coma de ese documento podía usarse para sostener tan peregrina conspiración -«Golpista es el que tiene las armas» le oí declarar con probidad a Ramos Allup.

6.Contrapusieron elecciones y lucha de calle.

-Calle sí, elecciones no, repetían sin considerar que quien más quiere la abstención es el gobierno, seguro perdedor si la disidencia vota unida. ¿Por qué contraponer lo que es complementario? ¿Por qué suponer que la calle es más moral que las elecciones? El piano ­perdonen mi insistencia- se toca con los diez dedos.

Cada tecla tiene un valor distinto pero el ejecutante producirá una sola melodía.

Reclamar la libertad de Ledezma, López, Ceballos y los nobles estudiantes, protestar contra los abusos sociales, las colas, la inflación cimera del mundo no supone abandonar el arma legal del voto castigo.

¿Hemos olvidado acaso el daño que la oposición se irrogó a sí misma al abstenerse en 2005? 7.Reconozco avances significativos.

Las diferencias tienden a supeditarse al objetivo macro. Nadie impedirá el odio entre algunos, sin embargo pueden unirse para alcanzar una democracia en la que quizá algunos sigan odiándose, sin que disentir sea un boleto para el calabozo.

8.Falta la fotografía de todos los rostros de la disidencia, se amen o no, para decirle al mundo que por encima de sus diferencias hay una alternativa abierta a la reunificación nacional, que no está obsesionada por la venganza sino por la prosperidad y la democracia de esta abatida patria.

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