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Quimera de derechos “infinitos”

Son cuantiosas, casi incontables, las razones que, a la luz de la tercera década del siglo XXI, han desencadenado problemas poco imaginados. Particularmente, problemas de naturaleza política, social, cultural y económica. Y aunque no todos tienen el mismo grado de incidencia ante el descalabro que padece la sociedad, provocan caos por igual. 

El caso es que, a pesar de los estragos creados, son causa de los desarreglos que han favorecido las distintas crisis político-sociales por las que el mundo se ha desorganizado tanto. 

El problema en concreto

La opinión que en las siguientes líneas procurará disertarse, no obedece a una línea ideológica en lo específico que, en lo propio, busca exacerbar alteraciones del orden social -supuestamente reivindicado- por presunciones de educación, dignidad y valores. 

Quizás, este razonamiento, pudo inspirarse en la necesidad marcada a través de la inmanencia que ha venido sustentándose a través del desarrollo del planeta. Dicha razón, afianzada sobre el grueso de las disciplinas que -en buena parte- han alcanzado sus avances y progresos debido a las implicaciones propias de sus estructuras cognitivas, procesos y comportamientos. Muchas, alineadas con valores que, históricamente, lograron superar las limitaciones del oscurantismo toda vez que pretendieron sembrar paradigmas o esquemas de crecimiento sesgados por ideales retrógrados y puritanos. 

Sin embargo, este criterio acá expuesto toma fuerza en la significación que sostiene la educación y la ciudadanía. De ahí que la disertación presente, se intitula: La quimera de derechos “infinitos” por cuanto en la educación y en la ciudadanía el concepto de “derechos” adquiere una importancia que luce conciliada con el sentido que ilustra el concepto de “política”. 

Breve epistemología de los derechos

A decir de la teoría política, todos los seres humanos tienen derechos previos a la formación de la sociedad. Derechos estos reconocidos y garantizados por el Estado. Al punto que son conocidos como “derechos del ciudadano”. Podría decirse que esta consideración es la primera ley política que motiva a entender la relación que se da entre política, educación y ciudadanía. 

La segunda ley política que de la misma consideración deriva, refiere la obligación que tiene el ejercicio de la política para honrar la actitud humana desde la perspectiva de los deberes que comprometen los derechos del Hombre en casi todas sus acepciones y compromisos. Estos, se hinchan de sentido, cuando se hallan ante las contrariedades que tienen lugar en el plano de las realidades más próximas a los avatares que avivan conflictos en el contexto de la diversidad de intereses que cimientan la praxis política.  

En medio de la diversidad de intereses que alojan estos derechos, especialmente si califican como razones en el contexto en que se activa el individuo con base en las libertades que puede disfrutar, no sólo adquiere sentido dialéctico el concepto de política sobre el cual se valida la actuación del ser humano. Igualmente, en virtud de los intereses y necesidades que lo movilizan entre las diatribas y exaltaciones que configuran la naturaleza política. Particularmente cuando estimula las motivaciones en las que basa sus decisiones para avanzar o frenar.   

Los derechos como expresiones de libertad

Acá es donde los “derechos” se crecen toda vez que implican el grado de libertad que induce al individuo a acometer su proyecto de vida en el contexto de la dignidad, la verdad y la justicia.

Precisamente, es lo que no pareciera comprenderse o aceptarse. Ya que en el fondo de las distintas situaciones que acompañan todo acto que justifique la potestad que provee al Hombre la disposición de actuar conforme al derecho posible o necesario de realizar su propuesta, se advierte un molesto conflicto entre el sentido y propósito ético, incluso moral, que supone la “justicia”, y el carácter enrevesado que las circunstancias logran desvirtuarla, amañarla o desfigurarla.

En conclusión 

Esa tentación de actuar según pueda ser provocación de necedades, impertinencias o desmanes de quienes, mediante el poder o la violencia, pretenden disponer de las circunstancias para deformar los derechos de otros a instancia de los suyos propios, pareciera estar imponiéndose como criterio político-social para moldear las realidades a gustos individuales a fin de erigir lo que a todas luces está notándose: Un nuevo (des)orden mundial. 

Tan grotesca arbitrariedad, la han llamado “derechos infinitos”. Es decir, las aludidas limitaciones a los derechos fundamentales. Así logra ha logrado afirmarse que el ejercicio de los derechos humanos de cada quien, tendría los límites que el otro, de modo pendenciero, establezca. 

Ello sería posible, en un todo de acuerdo con las estupideces y sandeces que, en grosera gana y de modo egoísta, define quien se arroga mayor poder. Indistintamente de las consecuencias que sus majaderías arrojen. Es ahí cuando se habla de: Quimera de “derechos infinitos”.

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